Quebradona es un proyecto de gran minería, que se construiría y operaría con las últimas tecnologías que garanticen la protección de las fuentes de agua y la biodiversidad del territorio, y que además contribuirá a mejorar el denominado capital natural del territorio.
Motivo de gran preocupación es el conflicto surgido en el país entre las grandes empresas mineras multinacionales y las comunidades locales, en razón del interés de las primeras en la explotación de los grandes depósitos mineros conocidos como depósitos porfídicos de oro y cobre, también llamados depósitos diseminados, que se caracterizan por su gran volumen de material a extraer y procesar, pero con bajos valores en contenidos metálicos. Desde el 2004 la multinacional Anglogold Ashanti, ha estado desarrollando programas de exploración geológica en varias regiones del occidente colombiano, mediante los cuales ha descubierto y comprobado los yacimientos mineros de Quebradona y Gramalote ambos localizados en los municipios antioqueños de Jericó y San Roque, respectivamente, a los cuales se agrega La Colosa en Cajamarca (Tolima).
Empezaré con Quebradona un proyecto de la mayor importancia para la subregión del suroeste antioqueño, pero antes quisiera comentar un documento publicado en 2011 por Harvard Business Review-América Latina, intitulado “La creación de valor compartido”, autoría de los profesores Michael E. Porter y Mark R. Kramer, que es un resumen del curso que regularmente dicta la Universidad de Harvard al cual asisten altos ejecutivos de todo el mundo, preocupados por el malestar generalizado contra el capitalismo neoliberal, sin que hasta ahora se vislumbre un sistema que lo releve. El documento que comento empieza por reconocer que el sistema capitalista está bajo asedio, lo que, entre otros efectos, está llevando a la pérdida de la confianza en las empresas, situación aprovechada por una parte de la dirigencia política, pero con amplio respaldo popular, para promover medidas populistas, de derecha y de izquierda, que están socavando la competitividad de las corporaciones y, en consecuencia, minando el crecimiento económico de los países. El populismo, diría el viejo Marx, se propaga como un fantasma por todo el mundo, desarrollado y no desarrollado.
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Para contrarrestar este riesgo populista, la solución que se está imponiendo en el mundo académico y corporativo se basa en el principio de valor compartido, que conlleva crear valor económico de tal manera que simultáneamente también se cree valor para la sociedad: toda una renovación, mejor reinvención, del sistema capitalista que permita liberar una nueva oleada de innovación y crecimiento, similar a como, después de la segunda guerra mundial, lo logró la socialdemocracia europea para salvar el sistema capitalista, amenazado por la expansión del comunismo. Aún es tiempo para reinventar el sistema democrático liberal, desfigurado por el neoliberalismo surgido a raíz de la caída del muro de Berlín, engendro que ha permitido concentrar la riqueza y el poder político en unos pocos privilegiados, combinación nefasta que se está utilizando para poner las instituciones democráticas al servicio de sus intereses.
Por otro aspecto, existe una percepción generalizada de que las empresas prosperan a costa de toda la comunidad, lo que ha generado movimientos heterogéneos que buscan imponer políticas y medidas que destruyen la competitividad y el crecimiento económico de la sociedad. De esto, en parte, son culpables las mismas empresas que entrampadas en un enfoque anticuado de creación de valor, todavía pretenden maximizar el desempeño financiero de corto plazo, pasando por alto la perspectiva de largo plazo. En este escenario, el populismo ha exacerbado el malestar generalizado, desviando las debilidades propias del sistema hacia el mundo empresarial. Hoy las empresas, si quieren permanecer y prosperar, deben liderar procesos que unan los negocios con los intereses de la sociedad, algo similar a lo que significó, en su tiempo, la socialdemocracia. Para contrarrestar el riesgo a que están sometidas todas las instituciones liberales, la solución que se está imponiendo en gran parte del empresariado consiste en crear valor compartido con el entorno social y con el mismo territorio, que se traduzca en mayor bienestar para las comunidades locales donde se asientan las organizaciones corporativas.
Llegó el momento de una nueva concepción del capitalismo, hoy cuando las necesidades de la sociedad son cada vez mayores y crecientes las empresas son las llamadas a dar el primer paso. El nuevo concepto empresarial se llama creación de valor compartido, que va mucho más allá de repartir utilidades entre los accionistas o del viejo concepto, que hoy suena a voluntariado, de responsabilidad social de las empresas. El concepto de valor compartido, que está impulsando Harvard, enfocado a reforzar las conexiones entre el progreso económico corporativo y el de la sociedad, tiene la gran oportunidad de potenciar y detonar la primera oleada de crecimiento global en el presente siglo.
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Se me acabó el espacio sin aterrizar todavía en el proyecto minero Quebradona, definido en sus estatutos como un emprendimiento amigable con los ecosistemas y con su entorno social, en mi concepto un emprendimiento concebido bajo la filosofía de creación de valor compartido. Un proyecto de gran minería que podríamos calificar como de minería responsable, que se construiría y operaría con las últimas tecnologías que garanticen la protección de las fuentes de agua y la biodiversidad del territorio, y que además contribuirá a mejorar el denominado capital natural del territorio. En lo social Quebradona contribuirá, de manera decisiva, al desarrollo económico y social de la subregión del suroeste antioqueño y del país.
En mi próxima columna presentaré detalles técnicos y económicos del proyecto Quebradona y analizaré su compatibilidad con otros usos del territorio, en esencia: agricultura, ganadería y turismo.
P.S: El mayor riesgo para nuestro territorio lo crean las avenidas torrenciales que por razón del cambio climático se hacen vez más frecuentes y catastróficas. Sólo en Antioquia durante la presente temporada de lluvias ya lamentamos los desastres de Apartadó, Marinilla y Jericó. Desde varios escenarios hemos estado insistiendo en que es urgente disponer, cuanto antes, de un modelo para la predicción de riesgos por avenidas torrenciales e inundaciones. En nuestro país la política de gestión de riesgos por desastres naturales se ha limitado a atender la contingencia puntual, y a esperar que suceda la próxima tragedia.