Niños, niñas y jóvenes que cargan con el peso de la violencia evidencian, de entrada, problemas emocionales y psicosociales que emergen en el contexto escolar
Luz Yesenia Moscoso Ramírez*
América Latina no ha logrado librar la batalla contra la violencia y sigue ostentando el título de ser la región más violenta del mundo: según cifras del Banco Mundial, concentra 23,9 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2012, comparada con regiones como Africa con 9,4, América del Norte con 4,4; Europa con 2,9 y Asia con 2,7.
Adicionalmente, diez ciudades latinoamericanas se encuentran en el ranking de las más violentas del mundo en una lista de 50 publicada en 2017 por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México. Por otro lado, el último informe de homicidios de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) mostraba en 2014 que el 43% de todas las víctimas de homicidios en el mundo son jóvenes entre los 15 y 29 años de edad y el 7,9% de las víctimas son niños entre los 0 y 14 años.
Si bien se trata de una problemática compleja que sin duda debe ser abordada desde distintas dimensiones políticas, sociales y económicas, la educación juega un papel fundamental allí, no solo porque aporta un grano de arena en la construcción de sociedades más pacíficas, sino porque es en sí víctima de lo que significa desarrollar procesos de convivencia y aprendizaje en este tipo de contextos. Es la escuela la que vive de primera mano los efectos que la violencia en todas sus tipologías trae consigo, es en ella donde se ven reflejadas las dinámicas sociales y es en ella donde la comunidad educativa trabaja arduamente para proteger derechos fundamentales como el derecho a la vida y a la educación.
Niños, niñas y jóvenes que cargan con el peso de la violencia evidencian, de entrada, problemas emocionales y psicosociales que emergen en el contexto escolar. Además, al interior de la escuela se presentan dinámicas que reproducen escenarios de violencia y exclusión, emulando el contexto donde se desarrollan. Como consecuencia, quienes pese a todo aún asisten a la escuela, desarrollan bajos niveles de autoestima, menor desempeño académico y menor capacidad de resiliencia y convivencia.
Acciones punitivas establecidas por algunas políticas educativas, como era de esperarse, no han tenido los resultados esperados y, por el contrario, generan prácticas de exclusión y segregación hacia los estudiantes que no se adaptan a un marco de comportamiento esperado.
Sin embargo, en los países de la región hay un creciente interés por diseñar e implementar estrategias innovadoras que permitan generar condiciones para el ejercicio de la ciudadanía y enseñar y aprender a convivir en ambientes dignos para el aprendizaje que garanticen una educación de calidad que forme ciudadanos éticos y comprometidos con la construcción de sociedades más justas y democráticas.
En este sentido, desde la Fundación Empresarios por la Educación, como representantes en Colombia de Reduca, la Red Latinoamericana por la Educación, invitamos a las instituciones educativas que han logrado superar estas dificultades, que han mejorado los contextos escolares generando espacios de participación y diálogo con los estudiantes y actores de la comunidad educativa, desde la responsabilidad compartida que atraviesa todas las áreas e instancias escolares (directivos, docentes, estudiantes, familias, personal administrativo), que han fomentado en los estudiantes su desarrollo moral y ético de tal forma que les permita avanzar emocional y cognitivamente para tomar decisiones cada vez más autónomas y realizar acciones que reflejen una mayor preocupación y empatía por los demás y por el bien común, a presentar su experiencia en el Reconocimiento a Prácticas Innovadoras en Educación REDUCA 2018: cuyo eje temático para este año es justamente el clima escolar.
De igual forma, nos unimos al llamado latinoamericano de no dejar solas a las escuelas e instituciones en la titánica tarea de garantizar las condiciones necesarias para que cada niño, niña y joven pueda no solo acceder a la escuela, sino también estar en ella de manera plena como sujeto de derecho, esto es, permanecer y participar en ambientes seguros y democráticos.
*Asesora en la línea de incidencia de la Fundación Empresarios por la Educación, una organización de la sociedad civil que conecta sueños, proyectos, actores y recursos para contribuir al mejoramiento de la calidad educativa.