Es raro para nuestro aparato fonador y, claro, para nuestro cerebro español/castellano pronunciar procrastinar o procrastinación.
Yo sé que es difícil pronunciar esas dos erres del principio, no por ellas mismas, sino porque están al lado de otras consonantes. La melodía del español suena así: (consonante), vocal, consonante, vocal, consonante. Así que es raro para nuestro aparato fonador y, claro, para nuestro cerebro español/castellano pronunciar procrastinar o procrastinación. No sería raro que esa segunda erre desapareciera en quién sabe cuántos años.
A pesar de que es mucho más cómodo pronunciar “procastinación”, la palabra es procrastinación, que nos llegó del latín procrastinatio, -?nis. Esta vieja voz tiene tiene dentro las ideas “adelante y futuro”, que tienen obvia relación con el sentido que le hemos dado: aplazar, diferir.
¿Solamente las vocales se pueden tildar?
La “y” también se puede tildar en unos muy pocos casos. Y son muy pocos porque para eso tenemos la vocal “i”. Sin embargo, en palabras como Aýna (municipio español) o Laýna (es un apellido) hay que poner tilde porque la “y” representa el mismo fonema de la i y hay un hiato que nos obliga (esta última razón es, realmente, la que explica esta tilde: es la misma que ponemos en María o río. Recuerden que este hiato se tilda y que es una excepción de las reglas generales, las de graves, agudas, etc.).
De esas que casi nunca usamos
Vitivinicultura. Todo lo que tiene que ver con el cultivo de la vid y la elaboración del vino. Saben que la vid es una planta y que su fruto es la deliciosa uva.
Yo no creo que una palabra sea en sí misma vulgar y, por lo tanto, tampoco creo en prohibir palabras. Un hijueputazo a tiempo y bien dicho libera la sangre. Miren esta: en mi país preferimos decir “hijueputa”, así, en una sola palabra. En otros, como en Argentina, prefieren hijo de puta. En otros, la forma más vieja: hideputa. El uso escrito más antiguo, porque nunca sabemos cuándo se pronunció por vez primera una palabra, está en un texto de 1499-1502.
Hijueputa, la nuestra, aparece en un texto de 1962, pero, lo sé por mis abuelos, es bastante más añeja.