Quizás no hay una forma más hermosa de la sinergia que la que es inherente al coro, al dúo y a toda coordinación de instrumentos y voces para dar lugar a algo nuevo, refrescante y profundamente humano
Una de las más bellas etimologías es la que tiene la palabra música. Luis Gil, oponiéndose a lo aceptado, la relaciona no con las musas y la técnica sino con el verbo “mor”, formar y el término “psique”, alma. Darle forma al alma. Y es ese el sentido que quiero explorar en esta columna.
¿Qué tal el comienzo del último mes año en un estallido descomunal? La ya aceptada “alborada” es un signo de los tiempos, que comience en Medellín con los estampidos de la pólvora, los “tumbarranchos”, los silbadores y otras piezas explosivas, es diciente. Pero no es música todo ese ruido de fin de año y, si hay que darle forma al alma, yo quisiera saber si el tambor o la tambora imprimen un ritmo y a los pies habrá que preguntarles si somos marchistas que han escogido las cacerolas y las ollas para con su golpe descubrir nuevos caminos para hacer política.
¿Están lejanos los días en que los colegios de Medellín marchábamos al son de las bandas militares? Y eso de tener una banda de música militar en los colegios no es irrelevante. Y por supuesto que no es irrelevante hacer un esfuerzo educativo y constructivo hasta llegar a fundar orquestas juveniles, pero naturalmente hay diferencias entre el ritmo militar, el cacerolazo, el rap, el ruido de la tumbadora y un esfuerzo en el cual ya la armonía, el ritmo y los motivos se conviertan en una sustancia que le da forma a nuestro vivir.
Saludo que ya no existan tantas bandas colegiales que repiten motivos militares y por el contrario es bueno saludar la diversidad de la expresión como forma de la diversidad de las formas de ser. Quizás no hay una forma más hermosa de la sinergia que la que es inherente al coro, al dúo y a toda coordinación de instrumentos y voces para dar lugar a algo nuevo, refrescante y profundamente humano. Yo hago parte de aquellos seres humanos que nos enorgullecemos de la música que hemos escuchado voluntariamente y por el contrario me molesta soportar un contexto sonoro para el cual yo no estoy preparado.
Los grandes creadores que he conocido han tenido una vida musical, así sea en el bolero o el son cubano, o Bach, Mozart y Beethoven o que tomen la escuela de música como laboratorio vital para la búsqueda de sí mismo. Viene ahora a mi memoria: “Las campanas de la iglesia están sonando, anunciando que el año viejo se va, alegría del año nuevo viene ya” ... Una canción inolvidable y una bella frase que describe el llamado del ser humano que es ser musical de alguna manera y hay muchas maneras de hacerlo o de serlo. Por ejemplo, el mundo del rap, lo entendí escuchando un estudiante que para su indagación de curso eligió esa expresión musical para hacerla comprensible al grupo. El rap ha partido de unas urgencias, de una vivencia del cuerpo, de la esquina y la calle y trata de plasmar un mundo y un sentir en unas tonadas, palabras, repeticiones y cadencias que no son irrelevantes. Lo que no parece entrañar armonía alguna son los cacerolazos y los enfrentamientos con la fuerza pública al estampido terrible de las armas no convencionales.