Llamar la atención sobre la importancia de establecer una política clara de protección del empleo para con los connacionales
El Dane reveló la cifra de desempleo del país, ubicándola en 8.4% para el mes de noviembre, 0.9 puntos porcentuales superior al mismo período de 2016.
Por ramas de actividad, en el trimestre comprendido entre septiembre y noviembre, el incremento en la ocupación estuvo en el sector primario no extractivo (agricultura, ganadería, caza, selvicultura y pesca); actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler; y sector manufacturero. Mientras que el resto de los sectores presenta disminución en la generación de empleo. De los sectores en los que disminuyó el número de persona ocupadas, cabe llamar la atención sobre la construcción (-3.7%), comercio, hoteles y restaurante (-1.1%).
Resalto la disminución del empleo en estos dos sectores en especial, porque la realidad puede ser peor, gracias a la migración venezolana. Se escucha y se percibe como los chamos llegan a nuestras ciudades, desplazan al trabajador colombiano, porque salarialmente son más baratos que los propios, no quiero con esto tener una posición de xenofobia para con los vecinos que viene a buscar mejores condiciones de vida, pero, sí llamar la atención sobre la importancia de establecer una política clara de protección del empleo para con los connacionales.
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Por ejemplo, en Chile no más del 15% de los trabajadores pueden ser extranjeros, exceptuando a aquellos que tengan 25 o menos colaboradores. En Perú es del 20%, en Panamá se discrimina según la relación técnica, para “personal ordinario” (entiéndase por operativo), el 10% y 15% para personal técnico o de confianza. En Ecuador es del 20%. En España, más allá de la cuota máxima, se determina que la contratación de extranjeros debe direccionarse a los sectores económicos que tienen baja demanda de empleo e igualmente por zonas territoriales.
En el gobierno santista este tema no fue tratado a tiempo, y mucho menos por los congresistas, sino, todo lo contrario, se flexibilizó y de manera subyacente en muchos territorios se les abrieron las puertas para incentivar la migración hacia Colombia. Claro está, qué lo mismo hicimos desde nuestro país hacia Venezuela, pero las condiciones económicas eran completamente diferentes, los venezolanos gozaban de buena salud y gracias al petróleo su economía se expandía, dando cabida a los colombianos que se iban para allá a buscar el “sueño venezolano”. Nuestra realidad económica es diferente, y el aparato productivo colombiano no está en la capacidad de absorber al migrante, sin sacrificar a nuestros connacionales.
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Queda el reto para el sucesor de Santos y los nuevos legisladores para regular el empleo de los extranjeros en Colombia, máxime, que muchos de esos trabajadores, podría decirse que son, en términos panameños, “ordinarios” y no aportan un valor agregado significativo para mejorar la competitividad del tejido empresarial del país.