El camino hacia la descentralización ha sido largo y dispendioso. Basta citar la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, radicada cerca de veinte veces y que por fin fue aprobada en el año 2011
La semana pasada se aprobó en el Congreso uno de los proyectos de Ley más importantes para la descentralización de nuestro país: la Ley de Regiones. Esta iniciativa, radicada en diciembre del 2017 y de la cual fui ponente durante su trámite legislativo en el Senado, salda una deuda de cerca de 27 años con todos los territorios del país, fortalece a las Regiones Administrativas y de Planeación (RAP), permitiendo su eventual conversión en Región Entidad Territorial (RET).
El camino hacia la descentralización ha sido largo y dispendioso. Basta citar la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, radicada cerca de veinte veces y que por fin fue aprobada en el año 2011. Tuvieron que pasar décadas para que finalmente se desarrollaran estos principios de la Constitución de 1991 que desafortunadamente nos han llevado a un proceso de recentralización que no concluye. Es así como las Regiones actualmente manejan el 15% de los recursos, mientras el Gobierno Nacional el 85% restante. Esto quiere decir que desde un "escritorio" en Bogotá, se planifica el desarrollo y bienestar social de un país de más de un (1) millón de kilómetros cuadrados.
En nuestro país se interrumpió la dinámica de la descentralización. Hoy la transferencia de recursos y funciones de poder institucional a las regiones es muy débil. Por eso, de lunes a viernes, alcaldes y gobernadores en lugar de estar en sus regiones y territorios con sus comunidades, deben permanecer como mendigos en Bogotá. A su vez, los funcionarios del Gobierno permanecen en las regiones resolviendo a las comunidades sus problemas desde lo local.
Lo anterior es esquizofrenia gubernamental y requiere un cambio para que los gobernantes locales lo sean de tiempo completo en sus territorios, planeen su futuro, definan en que van a invertir, siendo verdaderos dueños de su destino, y gobernando a cabalidad en sus territorios con sus comunidades. Además, se debe tener en cuenta que los “talleres construyendo país” empeoran aún más la descentralización, sustituyen la institucionalidad local con la nacional y sustraen a los alcaldes y gobernadores un factor muy importante: legitimidad.
Finalmente, debo agradecer a los 32 gobernadores del país, y en especial, al gobernador del Atlántico Eduardo Verano de la Rosa, por haber depositado su confianza en mí y permitirme ser parte de este proceso que seguramente cambiará el rumbo de país.