Semblanza del monolito

Autor: Sergio de la Torre Gómez
5 agosto de 2018 - 12:09 AM

Su mejor exponente, sobreviviente de la siniestra burocracia soviética, es Putin. O, más cercano a nosotros, el senador Cepeda, y su predisposición al chisme, el rastreo, la estigmatización del contrario.

El monolito -extraño nombre, muy apropiado para retratar el fenómeno político a que aludo en estas notas– es un cuerpo compacto, invulnerable al asedio u hostigamiento desde afuera. Sólo puede ser erosionado desde adentro, por obra de fracturas o de disensiones intestinas, que podrían ser, ellas sí, producto de influencias exteriores. Resumiendo, es aquello en lo que acaba convertida toda dictadura de corte estaliniano, o que se le aproxime por la ideología que la inspira y por sus métodos. Como, digamos, el régimen cubano, y el venezolano, que, en su desespero por no sucumbir, dirige hacia allá sus pasos. Por razones defensivas ahora, movido por el afán de mantenerse en pie hasta el último aliento, pues lo que sigue es la cárcel, el destierro y hasta la muerte.

Lea: Esperemos lo peor

A dicho régimen, el estalinista, en su forma más acabada y perfecta (la que padeció Rusia hasta 1990) lo caracteriza el hermetismo propio de las sectas religiosas medioevales, como la intolerante iglesia católica de entonces en Italia o España, preludio de la que tuvimos en Colombia en tiempos de monseñor Perdomo primero y Builes después, tan dados al anatema y la descalificación, con su cerrazón propia de las cúpulas eclesiales, incluyendo a veces al Vaticano y sus cónclaves. No hay nada más parecido a la Iglesia así esbozada, cualquiera sea su profeta y credo, que un partido comunista contemporáneo. Las excomuniones de otrora, por ejemplo, son equiparables a las purgas y autocríticas que acostumbran, sin renunciar a ellas jamás, los inefables “camaradas”. Muy parecidos en sus modos, su semblante severo y hasta la indumentaria, a los curas y monjas de monasterio. A frailes como Torquemada y Savonarola, practicantes de la inquisición, la hoguera y las confesiones arrancadas. Aficionados a la clandestinidad, hechos, como están, para la obscuridad. Clandestinidad que ejercitan como un culto continuo, aunque ya no conspiren y obren dentro de la ley que los acoge y ampara. Y aún en circunstancias en que detenten el poder absoluto. Su mejor exponente, sobreviviente de la siniestra burocracia soviética, es Putin. O, más cercano a nosotros, el senador Cepeda, y su predisposición al chisme, el rastreo, la estigmatización del contrario, con motivos o sin ellos. Y a quien por algo le gusta el cuello clergyman en sus camisas. Y que el lector me perdone el fisgoneo, que suele contagiarse por alusión.

En personajes de tal condición, lo arriba descrito es su segunda naturaleza, que los diferencia de otros activistas políticos o militantes de partido. Se trata de un rasgo distintivo suyo, o de un estilo. Y también de un método, probado por su eficacia para ganar terreno o mantenerse en pie. Así, poco más o menos, opera el monolito en mención. Lo distingue, repito, la fría brutalidad que alimenta el miedo y la cautela en la comunidad. Y que es la clave de su supervivencia, virtualmente vegetativa, de su prolongada permanencia en el poder, tan larga que no se cuenta por cuatrienios sino por generaciones. La clave, repito, está en la resignación que infunde, e invade el alma de los asociados, los cuales terminan habituados a la ciega obediencia que evita la caída en desgracia. La cual en los paraísos socialistas antecede a la proscripción, y es como la muerte misma. Ya vamos entendiendo entonces por qué no caen Maduro y Ortega, ni caerán tan rápido como lo sueñan sus malquerientes. Ni Venezuela, ni la misma Nicaragua actuales son las mismas repúblicas bananeras de Pérez Jiménez y Somoza en el siglo pasado. El contexto es otro en el mundo actual.

Vea también: Dudas y certezas

Compartir Imprimir

Comentarios:


Destacados

Carlos Vives
Columnistas /

Para adelante y para atrás

El Mundo inaugura
Columnistas /

EL MUNDO fue la casa de la cultura de Medellín

Mabel Torres
Columnistas /

Firmas y responsabilidad

Guillermo Gaviria Echeverri
Columnistas /

La desaparición de EL MUNDO

Fundamundo
Columnistas /

Mi último “Vestigium”

Artículos relacionados

Demagogia al por mayor
Columnistas

Demagogia al por mayor

Disfrutamos al más emblemático ejemplar de populismo en el subcontinente: Gustavo Petro

Lo más leído

1
Pensándolo Bien /

Pensándolo bien 2 de febrero

El gobierno del doctor Duque no puede aceptar ninguna presión para legitimar a un dictador que usurpa...
2
Mundo Transformador /

Colombia necesita un Mahatma Gandhi

La Alcaldía de Itagüí y la Embajada de la India convocaron a los estudiantes a escribir un ensayo sobre...
3
Columnistas /

¿Dulcecito o dulcesito?

El elemento que agregamos al final de una palabra para cambiar su sentido se llama sufijo… Este sufijo...
4
Columnistas /

Cinco cosas a favor y cinco en contra sobre el comunismo extinto

Los comunistas son tan enfáticos en su convicción que con la mayoría resulta imposible hacer un diálogo
5
Cazamentiras /

Nicolás Maduro, ¿colombiano?

Recientemente, usuarios en las redes sociales reavivaron la polémica en torno a la nacionalidad del...
6
Más Deportes /

Los niños no son objeto de negocio en el fútbol

Cientos de escuelas de fútbol operan en todo el Área Metropolitana. Son miles de niños los que las...