Salvaguardar la tradición es una de las preocupaciones de muchos silleteros pioneros de Santa Elena, al enfrentarse a factores como la tecnología, que aleja a los jóvenes de su pasión por la tradición.
Está en peligro de extinción la cultura silletera? ¿No hay garantías para continuar con la herencia? ¿Las nuevas generaciones sí quieren seguir la tradición? Estas son algunas de las dudas que aquejan a los silleteros pioneros de Santa Elena, quienes resaltan que, a pesar de que muchos de sus hijos y nietos quieran seguir los pasos de sus padres, las herramientas actuales como la tecnología influyen en la desapropiación cultural del campesino en este corregimiento.
Martín Atehortúa, silletero líder de Santa Elena y quien continúa con el legado junto a su padre, comentó que el amor por la cultura es indirecto, ya que se impregna en el inconsciente desde muy pequeños al ver la labor silletera de sus familiares.
“A mí me tocó mucho más fácil, lo digo porque yo tenía actividades cotidianas con mi padre en las que él con toda su pasión me explicaba la labor de cada flor, como se cultivaba y como se ponían en una silleta, ya cuando se iba a venir para Medellín yo le hacía pataleta porque no me llevaba y eso se me fue metiendo hasta el momento en el que le dije que quería desfilar”, contó el hijo de los Atehortúa.
Vida cotidiana
Que los jóvenes con familia silletera cuenten ahora con labores distintas a la del campo hace que la vida cotidiana campesina cambie y no se realice de lleno como hace 30 años, lo que significa una disminución cultural en actividades como el cultivo y el comercio de flores, sin embargo, este factor no definiría que las nuevas generaciones no quieran continuar la tradición, explicó el silletero líder.
“Hay que hacer un trabajo distinto para que ellos sigan apasionados por este tema y lo hagan constantemente, porque una cosa es que lo hagan para el Desfile de Silleteros y otra es que lo vivan cada día del año”, añadió.
Muestra de que muchos jóvenes pueden trabajar y tener una carrera paralela a la pasión silletera es Catalina Zapata, de la vereda El Placer, quien a pesar de ya tener hermanos silleteros espera la herencia de sus padres quienes han desfilado por más de 49 años.
Su padre, Dorigo Zapata, expresó que es ella quien adecua la finca para los recorridos con los visitantes, la que maneja los temas financieros y la estética del lugar, por lo que su mayor sueño es dejarle su contrato silletero, situación que a él lo dejaría muy orgulloso debido a la dedicación que desde niña demostró su hija.
Carlos Andrés Zapata, de la vereda Barro Blanco, ayuda a su padre José Zapata en el cultivo de las flores de la finca El Pensamiento, en una de las huertas más grandes del sector, con el fin de que algún día le pase su puesto en el Desfile.
“A mi papá se lo heredó mi abuela y ya debo esperar a que él se lo herede a alguno de sus dos hijos, espero que sea yo. He estado metido en este jardín toda mi vida y me gusta ver los procesos y es algo muy bonito porque no hay muchos jóvenes que se interesen por cultivar la tierra”, afirmó Zapata.
Añadió además que las nuevas generaciones no deben dejar perder algo como la tradición por cuestiones externas que provocan que se alejen, debido a que es algo que se le debe mostrar a los que aún no comprenden su legado.
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“Sería como votar 150 años a la basura, la idea es que tengamos algo que mostrarle a nuestros hijos. Yo quiero seguir con la herencia porque es algo que me han inculcado desde niño, además me gusta, me gusta toda actividad silletera y lo más gratificante es el reconocimiento y emoción de las personas por una labor tan linda como la que hacemos”, puntualizó.
Una pasión implícita
Jonathan Londoño, de la vereda Barro Blanco, contó que desde muy pequeño soñó con poder desfilar en Medellín, algo que le pedía cada año a su padre.
“Mi papá hacía la silleta pero no para concursar, y cada año yo veía a mis primos haciendo unas grandísimas y le comentaba a mi papá que hiciéramos una así para competir, pero no lo quería. En cada Feria de las Flores me inscribía además a la categoría Junior pero no quedaba, hasta una vez en 2009; por suerte me tocó y me hicieron una silleta gigante que ni era capaz de cargar, pero gané”, expresó.
Agregó que tener la oportunidad de recorrer las calles de Medellín y estar viendo miles de personas alentándolos y regalándoles palabras de aliento lo enamoró más de la tradición, llevándolo a pedirle a su padre que le pasara antes de tiempo la herencia del contrato.
“Yo cargo en la espalda la tradición que algún día adquirió mi abuelo trabajando y vendiendo flores, la cual le heredó a mi papá y ahora me pertenece a mí y que en un futuro, cuando me muera, espero la tenga un hijo o un sobrino”.
Londoño explicó que el que la actividad socieconómica de Santa Elena haya cambiado no significa que se esté perdiendo la tradición, ya que muchos jóvenes no trabajan el cultivo como él, por tener o estudiar carreras, pero no es un factor que influya en sus raíces y en el ser campesinos.
“Los niños saben que esto es algo bueno, importante y que no pasa desapercibido”, finalizó.
Tecnología y modernidad
Para Martín Atehortúa, silletero de la vereda El Placer de Santa Elena, una buena estrategia para implementar con las nuevas generaciones es la “impregnación de valores silleteros” a través de las costumbres y tradiciones de hace 20 años.
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“Digamos que la tecnología y la modernidad si ha menguado un poco ese ímpetu que teníamos antes de la cultura silletera, y a lo que me refiero es que a veces no lo llevamos cada año sino solo una semana, la modernidad nos ha doblegado a cosas totalmente distintas”, dijo.
Contó que una experiencia que lo marcó y le demostró que muchos jóvenes ven esto como obligación fue la vez que tras un Desfile de Silleteros la ganadora de la competencia Junior “corrió, después de recibir el premio, a quitarse su traje típico para ponerse un jean, camisa y tacones”.
Para él la idea de muchos líderes silleteros es dejar a los jóvenes explorar la tradición: “Los estamos obligando casi a vivirla como lo hacían nuestro abuelos, padres o incluso nosotros y digamos que no se sienten identificados, entonces hoy estamos planteando no prohibirles su expresión artística; hay que dejarlos que innoven y utilicen la modernidad y tecnología a lo que ya tenemos planteado en la tradición, hoy en día le estamos diciendo a los jóvenes que no pueden hacer un sinfín de cosas dado los cánones que ya tenemos estipulados”.