Son muy pocos los colombianos capaces de matar siquiera una mosca, pero toleran que una camarilla de exaltados, de manera sistemática y paciente, vaya ocupando, sin resistencia, posiciones decisivas.
Si conformidad, tolerancia y paciencia en las adversidades componen la virtud personal de la resignación, en la vida política esta es un alarmante vicio, porque conduce a la pasividad y a la indolencia. El nuestro, cada vez más, es un país resignado, conformista, tolerante y paciente frente al desorden moral, jurídico y político. La gente es buena, amable, cordial, jovial y festiva. Son muy pocos los colombianos capaces de matar siquiera una mosca, pero toleran que una camarilla de exaltados, de manera sistemática y paciente, vaya ocupando, sin resistencia, posiciones decisivas.
La primera rendición se presentó en la universidad pública. Agradecidos con la muchachada que colaboró en la caída del general Rojas, los políticos del Frente Nacional dejaron hacer y deshacer a los sedicentes “líderes estudiantiles”. El enorme incremento de la matrícula universitaria no estuvo acompañado de la correspondiente dedicación al estudio que era de esperar. Al contrario, fueron años de huelgas, pedreas y desorden, mientras los gobiernos inventaban la mal llamada “autonomía universitaria”, para no intervenir, situación que tiende a repetirse ahora…
Se nos dice que no debemos preocuparnos porque la indoctrinación dizque ha fracasado, puesto que los egresados solo aspiran a la comodidad burguesa, pero no se tiene en cuenta el daño social de una “intelligenzia” que odia, en el fondo, el sistema, y que está siempre, mentalmente, del lado del desorden y la negación. ¡Que ocho millones hayan sido capaces de votar por Petro mucho tiene que ver con la desorientación que viene con esa inculturación!
Poco tiempo después, la sociedad se resignaría a perder otros frentes como el sindical. Dos sectores cruciales, el magisterio y la justicia, se convirtieron en baluartes de la extrema izquierda. Empezó la indoctrinación desde el bachillerato, mientras la justicia, politizada pero privilegiada salarialmente, descendió hasta el último peldaño en la apreciación ciudadana. La indiferencia frente a estos vitales sectores es absoluta. Cada gobierno intenta, sin éxito, reformas inocuas de una justicia que exhibe noventa y pico por ciento de impunidad, y la duración “normal” es de entre cinco y diez años para cualquier proceso, a menos que se necesite con urgencia un fallo político, porque estos sí se pronuncian con celeridad y sobre bases fantásticas.
En las líneas anteriores no hemos tratado de la ideología de género —tolerada hasta por la Iglesia—que destruirá todo el tejido moral y social; y la JEP, enclave estalinista dentro de un Estado “liberal y burgués”, que tiene muy poco de tribunal y mucho de checa. Por estos días a ningún medio de comunicación le ha dado pena celebrar con pomposos reportajes el primer año de operaciones de ese bien remunerado engendro.
En los últimos años, la sociedad colombiana se ha resignado también a tener los medios masivos al servicio de la extrema izquierda. Sus dueños capitalistas los han dejado a merced de los columnistas, cronistas y guionistas más sesgados, mientras los nuevos órganos digitales van por la misma senda.
En Colombia poco falta para el completo dominio cultural de la sociedad, dentro de un claro esquema gramsciano. Por eso, la “comisión de la verdad” avanza, sin tropiezos, hacia el cambio de la historia, que se introyectará a través de la obligatoria “cátedra de la paz” en los once grados.
Por desgracia, el amable lector no podrá, rebatirme, como sería mi deseo, porque en los últimos 50 años no he presenciado ninguna reacción decidida, salvo durante los dos periodos de Álvaro Uribe, cuyas labores de recuperación del orden público y lucha contra la emergencia del narcoestado fueron anuladas mediante la entrega a los subversivos, incluyendo el robo de un plebiscito, delito ejecutado por Congreso y “Altas Cortes”, y tolerado por la sociedad como otro “hecho cumplido”.
La permanente indiferencia frente a la paulatina ocupación ideológica también se nota frente a la cátedra marxista que se ha apoderado de las universidades privadas, el avance de la teología de la liberación dentro de la Iglesia, y la emasculación de las Fuerzas Armadas, antes de citar otros tres frentes:
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Mientras Uribe es tratado de irresponsable por buena parte de los editorialistas, por observar que el carro-bomba en la Escuela General Santander es consecuencia del narcoterrorismo, los medios sufren por el “adiós a la paz completa”, pero ninguno considera irresponsables a los comandantes del Eln, que seguramente volverán a la mesa…
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Si el gobierno de Cuba no entrega a sus secuaces del Eln, el nuestro está obligado a romper relaciones diplomáticas con La Habana.