Los profetas de Israel se identificaban con Dios al mismo tiempo que eran solidarios con la historia. Los sabios, en cambio, fueron testigos pensantes y actores de la realidad social, contexto vital del ser humano para buscar con esperanza su felicidad En Israel los sabios supieron hacer de la vida un taller de experiencia de sabiduría para ser sensatos. “Y cobrar –animo al saber con certeza en que promesas tenían puesta su esperanza…y de común acuerdo y comprometerse a cumplir la Palabra de Dios y a compartir por igual ventajas y peligros” (primera lectura). Hoy requerimos más de sabios que profetas.

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La sabiduría es sensatez

La sabiduría de Jesús era la sensatez de Dios, distinta a la insensatez con los bienes y testamentos del evangelio del domingo anterior, consiste en convertir los bienes materiales por la compasión; en un tesoro que no solo crezca por la ganancia, sino que se amplíe por la solidaridad para acercarnos más al reino de la justicia y la equidad. Esto es más difícil como esfuerzo individual que en comunidad, casa del Señor resucitado. Allí mediante la palabra, la Eucaristía y el perdón se sana el miedo a la avaricia del dinero, que es el mayor obstáculo para la realización del Reino de la equidad. “No temas, rebañito mío porque el padre ha tenido a bien darte el Reino” (Evangelio). El miedo podría explicarse si estuviéramos ante promesas políticas que luego no se explican porque no se dieron. Las promesas de Dios son las del Espíritu que venció la muerte fuente de todos los miedos humanos. Qué miedo podremos sentir si tenemos el Espíritu de amor del resucitado en nuestro corazón que nos saca de nuestros egoísmos para poder servir, como hijos de Dios a nuestro hermano que es el prójimo; y que más que contamos con el discernimiento necesario para comprender que” quien acumula para sí, no es rico ante Dios” … “Vendan bienes y sean solidarios”, (Evangelio). Es de fe que nada de lo que tenga que ver con la compasión y la solidaridad como acciones del Espíritu se destruye, porque van al cielo; único lugar donde se puede acumular. “Donde está tu tesoro allí estará también tu corazón y allá no llega el ladrón ni carcome la polilla” (Evangelio)

Es hora de despertar

Las llamadas de Jesús a la vigilancia implican despertar a la indiferencia, a la pasividad, al sueño del consumismo, al letargo del subjetivismo, al engaño de la corrupción o el sopor de la religión actual; sobre todo, a los desórdenes del egoísmo, que, ahogando el bautismo como acción del Espíritu, obstaculizan la compasión y el servicio a los demás como el primer signo de la fe. “También por la fe, a pesar de su vejez y esterilidad Sara fue capaz de tener un hijo, porque creía que quien le había hecha la promesa, Dios la cumpliría” (Segunda lectura).

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