Es viable afirmar que entre menos naturales, más seres humanos somos; pues la cultura es un hecho transformador y artificial.
Carlos Mario Sánchez V*
Muchos son los argumentos que esgrimen, en medios masivos de comunicación, redes sociales y conversaciones de cafetería, quienes se oponen a la participación de Ángela Ponce, mujer transexual, en el certamen de Miss Universo. Argumentos que van desde inaceptables agresiones transfóbicas hasta el muy manido planteamiento de que ser trans no es natural.
La diferencia, sea racial, religiosa o sexual, ha estado acompañada a lo largo de la historia de un sino trágico de eliminación física o simbólica, exclusión, subordinación y marginación de derechos; en donde razas puras, pueblos elegidos por dioses o las identidades y orientaciones sexuales hegemónicas, se imponen ante aquellos que de alguna u otra forma son diversos.
Es cierto, Ángela Ponce la candidata a Miss Universo por España, es una mujer transexual y la transexualidad no es algo natural, pues no hay cebras, caballos, gatos o elefantes transexuales. No obstante, este argumento que esgrimen con orgullo muchos transfóbicos, es una falacia que se cae por su propio peso a la hora de calificar o descalificar las identidades u orientaciones sexuales, especialmente aquellas alternas a la norma.
En la mayoría de los mamíferos es natural que todo macho intente copular con cualquier hembra fértil, abandonar las crías enfermas o débiles a su suerte para garantizar la supervivencia de los más fuertes, matar por comida, estar desnudos, dejar que las enfermedades se resuelvan por procesos homeostáticos o comer alimentos crudos, pero ¿Somos así los seres humanos?
Lo natural en los seres humanos es cada vez menos determinante y es viable afirmar que entre menos naturales, más seres humanos somos; pues la cultura es un hecho transformador y artificial y en consecuencia ser hombre o mujer, masculino o femenino, bueno o malo son construcciones sociales como lo son las normas del contrato social, la culpa, el superyó, lo bueno, lo malo, la maternidad, la fidelidad o el amor.
Uno de esos elementos no-naturales es la Identidad Sexual que como afirmaba Octavio Giraldo Neira, precursor de la sexología en Colombia, es la íntima consciencia, convicción y sentimiento, unitaria y permanente de ser hombre o mujer. En el caso de Ángela Ponce su cuerpo de macho (lo natural), no correspondió con su identidad de mujer (construcción social) y decidió transformarlo, como también lo hicieron muchas de las candidatas a Miss Universo a través de cirugías o largas jornadas de gimnasio, buscando todas, aproximarse a la idea de mujer que cada una posee. ¿Cuál es la diferencia entonces entre Miss España y Miss Colombia?
Ser mujer no es tener una vulva o ser hombre no es tener un pene, eso se lo dejamos a las hembras y los machos naturales; ser hombre y ser mujer es una construcción no-natural que se ha transformado a lo largo de la historia de la humanidad, y, en consecuencia, el sexo identitario es el único que como seres humanos debe importarnos, aquel que surge de esa intima consciencia, convicción y sentimiento, ese que es único y permanente.
Miss España o Miss Colombia para el caso que nos ocupa, están en igualdad de condiciones. Ambas son mujeres que han construido sus identidades individuales desde conceptos sociales artificiales -hijos de cada época y lugar- que someten sus cuerpos no-naturales para ser evaluados a la luz de preceptos artificiales de belleza exterior en donde la funcionalidad de sus vulvas o la posibilidad de reproducirse, para el caso, antes de que alguien lo considere como argumento de exclusión, es irrelevante.
*Periodista-sexólogo