Esto no se ha terminado aún, creo que, aunque hemos ganado mucho también perdimos.
Medellín, 1 de junio de 2020
El 30 de marzo escrbí una carta con fecha del 1 de junio, donde me imaginaba cómo sería salir del confinamiento, cómo encontraría la ciudad, cómo sería volver al trabajo y lo más valioso, el reencuentro con los seres queridos. Me voy a permitir traer apartes de esa carta y ustedes juzgarán si las cosas son como dos meses atrás las imaginé. “Hemos cruzado la otra orilla, después de estas largas semanas de cuarentena, encierro y confinamiento voluntario, superamos juntos el agresivo virus y con él, nuestro individualismo, nuestra indiferencia, nuestro egoísmo”. Tamaña pretensión y quizá un sueño al parecer utópico pretender que en pocas semanas ibamos a destruír los monstruos que tanto nos han hecho daño. Quizá, ocho semanas después nuestro más indefenso monstruo es el covid-19. Ni él logró acabar con el individualismo que nos aisla, la indiferencia que nos endurece el corazón y el egoísmo que no nos permite ser mejores seres humanos. “Realmente, siento que hay un renacer. Hoy en la mañana, opté por caminar un poco, desde casa hacia el trabajo. Ver el cielo azul de Medellín, ver el horizonte y no ver la ciudad contaminada como antes es un motivo de profunda alegría. Que bello es sentir que podemos caminar, que podemos respirar, que los rostros de las personas están resplandecientes. No puedo dudar que esta Medellín me gusta más.” De acuerdo. Hoy 1 de junio he salido a caminar, sin duda nuestra naturaleza descasó un poco, el medio ambiente pudo respirar, nuestra fauna se integró más a la ciudad. Sin embargo, cuando veo los rostros de las personas, el servicio público agresivamente conduciendo por la ciudad la esperanza se me acorta, no entendimos que finalmente la amenaza seguimos siendo nosotros mismos. Sin embargo, hemos aprendido mucho: “Aprendí que no necesito de mucho para estar bien. Aprendí a conocerme más en mi propio espacio y desde mi silencio. Aprendí a valorar mi propia creatividad para cocinar, para inventar recetas, para liberarme de la desidia y la soledad y usar mi imaginación. Les confieso que nunca antes había hablado conmigo mismo tanto como en esta oportunidad y, por cierto, tengo miedo a perder estas conversaciones conmigo mismo. Después de estas semanas comprendí que ustedes, mis queridos amigos y familia son realmente importantes, no era que no lo supiera, es que realmente valoro mucho las llamadas, los esfuerzos por estar juntos, el ánimo mutuo que nos dimos, el tiempo que le gastamos a no hablar de nada diciéndolo todo. Sabía que ustedes eran importantes, ahora se que son imprescindibles. Duró mucho tiempo en construir la idea que no necesitaba de nadie porque podía bastarme conmigo mismo, me creí el cuento de ser todopoderoso, creí que realmente era autosuficiente y realmente entendí que no. Este tiempo fue oportuno para destruir muchos de esos imaginarios, mitos, videos que yo mismo había construído. Ahora, recuerdo cuando las cifras de los noticieros anunciaban que los muertos dia a dia eran cada vez más, que los infectados crecían, que escaseaban los medicamentos, las mascarillas, los respiradores y las camas de los hospitales, me dí cuenta que era vulnerable, que yo podía entrar a engrosar esas cifras y, sentí miedo.”
“Llegando a la universidad empecé a ver, de una manera diferente, a cada una de las personas que trabajan conmigo”. También he de decir que los aprendí a conocer más y que gracias a esta distancia he logrado comprender mucho algunos comportamientos, inclusive, el nivel de pertenencia y compromiso por el trabajo. Sin duda ellos también me conocieron más a mí, seguramente también comprendieron más mis dolores y angustias. Aún hoy espero ese día en que pueda decir como hace 2 meses que “Nunca había sentido tanta felicidad por verlos, los quería abrazar, les quería decir que realmente eran importantes y que los había extrañado mucho”. Indudablemente “le doy gracias a Dios por este tiempo, sin duda fue también un tiempo de Dios, de encuentro con él, de diálogos pendientes, de entender que, en medio del miedo, la frustración y la indefensión, Dios siempre será ese lugar seguro al que podré acudir siempre, sin horarios, sin condiciones, desnudando el alma para encontrarme cara a cara con Él”.
Después de estas semanas reafirmo mi alegría por saber que mi familia y amigos, junto a sus familias están bien. “Valió la pena ser responsables con nuestro cuidado y el de los nuestros, sé que ustedes también tendrán en este día muchas cosas que agradecer y reconocer aprendizajes. Todos aprendimos de esto y ahora estamos juntos para contar la historia”. Esto no se ha terminado aún, creo que, aunque hemos ganado mucho también perdimos. Perdimos la oportunidad de salirnos de esa normalidad que tanto daño nos hizo y a la que muchos añoran volver. Perdimos tiempo para reconciliarnos con la naturaleza las personas que nos rodean. Perdimos la posibilidad de soñar con una nueva forma de funcionar socialmente. Perdimos la oportunidad de poder aprender de otra forma. Quizá aun estemos a tiempo, siempre mientras respiremos el mismo aire estamos a tiempo. No nos engañemos más y veamos con optimismo lo nuevo, lo que puede ser, atrevámonos a soñar que las cosas pueden ser diferentes, mucho más sencillas, simples y por lo tanto mejores. “Recuerdo que el día en que el Papa Francisco hizo la bendición Urbi et Orbi, sus gestos, su cercanía, la liturgia y sus palabras hicieron en mí un eco muy especial. Ahí, en ese momento sentí que realmente me estaba renovando, que el miedo no me podía vencer y que al final del camino, uno con su Dios se hace más fuerte.” Vamos hacia delante, todo esto pasará, la economía se recuperará y no dejemos pasar la oportunidad de ser mejores.
“Un abrazo, los quiero mucho y espero verlos pronto.”
Fraternalmente,
Ricardo Ernesto Torres Castro