Rocío Vélez de P., pionera de la narrativa sutil, veraz y crítica

Autor: Lucila González de Chaves
10 febrero de 2019 - 08:56 PM

La maestra Lucila González de Chaves introduce y valora los saberes de Rocío Vélez de Piedrahíta como autora trascendental

Medellín

Cordialidad, sencillez y firmeza

Yo la conocí. Muchos la conocieron. La llamábamos, de manera cordial, “doña Rocío”. Y a esa sencillez de acercamiento correspondían su destacado talante femenino, lo luminoso de sus gestos, su mirada y sus palabras.

En mis textos escolares, Serie de español y literatura siempre la destaqué como la escritora a la altura de los varones ilustres de las letras.

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La vi de cerca y la escuché con atención, por primera vez, en los nunca olvidados Cafés literarios de los jueves, orientados y convocados por el periodista, catedrático y escritor Juan José García Posada. Me encontré, de repente, con una mujer realmente escritora, brillante en sus conceptos porque se sabía dueña de sus ideas y de sus palabras. Esta firmeza en el pensar, su fluidez en el hablar y su vasta cultura la llevaron a ser miembro de la Academia Colombiana de la Lengua.

Vocación de escritora

Doña Rocío (1926 – 2019) fue escritora por vocación, por temperamento y por estudio. Alimentó sus devociones literarias con la cátedra, las conferencias, los foros, los seminarios, iluminantes todos, por la profundidad de los conceptos y la agudeza relampagueante, a veces satírica, de su humor creativo.

Fue cuentista, novelista, lectora y escucha crítica, historiadora, periodista y una excelente estudiosa e intérprete de la música clásica; especialmente Beethoven, al que interpretaba con brío y sentimiento. Todos estos aspectos son su sello inconfundiblemente personal, además de la honda vibración humana que en todas sus obras palpitó.

A todo ello hay que agregar: su sentido de la realidad, de lo concreto, gracias a su aguda observación, su elegante y contenida ironía, su paciente y honesto análisis, su innata psicología y un fino humor, elementos diferenciadores y característicos de su estilo como novelista pionera.

Los personajes de sus obras están llenos de urgencias realistas y de centelleos instintivos. Los problemas que afrontan son jirones de la vida diaria. Todos hablan de hondas inquietudes sentimentales y sociales, que son desgarramientos interiores.

Una mujer escritora, “discípula” del gran Molière

Al estilo de Molière, observando a los seres humanos y a la sociedad, escribió sus insuperables novelas: La tercera generación, El pacto de las dos rosas, El hombre, la mujer y la vaca. Obras que retratan toda una sociedad de la segunda mitad del siglo XX.

Fustiga los vicios y costumbres de una sociedad vacía, ajena a los valores espirituales e intelectuales que no le encuentra sentido a la existencia. Así lo afirma el subtítulo de su obra: La tercera generación: “episodios de una mujer sin vida”.

Si leemos detenidamente el epígrafe con que empieza la desilusionadora historia de Lucerito, Junior y doña María Josefa, nos daremos cuenta del hondo contenido sociocultural de sus obras: “Cuando veo los que suben y los que bajan en la escala social, observo que los que suben llevan alpargatas, y los que bajan zapatos de charol”. (Leroy-Beaulieu).

Una mujer antioqueña abrillanta la literatura de un país

El libro El hombre, la mujer y la vaca retrata al rico hacendado, para quien cuentan más sus vacas de raza, que su esposa e hijos. Entre él y su familia se levanta un muro: ¡la admiración por una vaca “holstein”!

 Veamos el primer párrafo:

“Alfredo de Musset, en su famoso soneto a Víctor Hugo, dice que en este bajo mundo es preciso amar muchas cosas, para saber al fin cuál es la que nos gusta más. Pues bien: Don Antonio, después de haber amado con entusiasmo el deporte, el dinero, las mujeres y los negocios, por allá a los sesenta años resolvió que definitivamente lo que más le gustaba en el mundo, eran las vacas. Sobre todo las vacas lecheras. Y entre ellas, Amapola, la ‘Holstein’ cuya vida valía más que la de una mujer”.

La novela La Cisterna es la vida de una mujer de la clase media, adinerada, que padece todas las angustias provenientes de no haberse adaptado a su medio social y familiar. Esta obra es una crítica a la sociedad contemporánea y a algunas de sus instituciones más importantes.

La Guaca, novela cuyo marco espacial es mixto, ya que es, simultáneamente, relato rural y urbano. Su conflicto es un secuestro con todo lo que esto conlleva: angustia, sobresaltos de la familia, despliegue de actividades por parte de los cuerpos de seguridad y de la buena voluntad de una sociedad que con sus “pistas” casi siempre falsas, entorpece la labor de rescate y aumenta la expectativa y el dolor del hogar ofendido.

Y lo de siempre, el principio de la solución, y ella lo dice irónicamente: “el coronel recomendó sigilo, prudencia, reserva, discreción”.

Obra en la que hay suspenso, emoción, análisis, sátira, crítica; dolorosa estampa de la atroz violencia, esa dolorosa historia de nuestro país.

La obra narrativa más extensa de doña Rocío es El Terrateniente, de la cual, ella dice: “Lo que aquí se relata -con personajes y lugares ficticios- es lo que se esconde en Antioquia detrás de la simple expresión “abrir fincas”. Por ser una aventura que se realizó en el silencioso batallar de individuos ajenos a la publicidad, y sobre todo porque enriqueció a muchos de ellos, no despertó en el país que beneficiaba, ni asombro, ni mucho menos, reconocimiento.

La generación que se internó en el monte entre los años veinte y treinta, presenció durante su vejez cómo la culminación de su empresa coincidía con una revolución social que -debido al atraso de las leyes agrarias y al usufructo inmerecido de la tierra por algunos ciudadanos urbanos- distorsionó sus esfuerzos y ahogó en la animadversión general uno de los movimientos más espectaculares que se hayan realizado en el país”. (p.9)

Con esta novela, doña Rocío ocupó el segundo puesto en el Concurso Nacional de 1978 (España); y con ella, la mujer latinoamericana se hizo visible más allá de las fronteras patrias.

Sus crónicas recopiladas con el título de Entre nos, son otro regalo para el espíritu: risueñas fotografías de los aconteceres en la vida del país y en el común vivir de las familias. El escritor Abel Naranjo Villegas conceptuó: “Las calidades de su prosa la colocan entre los grandes escritores de Antioquia, […]. Por las dotes de su ingenio pertenece a la pura línea vernácula de Carrasquilla y Efe Gómez, con una riqueza de vocabulario y de sintaxis realmente envidiable”.

Una mujer fustigadora de lo que no es literatura infantil

Fue una experta en literatura infantil. En la introducción de sus libros Guía de literatura infantil, se expresa con autoridad: “El niño afortunado que encontró cupo en una escuela, recibe clase todo el día y tiene, además, que hacer tareas, no resiste que en las horas de reposo lo sigan instruyendo. Se niega: le da dislexia que es una manera de bloquearse. Entre los factores […] debe figurar en primera fila, el deseo del niño a divertirse sin esfuerzo intelectual, leer repasando, sin retener, sin aprender. Tal y como los adultos que, cuando están fatigados no leen los Sueños de don Marco Fidel Suárez, sino novelitas policíacas.

Para que un libro sea un buen libro para niños, tiene que ser un “buen libro” a secas, y reunir las condiciones de las obras literarias de calidad.

No es lo mismo “literatura para niños” que literatura deliberadamente pueril y tonta, sin ambiciones literarias, donde se acude al vocabulario reducido, dizque ‘para que entienda’. Con el criterio de limitar el vocabulario para que el niño entienda, se comete un contrasentido: si nunca oye palabas nuevas, nunca conocerá palabras nuevas”.

Méritos y reconocimientos

En 1980, doña Rocío recibió la Medalla “Trabajador de la Cultura”, impuesta por el Instituto de Integración Cultural. En 1979 representó a Colombia en el Seminario sobre Edición de Libros Infantiles y

Juveniles, organizado por la Unesco y el Cerlal. Fue miembro destacado de la Comisión de Paz en el gobierno del doctor Belisario Betancur; experiencias de las que queda un libro. Ingresó con honores a la Academia Colombiana de la Lengua.

Doña Rocío y su capacidad analítica-literaria

En su obra de crítica literaria: Comentarios sobre la vida y la obra de algunos autores colombianos, presenta análisis serios de quienes en la época de la Colonia, se distinguieron como escritores: Juan Rodríguez Freile, Hernando Domínguez Camargo, Lucas Fernández de Piedrahíta y la Madre Josefa del Castillo.

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¡Nos duele su ausencia, Doña Rocío!

En su honor y en agradecimiento por su afecto y su gentil valoración de mi trabajo como maestra y escritora, expresados en sus dedicatorias en cada uno de sus libros que guardo con amor y admiración, transcribo el inmenso soneto (un clásico alejandrino) de Jorge Robledo Ortiz al inmortal maestro de las Sinfonías, que tantas veces ella, pianista por vocación, interpretó:

 

BEETHOVEN

Beethoven está al piano: trepida el universo;

Despavoridos dedos pulsan la tempestad.

Por el teclado cruza la negación de un beso

Y es una garra el genio contra la soledad.

 

La angustia que golpea los muros del cerebro

Se fuga por las manos buscando libertad.

Un látigo implacable restalla en el silencio

Y galopan los potros de la inmortalidad.

 

Beethoven está al piano: explota el pentagrama.

Cada golpe es espuela, es incendio y campana,

Epicentro del alma, grito de rebelión.

 

El tímpano está en sombras. Hay noche en cada nota,

Pero Beethoven sabe que de sus dedos brota

Toda la luz del cosmos para alumbrar a Bonn

 

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