La polarización en sentido estricto y por tanto correcto es la de ideas es la pluralidad de una verdadera democracia y no son los actos que entendemos desde el odio y violencia
Juan Esteban Álvarez Muriel*
La posverdad (post-truth en inglés: “después de la verdad”) es un concepto que lleva poco tiempo en el diccionario de Oxford, el cual significa: “En relación con, o, que denota circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los que apelan a la emoción y la creencia personal”; la objetividad de los hechos está de más, es banal y su veracidad es relativa, dándosele así más protagonismo a las emociones. Este término toma fuerza por hechos como el Brexit en Reino Unido y la elección de Donald Trump, donde la emocionalidad en las masas fue dominante, y resulta muy acertado cuando de política se trata.
Desde este término se interpreta muy bien la política colombiana, que, si bien puede ser desde acontecimientos anteriores, es clave para realizar una relectura de los hechos que evidencian la reciente y gran polarización que se vive en el país alrededor del acuerdo de paz con las Farc, y que se demostró con cifras en el plebiscito. Pareciera heredar del Frente Nacional un similar conflicto entre dos polos, como entre conservadores y liberales, pero que estando alrededor de quienes apoyan el acuerdo y quienes lo rechazan, hoy esa discusión crece de mano de los aspirantes a la Casa de Nariño y sus sectores y partidos.
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La creciente fuerza de la izquierda, centro-izquierda y movimientos alternativos en el país hace inevitable que se cree analogía y relación con la crisis venezolana y que de ello pueda resultar algo similar; la situación del país vecino es real y se trata de un hecho objetivo, no de una invención. Ante esto, lo que representa la posverdad como mentira emotiva que distorsiona la realidad, parece debilitarse, pues hay completa veracidad de la situación; pero el contraste aparece en que la emoción y creencia personal tiene mayor influencia al crear la relación entre la crisis del régimen de izquierda radical con las propuestas alternativas y ajenas a la derecha, además de la participación política de la guerrilla desmovilizada.
Así entonces, predomina el discurso de las posturas que rechazan todo tipo de ideología alternativa y se modela la opinión pública; figuras y líderes de manera persuasiva y caótica inducen al temor y al odio, tomando de la mano y como recurso estos hechos, que, si bien son objetivos, son externos y ajenos a nuestra realidad sociopolítica. Desde la posverdad se resalta que hay poca conexión entre la objetividad de lo que acontece en nuestro territorio colombiano y la emoción que genera un evento político externo a nuestro contexto entero. Nos enajenamos, nos desentendemos de nuestra historia propia, realidad política, y sucesos y gobiernos verdaderamente responsables del abandono a la sociedad y desigualdad social.
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El reconocimiento de los hechos objetivos propios del contexto colombiano permite dar cuenta de que las verdaderas problemáticas son internas; éstas dependen de cada ciudadano y de quienes poseen y se siguen manteniendo en el poder. Por otro lado, la polarización en sentido estricto y por tanto correcto es la de ideas es la pluralidad de una verdadera democracia y no son los actos que entendemos desde el odio y violencia. Se debe admitir y tolerar lo plural en un país “democrático” que por constitución se glorifica de libre participación política y libertad ideológica.
*Estudiante, Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia