Homilía del domingo 21 del tiempo ordinario-Ciclo C, correspondiente al 25 de agosto
Todavía hoy en la basílica de Belén hay una puerta más pequeña que las demás, llamada aguja, por la que se puede ingresar solo uno por uno para adorar al dios-encarnado que es Jesús; quien continuará siendo puerta estrecha y única en el camino hacia la cruz, en Jerusalén. Uno a uno significa además que son personales e indelegables las responsabilidades del seguimiento de Jesús. “A los que se salven los enviaré a diversos países… que nunca han oído hablar de mí ni han visto mi gloria; allá entre los paganos me glorificarán… y de todos los países y los hermanos de ustedes, los israelitas (ahora nosotros los creyentes) los escogeré para que sean sacerdotes y levitas “Es promesa que hace el Señor” (primera lectura)
Otras formas de seguimiento son puras ilusiones religiosas o expectantes caminos moralistas de esfuerzo personal que no tienen nada que ver con la fe: “¡Pero estuvimos comiendo y bebiendo juntos! ¡tú enseñaste en nuestras plazas! No los conozco, ni sé de donde vienen” (evangelio). Los alegres y nutridos grupos que en su “ego religioso” estaban convencidos de pertenecer al reino, excluyendo otros; quedaron en un grupo de angustiosos suplicantes ante Jesús; sin saber que la puerta estrecha era Jesús, el evangelio.
El número no cuenta
Un desconocido le preguntó: “Señor en verdad que son pocos, los judíos que se salvan”; sabiendo que todos se salvaban por la circuncisión; a Jesús, más que el número, le interesaban las condiciones simbolizadas en “la puerta estrecha que es angosta”; por no tratarse de una multitud religiosa sino de una comunidad en la fe. En la casa del dueño están sentados a la mesa los patriarcas y los profetas signo de la comunidad de los creyentes.
Las condiciones si…
Ser menos egoístas perteneciendo a una comunidad que está solidariamente al servicio de los demás, sobre todo de los pobres, no niega el carácter gratuito de la gracia, pero si recuerda el precio de la misma, la puerta estrecha. Los dones de Dios son gracia que solo termina en la ayuda al prójimo, particularmente a los más pobres. No son pocos los que en la religión se sienten bendecidos por Dios, haciéndose eco de las bendiciones que cuando más llegan solo a los que queremos: Esas son bendiciones baratas por excluyentes y particulares. “Robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes, caminen por un camino plano, para que el cojo ya no se tropiece, sino más bien se alivie” (segunda lectura). La mayor bendición de Dios es Jesucristo por su misión de estar al servicio de los sufrimientos de la gente; y la mayor bendición de Jesús somos los creyentes que nos parecemos a Él por la compasión con los demás. Sin compasión no hay salvación. La puerta angosta cosecha la justicia, que es la paz” (segunda lectura) En cuantas cesiones no ha sido mejor coger por un sendero peatonal que una Avenida. La puerta estrecha es para no decir nunca “que solo tuvimos buena fe”.
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (13,22-30):
En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».