Obrar por el deber hoy se puede entender como actuar obedeciendo el mandato biológico de preservar nuestra especie y nuestra propia vida, que a su vez dependen de la preservación de los ecosistemas
En estos días de recogimiento que ofrecen los finales de año y comienzos del siguiente calendario, he dedicado algún tiempo a releer al pensador prusiano Immanuel Kant, el gran revolucionario de la teoría del conocimiento por el giro copernicano que supo imprimir a la filosofía, que llama Joan Sole en su excelente resumen publicado en la colección sobre los grandes filósofos de la historia, editada por el Periódico El Tiempo, resumen que he complementado con el repaso del libro El pensamiento vivo de Kant de Julien Blenda, que hace parte de una bella edición de Editorial Losada.
En mi concepto, el gran aporte del prusiano a la filosofía fue la superación de la polarización a que habían llevado la filosofía las dos escuelas que dominaban la teoría del conocimiento en los siglos XVII y XVIII: el Empirismo (Hume, Locke, Berkely) y el Racionalismo (Descartes, Leibniz, Spinoza), tema al cual dediqué una de mis pasadas columnas.´
En la obra Crítica a la Razón Pura, Kant descubre que el pensamiento no es una percepción pura de los datos suministrados por los sentidos, sino que son las facultades intelectivas del sujeto cognoscente las que permiten que haya conocimiento. El acatamiento por nuestra voluntad de las normas y principios promulgados por la razón constituye la dignidad del ser humano, lo que en el campo práctico es el fundamento de nuestra moralidad.
En la Crítica de la Razón Práctica el prusiano define su concepción ética, cuya ley fundamental se concreta en la sentencia: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda ser siempre considerada como un principio de legislación universal”. En esta obra Kant muestra como la verdadera filosofía, la que realmente interesa, sea dicho, es la que está orientada a la vida, a la acción y a la posibilidad de mejorar nuestra existencia (la vida buena, que llamaban los antiguos). Bajo este fundamento conceptual, de la más pura ética humanista, se debe enmarcar nuestro compromiso con la protección y defensa de los ecosistemas. Actuar por el deber es el imperativo categórico de la razón, esencia de la ética kantiana, que tiene toda su fuerza en este nuestro compromiso ineludible por la defensa de la vida en el planeta, amenazada por una sociedad neoliberal inmoral, caracterizada por el divorcio de la política, “la buena política”, de la ética, que además de guerras, desplazamientos, inequidad y pobreza para la mayoría de la población, está destruyendo los ecosistemas planetarios, y con ellos la misma vida.
Obrar por el deber hoy se puede entender como actuar obedeciendo el mandato biológico de preservar nuestra especie y nuestra propia vida, que a su vez dependen de la preservación de los ecosistemas, amenazados por el calentamiento global y el consumismo. El extractivismo de los bienes naturales, renovables y no renovables, lo que casi se traduce en arrasamiento devastador, atenta contra la seguridad y supervivencia de las generaciones futuras.
La razón práctica como dimensión ética del ser humano, es el fundamento de la acción individual, colectiva, política y religiosa, entendida esta última no en su sentido tradicional como base de la moralidad, sino como producto de ella.
Para terminar, quiero referirme a un hermoso video, que circula en las redes, donde a raíz del lanzamiento en 1990 de la Sonda Voyager 1 se reproduce el pensamiento del gran divulgador de la ciencia Carl Sagan. Con imágenes de la tierra vistas desde 6.000 kilómetros de distancia, “un pálido punto azul” perdido en la inmensidad del Universo, se nos recuerda que nuestro planeta tierra es el único lugar conocido donde creció y floreció la vida y que, por ahora, será nuestro hogar que debemos cuidar y preservar como únicos responsables, ya que nada ni nadie extraño podrá salvarnos de su destrucción en que estamos empeñados. Así mismo nos llama a ser solidarios y compasivos con el sufrimiento de nuestros semejantes. ¡El imperativo categórico del deber kantiano, visto por la ciencia de hoy!
Un feliz año nuevo 2019, lleno de realizaciones personales y familiares para mis lectores y amigos.