Si la política convertida en utopía de burócratas siniestros destruye los lazos humanos creados por el afecto, lo que resta es un mundo sin lealtad al origen.
¿Por qué a causa de diferentes concepciones políticas llegan dos amigos a distanciarse para siempre? Ya en mi niñez fui testigo de las atrocidades cometidas por diferencias insalvables de creencias religiosas no solo entre ciudadanos sino lo peor, entre hermanos o familiares. ¿Matar a otro ser humano a nombre de Dios? ¿Discriminar a una niña a causa de las ideas políticas de su padre? La presencia de esas salvajadas se queda impresa para siempre en el recuerdo de un niño o de una niña, de una madre, como un interrogante que va abriéndose al dolor a medida que con los años la vida nos va descubriendo toda su complejidad, mostrando sus encrucijadas. La mano del amigo certifica la compañía necesaria para enfrentar las tinieblas que los falsos profetas arrojan continuamente sobre el mundo. Hablar por hablar –las inmortales lecciones socráticas de los amigos en las esquinas del barrio- es despojar al lenguaje de cualquier asomo de fatalismo porque cuando a causa de la peor de las cerrazones mentales que es el fanatismo político se cierran las puertas al diálogo, se abre, recordaba Antonio Machado, la irracionalidad extrema del cainismo: las depresiones individuales se manifiestan como un odio cerrado que al negarse al diálogo busca chivos expiatorios en los cuales descargar esa frustración y a nivel de la sociedad estalla en un conflicto irracional entre amigos y hermanos. La justicia no puede limitarse a dar como verdadero lo que informan los soplones, los conspiradores de taberna, esa metodología despiadada que termina por introducir la sospecha en el espacio de lo que fue la confianza. Volvamos con Ortega y Gasset a distinguir entre las ideas que son hijas de la duda, hipótesis sobre la realidad y las creencias que nos acogen cuando el porvenir se ensombrece pero que en la sociedad actual se han transformado en fundamentalismos feroces. Al desaparecer el individuo como raíz de una sociedad libre nace el zombie actual. En una revista fundamental para el pensamiento moderno Le Temps Modernes coincidieron tres grandes pensadores amigos: Sartre, Merleau-Ponty y Camus, una gran amistad que termina abruptamente cuando, como lo narra Simone de Beauvoir en su novela Los mandarines, llega la noticia de la existencia de los Gulags soviéticos, campos de concentración donde mueren cerca de quince millones de personas.
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El dogmático Sartre vota por callar ya “que esta noticia puede ser aprovechada por el capitalismo norteamericano en contra de la revolución” Camus y Merleau Ponty se niegan a ello y la amistad con Sartre se rompe para siempre. Cabrera Infante en un texto estremecedor, Mea Cuba y sobre todo en Mapa dibujado por un espía nos describe lo que más le duele en el momento en que llega a constatar lo peor a su regreso a Cuba: las traiciones de los viejos amigos a nombre de una revolución que lleva dentro signado su fracaso y que hoy, como en una broma, acaba de suprimir la palabra comunismo. A la muerte de Merleau- Ponty, Sartre escribe un texto magistral sobre la amistad perdida, esa tarea permanente de discusión y discrepancia, de lucidez, un ejercicio cotidiano de la contradicción. Sartre comprobará sin llegar a aceptarlo públicamente la caída de ese cruel paraíso comunista. Si la política convertida en utopía de burócratas siniestros destruye los lazos humanos creados por el afecto, lo que resta es un mundo sin lealtad al origen. ¿Escribir en la lengua de los asesinos o desde la desolación de quienes lo han perdido todo? En tiempos así Borges prefirió al amigo invisible.
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P.D La construcción de la democracia necesita urgentemente del aporte crítico de Jorge Enrique Robledo, Sofía Gaviria, Sergio Fajardo.