El pasado nos interroga sobre la necesidad de entender e interpretar oportunamente la evolución y transformación de las ciudades, para definir y enfrentar las soluciones de acuerdo con sus necesidades prioritarias, y proceder a desarrollarlas.
Los cambios urbanísticos que ha tenido Medellín durante los últimos años, entre otros: la densificación del área urbana, su notorio crecimiento en altura, el crecimiento de la población urbana y de los ciudadanos que se dirigen permanentemente hacia el centro de la ciudad, las altas congestiones vehiculares, la prolongación de los tiempos de recorrido, las políticas que estimulan el uso de la bicicleta y caminar, caminar, caminar…, son elementos que llevaron a que se planteara desde hace varios años, la necesidad de hacer cambios sustanciales en la circulación urbana en el centro de Medellín.
Desde que se diseñó y construyó la Avenida Oriental y sus obras complementarias, se logró algo que fue muy cuestionado especialmente por algunos arquitectos: el haber estructurado el llamado anillo vial circulatorio del centro de Medellín, conformado por la Avenida Oriental, la calle 58, la conocida como Avenida del Ferrocarril, y la calle San Juan.
En el diseño original de la Avenida Oriental se propuso un separador central verde con arborización en altura, refrescante en todo tiempo, y arborización lateral baja protectora para los peatones, con sus paraderos.
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Éste anillo se desbordó con el traslado de la administración pública a la Alpujarra; además, hacia el occidente y oriente por efectos de la dinámica propia de las ciudades, como el desplazamiento de actividades muy características de los centros urbanos, con nuevos centros de gran atracción urbana. En ese momento se propuso la construcción del bulevar de la Playa.
Ese anillo se complementó con el anillo vial del centro, cuyas vías buscaban ir encerrando el centro histórico de Medellín, ese corazón que allí latía, caracterizándolo, y peatonalizando al máximo la circulación en su interior, alejando, en lo posible, la circulación del vehículo automotor.
Paralelamente, se proponía que en el perímetro exterior del anillo vial circulatorio del centro de Medellín, se adelantara mediante estímulos tributarios para sus propietarios, la construcción de edificios como parqueaderos en altura, con el fin de servir como receptores para los vehículos de todo tipo que tenían como destino el centro de la ciudad, desde los cuatro puntos cardinales.
Los vehículos particulares se dejarían en esas instalaciones. Las líneas de buses urbanos, tocarían tangencialmente el anillo, en donde dejarían en adecuados paraderos a sus usuarios, para regresar de inmediato por sus rutas hasta los puntos de origen.
Esta medida eliminaría la permanencia de buses de servicio en el centro de la ciudad. Los carriles sólo bus serían un deseado complemento para este servicio, que además, descongestionarían y descontaminarían los espacios por donde circulan normalmente.
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Lo anterior, se complementaría con el funcionamiento de una ruta de buses que circularían por el anillo central en ambas direcciones, con el fin de acercar al máximo a los usuarios cuyo destino era al centro de la ciudad y sus áreas vecinas, con recorridos peatonales óptimos.
El centro de Medellín es de todos y para todos, allí late el corazón de la ciudad, y tiene que mostrar una imagen que perdure entre habitantes y visitantes.
El pasado nos interroga sobre la necesidad de entender e interpretar oportunamente la evolución y transformación de las ciudades, para definir y enfrentar las soluciones de acuerdo con sus necesidades prioritarias, y proceder a desarrollarlas.