Cuál será el santo patrono de las comunicaciones. ¿San Pascual bailón? ¿Algún evangelista? ¿San Juan, con su dedo en alto -lo han visto?
Tengo el descaro de retocar una carta enviada a un Diario bogotano hace un tiempo, carta que por lo que me comentan amigos y enemigos todavía tiene vigencia, ahí va. Uds. dirán.
"Señor director: Qué pereza y qué vergüenza tener que utilizar su correo para quejarse de cosas que deberían funcionar solas, sin tener que rogar para que eso suceda. Y que por lo tanto nazca la gana de quejarse.
¡Pero a veces pienso que esas faltas de eficiencia que en alguna forma lo violentan a uno, impidiéndole relacionarse y trabajar, son otra de las causas por las cuales los colombianos emigramos, a la tierra del sol, a los Estados unidos o desunidos, a España, a islas con terremoto y todo y hasta a desiertos y pirámides, o cimas indias para encontrar a alguien que nos libere, alguien como un monje que con todas sus cualidades de sabiduría y paciencia nos enseñe! Pero ¿qué? Que hay que sufrir y callar o hacerse el que no sufre... Ojalá, pero mi temperamento paisa de quien sabe qué conjunto de ascendencias, no me lo permite.
Va pues un ejemplo de los desesperos de los colombianos desesperados como yo, que sé que no soy la única:
-Nuestro tel. se dañó un 13 de agosto pasado- Las llamadas entraban, pero dejaron de salir. Llamamos a algo como un 114… Nada. Finalmente fuimos a la Empresa de Teléfonos, después de perdernos un rato en el revoltijo de calles, parquear en la acera, salir con nuestros bastones y muletas y adivinar cuál era la empresa y por dónde se entraba.
¡Allí después de hacer gran cola, llenamos un gran formulario! Hicimos el sexy llamado “derecho de petición”. Mendigamos baños y tintos, y después de “colear” bastante rato. Regresamos a casita.
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Después nos llamaron de la empresa varias veces, poco se oía, pero parecían personas muy atentas, y arrancaron a ayudarnos:
Un señor nos escribió diciendo que nuestro teléfono, después de haber sido revisado, se encontraba en perfectas condiciones de funcionamiento. Contestamos sorprendidos diciéndole que todavía no nos funcionaba.
¡Nueva carta del señor coordinador diciendo que sí! (¡!) Nuevas quejas nuestras. Nuevas llamadas de los empleados diciendo que esa tarde quedaría arreglado todo.
Lograron una cosa: ¡que las llamadas salieran, pero entonces dejaron de entrar! Algo más grave, si posible, que lo anterior. Y hasta ahí estuvimos en las mismas por largo rato
Estuvimos a punto de cambiar el número o de conseguir otro a ver si así podíamos disponer de alguno, nuestros hermanos, hijos y nietos fuera de la ciudad, y nosotros en nuestro lugar de trabajo esperando correos y comunicaciones.
El año anterior nos habían ofrecido otra línea telefónica, que porque tenían líneas libres en este barrio del monte, aceptamos. Pasó un año y aún no la han instalado...
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Cuál será el santo patrono de las comunicaciones. ¿San Pascual bailón? ¿Algún evangelista? ¿San Juan, con su dedo en alto -lo han visto? Por algo será que San Juan no ha agachado el dedo. No he visto ningún santo con carticas en la mano, ni metiendo el dedo en ningún teclado. Ni hablándole a ningún aparatico. Seguiré buscando, debe ser alguien muy moderno, en todo caso posterior a las carreras de los correos griegos que expiraban al entregar la carta. Y posterior a Lutero que repartió su nueva Biblia, que creo fue el primer libro impreso (con sus nuevas ideas antiindulgenciarias), fabricado por el sabio Gutenberg, inventor de la imprenta.
*Mariluz Uribe Filóloga UdeA y Psicóloga PUJ