Durante la clausura de los JJ.OO de invierno, un alto mando del régimen norcoreano se reunió con el presidente surcoreano.
Las dos Coreas volvieron a escenificar este domingo su "idilio olímpico" durante la ceremonia de clausura de los Juegos invernales de PyeongChang, en cuyo marco el régimen norcoreano expresó su voluntad de dialogar con Estados Unidos.
Los llamados "Juegos de la Paz" llegaron a su fin tras dos semanas en las que la política, y en particular los históricos gestos hacia la reconciliación entre estos dos países, separados desde 1945 y que continúan técnicamente en guerra, han acaparado más atención que las competiciones deportivas.
La ceremonia de clausura se celebró en el estadio de PyeongChang ante unos 35.000 espectadores y con la presencia en sus palcos de mandatarios del Norte y del Sur -que mantuvieron una nueva reunión de alto nivel antes del evento- y de una delegación estadounidense encabezada por Ivanka Trump, hija y asesora del presidente.
El jefe de Estado surcoreano, Moon Jae-in, principal impulsor del proceso de "deshielo olímpico", se reunió con el general norcoreano Kim Yong-chol, un alto cargo del régimen Corea del Norte.
La visita de este miembro del núcleo duro del régimen y cabeza de la delegación norcoreana para el cierre de los Juegos desató protestas por parte de la oposición surcoreana y de familiares de las víctimas, y al mismo tiempo supuso una nueva oportunidad para un posible diálogo entre representantes de Washington y Pyongyang.
Esta toma de contacto no se produjo, según lo que ha trascendido del evento, aunque la oficina presidencial surcoreana señaló que Kim Yong-chol manifestó la "suficiente voluntad de mantener un diálogo con EE. UU.", durante su reunión de una hora con Moon.
El líder surcoreano insistió en la necesidad de que se produzca un diálogo entre EE. UU. y Corea del Norte en un futuro próximo, algo que servirá también para mejorar las relaciones intercoreanas, explicó la oficina presidencial en un comunicado.
Esto parece dejar una vía abierta para que EE. UU. y Pyongyang se sienten en una misma mesa, después de que las nuevas sanciones de Washington y el recrudecimiento de su discurso contra el Norte desataran protestas airadas del régimen y amenazaran con echar por tierra los esfuerzos emprendidos por Seúl en esa dirección.
Ivanka, muy sonriente y ataviada con ropa deportiva de su país, presenció la ceremonia junto a Kim Jung-sook, la primera dama surcoreana, mientras que en la fila trasera del mismo palco se
encontraba el general norcoreano con abrigo y gorro de piel.
Aunque aparentemente no entablaron comunicación, la hija de Trump y el general norcoreano fueron captados por las cámaras saludando al presidente surcoreano a una escasa distancia el uno del otro.
Ivanka Trump había sido encomendada por la Casa Blanca para una misión de "diplomacia olímpica" durante la cual reafirmó la postura de la Administración del presidente Donald Trump de "mano dura" con Pyongyang, en contraste con la actitud dialogante del líder liberal
surcoreano.
Estados Unidos anunció el viernes -poco después de la cena celebrada en Seúl entre Moon e Ivanka- una nueva ronda de sanciones unilaterales contra el Norte, calificadas por la Casa Blanca como "las mayores" hasta la fecha, y tachadas hoy por el régimen de "una declaración de guerra".
Corea del Norte, de hecho, habría cancelado en el último momento un encuentro previsto en PyeongChang el pasado día 9 entre la delegación norcoreana encabezada por Kim Yo-jong, la hermana del dictador, y el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, debido a su duro tono contra el régimen y al anuncio sobre las sanciones.
Durante la ceremonia de clausura, los aletas de las dos Coreas volvieron a desfilar juntos, aunque esta vez emplearon tanto sus banderas nacionales como la enseña unificada, y contaron con los patinadores Lee Seung-hoon y Kim Ju-sik como respectivos abanderadosdel Sur y del Norte.