Como productores y consumidores (prosumidores) de información y comunicación debemos rendir cuentas por lo que decimos, transmitimos y retransmitimos
En este espacio escribí el artículo La pared y la muralla, papel del canalla, haciendo alusión de la manera irresponsable como utilizamos las redes sociales para denigrar de nuestros contrarios.
Es hora de empezar a construir una sociedad diferente, basada en el principio responsable de la comunicación social, no como carrera del ejercicio periodístico, sino como el arte de comunicarnos entre los seres humanos, entendiendo aquella, como la define el diccionario suizo de política social, citado por Ramón Sarmiento de la Universidad Rey Juan Carlos: “la comunicación social, en sentido estricto, se define como el conjunto de actos de comunicación destinados a modificar las representaciones, los comportamientos o a reforzar las solidaridades”, de este concepto vale la pena llamar la atención sobre la pretensión de la comunicación como constructora de valores como soporte de construcción de solidaridad, situación teórica, que el hoy está lejos de ese deber ser del relacionamiento dentro y entre los diferentes grupos sociales.
Dice el mismo autor: “los dominios de la comunicación social son: la seguridad; la reducción de las desigualdades: sociales, económicas, educativas; la sensibilización ciudadana; reforzar los lazos sociales de proximidad; la lucha contra las diferentes formas de racismo; la participación activa de los ciudadanos en la vida común; y la gestión de las crisis (catástrofes)”.
Cabe preguntarnos si como constructores de ciudadanía estamos siendo coherentes con la misión de la comunicación social, evaluarnos sí estamos reduciendo las desigualdades e inequidades, en aras de construir tejidos sociales fortalecidos debido a la solidaridad o estamos más bien destruyendo los débiles lazos que en 200 años de vida republicana hemos tratado entrelazar.
Los espacios de comunicación social por muchos años fueron cerrados a la mayoría de los ciudadanos, dejando pocas alternativas para que la gente pudiese comunicar sus ideas, situación que se presenta de manera diferente en la actualidad, gracias a la masificación de la Internet y con ella el auge de las redes sociales que brindan la posibilidad de una comunicación social democrática sin restricciones de opinión, modelo, que es llevado por ejemplo, a los medios de comunicación radial al abrir los micrófonos al público.
Pero ese uso de la libertad de expresión está rayando con el libertinaje, al no hacer un uso responsable de la comunicación social, al escudarnos en el anonimato sin responsabilizarnos de nuestras palabras generamos el efecto contrario.
María del Carmen Fuente, en su artículo Principios y orientaciones para una ética de los usuarios de la comunicación: aportaciones desde la Doctrina Social de la Iglesia, dice, citando a Hamelik: “el consumo mediático debería ser visto, al igual que la actividad de los profesionales de los medios, como una práctica social que implica opciones morales y decisiones sobre las que se deben rendir cuentas”, es este orden de ideas, desde una perspectiva, como productores y consumidores (prosumidores) de información y comunicación, los ciudadanos en la interacción con nuestros pares debemos rendir cuentas por lo que decimos, transmitimos y retransmitimos a través de los diversos medios de comunicación actuales.
Por un ejercicio ético y de responsable, invito a mis amables lectores unirse a una campaña contra las noticias falsas, mensajes falsos y agresivos, pero sobre todo sí este tipo de mensajes son anónimos.
Todos tenemos el poder para dar el paso por un uso responsable de la comunicación social.