Un escritor de las dimensiones (universales, diría yo) de Rafael Pombo, es un verdadero tesoro para padres, maestros y pedagogos juiciosos
Un escritor muy nuestro, para fortuna de Colombia y América, es José Rafael de Pombo y Rebolledo, conocido en el mundo literario, simplemente como Rafael Pombo. Para empezar a dimensionar al padre de la literatura infantil, leamos su poema, El niño y la mariposa: “Mariposa, vagarosa / rica en tinte y en donaire / ¿qué haces tú de rosa en rosa? / ¿De qué vives en el aire?/ Yo, de flores y de olores, / y de espumas de la fuente, / y del sol resplandeciente / que me viste de colores / ¿me regalas tus dos alas? / ¡Son tan lindas! ¡te las pido! / deja que orne mi vestido / con la pompa de tus galas / tú que tienes tanto traje, / ¿Por qué quieres un ropaje / que me ha dado Dios bendito? / ¿De qué alitas necesitas si no vuelas cual yo vuelo? / ¿Qué me resta bajo el cielo / si mi todo me lo quitas? / Días sin cuento / De contento / El Señor a ti me envía; / Mas mi vida es solo día, / No me lo hagas de tormento / ¿te divierte / dar la muerte / a una pobre mariposa? / ¡ay! quizás sobre una rosa / Me hallarás muy pronto inerte. / Oyó el niño / Con cariño / Esta queja de amargura, / Y una gota de miel pura / Le ofreció con dulce guiño / Ella, ansiosa, / Vuela y posa / En su palma / sonrosada, / Y allí mismo, ya saciada, / Y de gozo temblorosa, / expiró la mariposa”.
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Aunque este es de los poemas menos conocido de Pombo, sirva él para exaltar las virtudes de la poética infantil, definitivas en la visión estética y conceptual del mundo en el niño, y que, de adulto, será referente necesario de comportamientos. Entre las virtudes a mencionar, podemos señalar: la literatura infantil logra transmitir a los niños valores formativos que permiten la configuración de la conciencia moral; incorpora los valores artísticos, la sensibilidad, la capacidad de expresión y una creciente capacidad cognitiva; despierta la creatividad y el buen gusto por la lectura, así como la grata estimulación a la acción y a la inteligencia sensorial. Y fundamenta día a día el dominio creciente de la lengua materna y los conocimientos necesario a cada etapa de la vida, para enfrentar posteriores retos, saberes y responsabilidades.
Me haría extenso al enumerar las virtudes de la literatura infantil, y por ello sólo quiero advertir que un escritor de las dimensiones (universales, diría yo) de Rafael Pombo, es un verdadero tesoro para padres, maestros y pedagogos juiciosos, que entienden que la verdadera formación del ser humano no empieza en la escuela, sino que ocurre desde el vientre materno, y aún antes, como lo argumentaba nuestra poetisa de América, Gabriela Mistral, al advertir que nuestros hijos reciben la carga genética y cultural de sus padres, y que a su vez recibieron de generaciones anteriores.
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Recordemos, pues, en esta fecha, la efemérides del fallecimiento de Rafael Pombo, el poeta de los niños, el padre de la literatura infantil de Colombia, el maestro de maestro en el arte de escribir para niños y ¡cómo no!, también para los adultos inteligentes y sensibles, que saben que su vena humanística, sensibilidad y valor creativo, tuvo origen en la literatura infantil, felizmente cantada o leída por un adulto significativo; mi madre, en el caso de quien esto escribe.
Para ilustración del lector, recordemos que Pombo fue coronado como Poeta Nacional de Colombia, en un homenaje que se le tributó en el Teatro Colón de Bogotá, el día 20 de agosto de 1905. El 6 de febrero de 1912, reemplazó a Manuel María Mallarino, como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, de la que fue Secretario perpetuo. Según Antonio Gómez Restrepo, crítico literario y albacea testamentario designado por Pombo minutos antes de su fallecimiento, el escritor tras la ceremonia se recluyó en cama, decayendo su salud progresivamente, hasta su fallecimiento, ocurrido el 5 de mayo de 1912.