El músico británico ha recorrido a gran escala las esferas del rock desde los sesentas, tanto con Pink Floyd como en su carrera en solitario. En las últimas décadas ha realizado deslumbrantes conciertos que pocos artistas podrían siquiera igualar.
Luego de la formación de Pink Floyd en 1966 y tras la salida de Syd Barret, se convirtió en pocos años en la mente impulsora de esta máquina sicodélica y progresiva en medio de un sutil y atmosférico hard rock. Los primeros años mostraron a una banda unida con aportes de ideas grupales quizás hasta su emblemático álbum The dark side of the moon, pero luego la imparable creatividad de Waters sorprendía a los demás y el desarrollo de los trabajos venideros se fraguaban en las maquetas que él presentaba, convirtiéndose en el músico que liderara trabajos como Animals, The Wall y su último con el grupo The final cut, en 1983. Luego de un litigio jurídico por la decisión de Waters con acabar Pink Floyd, los integrantes David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright conservarían el nombre mientras Waters quedaría con los derechos de The wall y otros esquemas de su autoría.
La motivación creativa de Waters se inclinó por sus perturbaciones personales como la apatía por el público, la reminiscencia de la muerte de su padre en la segunda guerra mundial y el rechazo al manejo político de las potencias. Ha realizado impetuosos conciertos donde aboga por los derechos humanos, critica las matanzas y apoya la paz.
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Su más reciente objetivo fue contra la política capitalista, como ocurrió en el concierto de Octubre del 2016 ante 300.000 espectadores en México, donde sin tapujos arremete contra el régimen de Donald Trump ante la idea de construír un muro para reducir la inmigración latina, proyectándolo como una charada en su canción Pigs (del álbum Animals).
Y es que el bajista, vocalista y compositor prefiere usar su música como arma para mostrar abiertamente los conflictos que afronta la sociedad actual y así lo hace saber con su reciente trabajo “Is This The Life We Really Want?” donde contextualmente es rabioso, ahonda en temas de las crisis de refugiados, el creciente individualismo, la injusticia, la indiferencia, el enfermizo consumismo y en general una crítica social que al leer las letras podría tener varias interpretaciones, pero que como sujeto activista se pregunta si es la vida que realmente deseamos.
En sus 54 minutos de duración, este trabajo tiene varias influencias de Pink Floyd como de sus trabajo en solitario, predominando las canciones suaves y melódicos (Deja Vu, The Last Refugee), algunas otras baladas y con sólo algunas más explosivas (Picture That, Bird in a Gale) y destacándose el primer sencillo del album Smell the Roses con un imponente ritmo del bajo y guitarra enérgica. Esta producción nos lleva tema a tema en un viaje conceptual, donde las canciones se entrelazan formando un hilo continuo sonoro que no permite pausar, pero siempre imperando una atmósfera temerosa pero con brillantez. Hay gran variedad de teclados que permiten generar ese abrumador ambiente en la mayoría de las canciones, logrado por el productor del album Nigel Godrich (Radiohead, Paul McCartney) que tuvo todo el control; algo a destacar cuando Waters no delega nada. Este es el artista que desde su obra muestra la caótica sociedad que se entiende más ahondando en su contenido lírico.