La capacidad de empresarios, banqueros, funcionarios y líderes políticos para reconocer las realidades y responsabilidades de los líderes contemporáneos en la construcción de procesos de diálogo y emergencia democrática que lleven a los cambios que el mundo necesita y demanda.
La cumbre del Foro Económico Mundial que reúne desde ayer, en sesiones previas, y hasta el viernes a los individuos, organizaciones y estados más ricos y poderosos del mundo ha puesto en el centro de la agenda la reflexión sobre “Liderazgo sensible y responsable”. Con ese enfoque, que aparenta llevar el análisis económico al segundo plano, el poderoso centro de discusión señala que no logra escapar a las incertidumbres que crean el poderío de Donald Trump, próximo a asumir la Presidencia de Estados Unidos; la consolidación de Vladimir Putin, como autócrata de Rusia; la zozobra europea por el Brexit y las oleadas migratorias, de un lado, y el movimiento del péndulo hacia el populismo de derecha, como se teme que puede ocurrir en las elecciones de Francia, Austria y los Países Bajos, principalmente.
Aunque minimizada por las expectativas, y espectáculos, que crea la posesión de Donald Trump, el viernes, y la nostalgia por el también mediático cierre del Gobierno de Barack Obama, esta reunión sigue y debe seguir concitando el interés público y de agencias expertas. Pero más interesados en las dos mil personalidades que definen la economía del mundo, los medios de comunicación se han enfocado en discutir el momento de la convocatoria, en la semana en que toma posesión el presidente de Estados Unidos, así como en el análisis de presentes, encabezados por los debuts del nuevo secretario general de la Onu y el primer ministro chino, obligado a defender la calidad de su país como actor central de la globalización económica y del diálogo mundial presente. También asisten Joe Biden y John Kerry, en significativa despedida al gobierno Obama. La prensa revisa también las ausencias de los presidentes en el centro de la atención mediática: Trump y Putin.
Ojalá los próximos días la atención sí se concentre en las ideas y propuestas en torno a la agenda central, enriquecida por los aportes del Banco Mundial, y el centro británico Oxfam, que han publicado dos interesantes y serios informes coincidentes en alertar por la creciente desigualdad económica y social como el reto que el mundo tiene que enfrentar ahora que declara notorios avances en la reducción de la pobreza. Aunque refiere avances en construcción de prosperidad y algunos en menor violencia, el Banco Mundial lamenta que en 2016 la desigualdad emergió como el gran problema a resolver por las economías del mundo. Ella, expresa la institución, está asociada al crecimiento de personas expulsadas de sus países que permanecen como refugiados y la clase media, que enfrenta el estancamiento de sus ingresos.
Con el estremecedor dato de que apenas ocho personas tienen un capital igual al del 50% de la población del mundo, Oxfam ha recibido esta Cumbre con el informe Una economía para el 99%. De los ocho líderes que acumulan los grandes capitales, seis hicieron o consolidaron su fortuna en los últimos treinta años, o menos, gracias a sus inversiones en la “cuarta revolución industrial”: Bill Gates, quien sigue encabezando la lista de ricos; Carlos Slim, cuarto; Jeff Bezos, de Amazon; Marc Zuckerberg, de Facebook; Larry Ellison, de Oracle, y Michael Bloomberg, del sistema comunicativo Bloomberg. La fuente de su ventaja y estabilidad es, simultáneamente, la de la incertidumbre de la empobrecida clase media, que, como señala Oxfam, es aquella sobre la que pesa el riesgo de pérdidas de empleos por la robotización y de cambio en métodos y formas de trabajo por el acceso y uso de herramientas tecnológicas. Esta nueva realidad y sociedad, que el recientemente desaparecido Zygmunt Bauman describió con enorme claridad junto a la pérdida de los referentes organizativos y relacionales con que sus miembros mayores se hicieron ciudadanos y su no reemplazo con nuevos imaginarios, confluye como elemento que contribuye a preguntarse por las propias responsabilidades y a buscar explicaciones más sinceras, y no sólo a apedrear, los “populismos de derecha” que interrogan a los líderes económicos que sienten amenazados sus avances por el nacionalismo que encarnan.
Algunos expertos, como el exbanquero y académico australiano Satyajit Das, se interrogan por las capacidades y acceso al poder que separan a los líderes del Foro de las duras realidades del común de personas que son catalogadas y descritas en los informes sobre desigualdad y en los análisis, con poco aprecio, sobre su comportamiento electoral. Tal escepticismo se contrarresta, sin embargo, con la capacidad de empresarios, banqueros, funcionarios y líderes políticos para reconocer las responsabilidades y compromisos de los líderes contemporáneos en la construcción de procesos de diálogo y emergencia democrática que delimiten y contribuyan a realizar los cambios que el mundo necesita y demanda, así sea pegándose de espejismos.