Los programas de sustitución y erradicación de cultivos ilícitos han generado la oportunidad para que el cacao sea el principal sustento económico de esta región del país.
Plantas de cacao visten las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta, consideradas por los indígenas arhuacos colombianos "el corazón de la tierra", y empiezan a cambiar la vida de los nativos mientras le ganan terreno a cultivos de coca que poblaban la zona.
"Donde uno miraba era pura coca", dijo Hernán Villafania, uno de los productores indígenas de cacao, sobre el panorama de hace unos años en esta zona.
La Sierra Nevada, situada en el norte del país y declarada en 1979 por la Unesco Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad, pasó de tener 1.262 hectáreas de coca en 2004 a 35 en 2016, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).
Y en julio pasado, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, declaró los parques Sierra Nevada de Santa Marta, Chiribiquete y Los Katíos como territorios libres de cultivos ilegales.
Esta cadena montañosa, que termina en el mar Caribe, alberga actualmente más de 400 hectáreas de cacao incluido entre los mejores del mundo por su sabor y aroma, según un reconocimiento otorgado en 2015 por los International Chocolate Awards.
La transformación de este territorio comenzó hace 11 años impulsada por los arhuacos con la erradicación de cultivos de uso ilícito y la recuperación vegetal.
Los indígenas se opusieron en ese entonces a la aspersión aérea con glifosato, un potente herbicida químico utilizado para erradicar los cultivos ilícitos, ya que "gran parte de los colonos que cultivaban coca estaban dentro del resguardo" de su comunidad, según relató el dirigente local Danilo Villafañia.
Así, los Arhuacos propusieron al Gobierno que ellos harían la erradicación de la coca, recuperarían las hectáreas del resguardo indígena y contribuirían a la regeneración vegetal del territorio.
Para cumplir con el plan, recibieron inicialmente 5.000 millones de pesos, detalló Villafañia, destinados al "saneamiento del resguardo" mediante la compra de las fincas a los colonos que estaban en su territorio.
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De esta forma lograron erradicar, según Villafañia, unas 6.000 hectáreas de coca y permitieron que cerca de 424 campesinos asentados entre el río Don Diego, en el departamento de Magdalena, hasta río Ancho, en la vecina región de La Guajira, dejaran de cultivar coca y algunos tomaran como alternativa el cacao.
A esto se sumaron las acciones de las autoridades para lograr la erradicación total de esos sembrados.
En la actualidad, no solo los campesinos se dedican al cultivo del cacao, también hay 200 familias arhuacas.
Hernán Villafania es el coordinador de campo del caserío Perico Aguao, situado en zona rural de Santa Marta, y se encarga de organizar los sembrados de estas familias.
Mientras revisaba las plantas de su finca, verificando los frutos morados y verdes de cacao que cuelgan en los árboles, relató que este cultivo siempre ha existido en la zona.
Sin embargo, admitió que hasta ahora están llegando las ayudas, después del reconocimiento mundial de 2015 y de que empezaran a trabajar hace ocho años de la mano de la Compañía Nacional de Chocolates y de Cacaos de Colombia.
Además, Villafania aseguró que son muchas las personas que han llegado a apoyarlos con el cacao y muestran interés en la producción de los arhuacos.
"Han cambiado muchas cosas, que la producción aumente más, la calidad de vida también mejore y el precio también ha mejorado bastante", apuntó Hernán Villafania.
Y gracias a la bonanza cacaotera, se conformó hace un año "Asoarhuacos", una asociación que agrupa a 24 pueblos de esta comunidad, que, además del cacao, se dedican a la siembra de café y al tejido de mochilas.
La asociación trabaja junto a Cacaos de Colombia en la exportación a países como Japón, Suiza y Estados Unidos.
"Tenemos un contrato de suministro para garantizar la compra" de al menos 25 toneladas al año, cifra que puede variar según la cosecha, afirmó el jefe de operaciones de la Central Macondo de Cacaos de Colombia, José Gregorio Gómez, quien aclaró que "la única condición es que sean cacaos de calidad".
Pero también el cacao, que se ha convertido en una fuente de ingresos para 200 familias indígenas que perciben 11.000 pesos (unos 3,7 dólares) por cada kilo vendido, tiene para los arhuacos una importancia cultural y los acerca a sus tradiciones.
"El cacao es el cerebro de la naturaleza", sostuvo Villafania, sobre esta planta que empieza a reinar en la Sierra Nevada.