Rabindranath Tagore (1861 – 1956)
El hindú de inigualable trascendencia universal, filósofo, educador, novelista, poeta, ensayista, dramaturgo y pintor. Leer sus obras, pensarlas, amarlas es crecer en espiritualidad, en humanismo; es matricularse en la escuela de la estética y admirar cada vez más un estilo imponderable.
1. Tagore, el educador:
En los bosques de Bengala, desde 1863, Santiniketan (“Morada de paz”) es una escuela al aire libre, fundada por el más grande escritor lírico y espiritual de la India: Tagore. Su padre había comprado las tierras, construyó allí una pequeña casa y plantó árboles a su alrededor. A esta casa Tagore la llamó, más tarde, Santiniketan, debido a la serenidad que trajo a su alma.
Al crear esta escuela, tuvo en cuenta su infinito amor por el ser humano, su formación integral, y el cuidado de un medioambiente sostenible, pues creía que la estrecha conexión entre el hombre y la naturaleza debería ser el principio fundamental de la educación. Fuera de postular el desarrollo armónico de todos los aspectos de la personalidad del niño, fue Tagore, entre los reformadores de la educación, uno de los primeros en hacer hincapié en la actividad como principio esencial de aquellos.
En 1921, ocurrió el gran cambio: Santiniketan se convirtió en la Universidad “Visva Bharati”, para activar las mentes más creativas del país.
Hoy, en esa “Morada de paz”, el “paraíso rural de Tagore”, en cada espacio, - dicen los pedagogos – aún se siente su presencia, su pasión y se respetan sus derroteros de formación: combinación de arte, valores humanos e intercambio cultural
La filosofía de esta escuela, planteada por su fundador:
"La educación más alta es la que no solo nos proporciona información, sino que hace que nuestra vida esté en armonía con toda la existencia".
Tagore reunió diferentes formas de arte en Santiniketan. Invitó a artistas y académicos de otras partes de la India y de todo el mundo a vivir juntos en Santiniketan. Una vez escribió:
"Sin la música y las bellas artes, una nación carece de sus medios más altos de autoexpresión nacional y la gente permanece inarticulada".
Creía que la educación es la base de la sociedad y que los maestros de hoy son los árbitros del destino de la sociedad de mañana:
“Cómo se preparan los hombres; qué ideales absorben; qué carácter llegan a tener; qué conocimiento se les imparte; cuáles son las disciplinas de que se les hace objeto; en qué forma se moldea su personalidad; he aquí las cosas que, en última instancia, deciden el destino del mundo”, pensó el gran maestro y escritor.
En 1921, en el Instituto Juan Jacobo Rousseau de Ginebra, en una conferencia, explica su pedagogía:
“Fundé mi escuela hace veinte años… no tenía entonces método ni experiencia… Tenía, cuando menos, una experiencia negativa adquirida en mis años de escuela. Sabía cómo NO deben ser tratados los niños…; en mi infancia, la educación que yo recibía estaba separada de la vida... En esa escuela he aprendido muchas cosas que he olvidado, y la manera como no deben darse las lecciones…. Cuando, a los cuarenta años, me sentí impulsado a salir del pequeño rincón retirado en donde había vivido a orillas del Ganges, para hacer alguna cosa útil, me resolví a educar niños. Y no porque yo creyese que tenía un talento particular para enseñarlos, sino porque me parecía que tenía el secreto para hacerlos dichosos”.
La académica Ivana Graciela Mollo, explica:
“Si Tagore decía que ‘cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando’, escuelas como la suya, hay que darlas a conocer a maestros y profesores durante sus procesos de formación inicial y permanente, para que se inspiren en ellas”.
2. El narrador:
Por su valor psicológico y el alcance social, las novelas de Tagore han tenido casi la misma popularidad que su poética:
Naufragio: novela que muestra las costumbres de la India moderna. La psicología de sus personajes y sus comportamientos, son extraños a la mentalidad occidental.
A cuatro voces: relato escrito con espiritualismo, lírica y un poco de ironía y humor. Cuenta la historia de un hombre que solo busca su perfección, y la de una mujer que busca atraerlo. Al fin, ella comprende cuál es el ideal del protagonista y se aleja. A Satish, el personaje, la mayoría de los estudiantes lo menosprecian por la única razón de parecerse a sí mismo:
“Era siempre de una extremada reserva y su sosiego exterior daba solo la medida de la profundidad de su emoción”.
A ellos les dice Satish: “¿Tenéis polvo en los ojos? Pues es mejor no frotarlos”. “¿Os hieren las palabras? Es mejor no responder a ellas”. (pp. 11-45)
La hermana mayor: un conjunto de cuentos, el primero de los cuales da su nombre al libro. Siete cortas narraciones en las que, por el fondo y por el estilo, Tagore brilla como gran maestro de la narrativa.
Tal vez el de más alcance por los toques nostálgicos, por los juegos de parábolas y por la musicalidad de su lenguaje es el cuento: La escalera del río (p. 55).
Tagore recibió el Nobel de Literatura en 1913, la primera vez que el premio fue otorgado a un no europeo.
3. El dramaturgo:
El drama Chitra fue inspirado en un episodio del libro de El Mahabharata; Arjona, un peregrino que cumple una penitencia, llega a Manipur, y allí, por fuerza de las circunstancias se une a Chitrangada y le da un hijo. Poco después, Arjona abraza amorosamente a su esposa, se despide de ella y del Rey, y continúa su peregrinación.
Ciclo de primavera: una comedia en cuatro actos, en donde Tagore dice al comienzo:
“Dedico este libro a mis niños de Santiniketan, que han abierto la fuente de la juventud, oculta en el corazón de este viejo poeta”.
4. El autor de cartas:
En 1920, Tagore escribía, para presentar sus cartas recogidas con el nombre de Entrevisiones de Bengala, escritas entre
1885 y 1895:
“Las cartas… fueron escritas en el período más fecundo de mi vida literaria, cuando, gracias a mi buena suerte, yo era joven y poco conocido. […] En posesión de una juventud exuberante, yo pensaba que el escribir cartas…. era una deleitable necesidad. Es esta una forma literaria poco frecuente, solo posible cuando un exceso de pensamiento y de emoción se acumula”.
Dichas cartas poseen un alto valor literario, en parte, por una prosa limpia, serena, que nos muestra un paisaje, una ciudad, un hombre, con el mismo grado de belleza estilística.
5. El filósofo:
En el libro Aves errantes, Tagore parte de la lírica para retomar el asunto de la búsqueda del amor y de la vida; es la lírica al servicio de una idea: llegar a la comunicación humana mediante la forma poética.
En la Introducción, escrita para la segunda edición por Osvaldo Svanascini en 1956, leemos lo siguiente:
“En su infancia, ya, el sentimiento hacia las cosas vivientes, y debió despertar una intuición que fortalecería la fe de su vida. Y comenzó a realizar el descubrimiento de la naturaleza. Creció entre maestros serios pero corteses que orientaron su infancia con alguna rigidez”.
De este maravilloso libro, tomamos algunas reflexiones:
- “El dolor se sosiega hasta hacerse paz en mi corazón, como el atardecer entre los árboles silenciosos”.
- “Doy gracias porque no soy de las ruedas del poder, sino uno de los seres vivientes que ella destruye”.
- “Dejad que la vida sea hermosa como las flores del estío, y la muerte como las hojas otoñales”.
Pájaros perdidos: un libro muy corto; es una fina red de pensamientos; tomamos algunos:
- “Mi corazón se mustia en silencio y no sé decir por qué. Son cosas pequeñitas que nunca pide, ni entiende, ni recuerda”.
- “Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande”.
- “Los que lo tienen todo, y no a ti, Señor, se ríen de aquellos que no tienen nada sino a ti”.
6. El poeta lírico:
En 1913, Tagore recibió el Premio Nobel de Literatura por su intensa y fecunda producción literaria.
En su fondo y en su forma, su poesía es dada a los juegos simbólicos, característica de la literatura hindú. Muchos de sus libros fueron vertidos al español por la esposa de Juan Ramón Jiménez, Zenobia Camprubí. Entre ellos:
La cosecha: posee todo el encanto lírico y la fortaleza de espíritu para mantener la serenidad. De este tomamos:
- “Señor, no pida yo nunca estar libre de peligros, sino denuedo para afrontarlos. No quiera yo que se apaguen mis dolores, sino que sepa dominarlos mi corazón…. No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso”.
En su refugio de Santiniketan, entre 1903 y 1910, escribió el más lírico de sus libros, Gitanjali (“Ofrenda lírica”), como expansión íntima de su alma. Obra que lo hizo visible y notable en Europa, y luego, al mundo entero, que leyó estos textos de lirismo trascendental, en los que Tagore trasciende la naturaleza hasta alcanzar la anhelada exaltación espiritual.
El escritor André Gide, traductor de Tagore en Francia, declara: “En ninguna literatura he encontrado acento más solemne y más bello”.
De esta obra tomamos los siguientes textos:
-II-
"Cuando Tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo...
Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro….
Sé que Tú te complaces en mi canto, que solo vengo a Ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría.
Y canto… y olvido quién soy, y te llamo amigo, a Ti que eres mi Señor. (p. 6)
-XIX-
Si no me hablas, recogeré tu silencio y llenaré con él mi corazón. Esperaré confiado, la cabeza inclinada, hermanándome con la noche en su vigilia estrellada. Con certeza llegará la mañana: se desvanecerán las tinieblas y tu voz se esparcirá por el cielo en rumorosos ríos de oro. Tus palabras, entonces, ascenderán en canciones y tus melodías estallarán en flor y coronarán todas mis arboledas. (p. 15)
-XLVI-
No alcanzo a saber desde qué tiempos tan lejanos vas acercándote a mí. Tu sol y tus estrellas no podrán esconderte de mí para siempre.
En noches y mañanas singulares he oído el ruido de tus pasos…
No sé por qué mi vida está hoy conmocionada, y una estremecida alegría corre por mi corazón.
Como si hubiera llegado la hora en que yo pueda abandonar mi tarea, siento débilmente en el aire un vestigio perfumado de Tu Inefable Presencia. (p. 30)