"Todo lo visible se aferra a lo invisible, lo audible a lo inaudible, lo tangible a lo intangible; quizás lo pensable a lo impensable".
Novalis
Objetos escultóricos vibracionales. Híbridos que cruzan los límites entre ciencia, arte y tecnología, que manejan ritmos, formas, texturas, densidades y frecuencias no audibles. Una instalación que presenta luz, colores, vibraciones y longitudes de onda, como una obra de arte concebidas musicalmente, mezclando rigurosidad con refinamiento estético.
Así la escultora de sonido Alba Fernanda Triana establece un puente entre lo auditivo y lo visual, al interesarse en los elementos intangibles e indagar en lo que no puede ser percibido. La instalación, Polifotonía, expuesta en el Laboratorio de experimentación sonora (Lab3) del Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm) a partir del próximo 5 de diciembre de 2018, consiste en tres esculturas que evocan instrumentos musicales, compuestas por ondas que se despliegan en múltiples voces de luz. Este trabajo ofrece una manera diferente de percibir el sonido, por medio de componentes visuales y vibracionales como vía para establecer un diálogo entre los espectadores y el espacio. El título Polifotonía hace referencia al término musical polifonía (múltiples voces) y foto, el prefijo que alude a la luz.
La artista explora poéticamente los patrones naturales y característicos de las vibraciones, mostrando las propiedades físicas de los objetos en tres esculturas. Cada una de ellas integra una cuerda, un afinador y un parlante. A través del parlante, una señal de audio excita la cuerda, haciendo que esta adopte la forma de una onda sonora simétrica y visible, formada por dos antinodos ovalados. Como en una suerte de lienzo, se refleja una luz que al densificarse gradualmente incorpora nuevas voces. De esta manera, se efectúa un proceso de interacción e interferencia entre las ondas luminosas que se repite cada 23 minutos. Las diferentes frecuencias de una misma pieza se sincronizan periódicamente en grupos o en tutti.
Aunque no se escuchen los sonidos, existe un movimiento musical descrito por cada escultura, precisamente en la amplificación de las vibraciones de onda. Todos los cuerpos físicos vibran y los colores no son sino la manera en que el ojo percibe diferentes frecuencias o longitudes de onda. El color de los objetos proviene de la manera en que absorben o transmiten la luz, obstruyen ciertas frecuencias y dejan pasar otras. Aisladas y tratadas de manera independiente, las ondas vibratorias de las esculturas en Polifotonía producen cierta coloración como respuesta a la luminosidad.
Con esta instalación se redefine el concepto tradicional y contemporáneo de lo sonoro, de modo que el Lab3 del Mamm se convierte en un laboratorio donde convergen distintas disciplinas. Música, luz, color y movimiento se funden en una indagación poética de las vibraciones provenientes de nuestra naturaleza. Al explorar la manera en cómo las ondas inaudibles son perceptibles para los sentidos humanos, la obra nos recuerda que tanto el sonido como la ausencia del mismo ha sido fuente de inspiración de muchos artistas a lo largo del siglo XX y estos constituyen algunos de los precedentes de la obra de Triana. 4'33" (1952) de John Cage, una pieza en la que el músico se sentó frente a un piano durante cuatro minutos y treinta y tres segundos sin hacerlo sonar, constituye una de las primeras evidencias de que el sonido puede encontrarse en cualquier parte, incluso en el silencio. Symphonie Monoton-Silence (1957) de Yves Klein, cuyo segundo movimiento consistía en veinte minutos de silencio, era la equivalencia sonora de las pinturas monocromas del artista. Zen for Record (1966) de Ken Friedman, una grabación en blanco en homenaje a Zen for Film (1964) de Nam June Paik, consistía en una película de 16mm que solo mostraba una pantalla blanca con rasgados y titileos ocasionales. Cage utilizó el silencio como parte de sus composiciones musicales y Paik utilizó la ausencia de imagen como obra de arte. En ambas se evidencia una especie de sensibilidad Zen, que incentivaba la introspección meditativa. Con Polifotonía (2018) de Alba Fernanda Triana, se parte de la luz y el movimiento vibracional para que el espectador pueda extraer de los sonidos internos, generando así una experiencia introspectiva.
Escultora de sonido Alba Fernanda Triana
En este trabajo advertimos que la ausencia de algo indica también la presencia de otros elementos, los cuales sirven para construir un camino entre el mundo exterior fenoménico y el interior del espíritu. Polifotonía apunta a la creación artística en otro ámbito, en el que las vibraciones sonoras silenciosas permiten expandir el concepto de tiempo y espacio como un continuum vital, pues estamos vinculados al espacio en la medida en que las vibraciones de las esculturas se expanden alrededor de la sala e interactúan con nosotros. Se trata entonces de un planteamiento poético más que musical.
Al mismo tiempo, el silencio puede interpretarse como una especie de vacío existente en el espacio, y es un elemento necesario para que otros sonidos se hablen entre sí, aquellos que no percibimos. Al entrar en la sala de experimentación sonora podemos apreciar la integración del silencio y los elementos visuales, junto a un fenómeno acústico inherente al espacio-tiempo. Una atmósfera capaz de desatar las propias experiencias internas partiendo de los movimientos de las ondas. La instalación da cuenta de cómo todas las vibraciones, aun las inaudibles, generan experiencias que desarrollan una conexión más precisa con el mundo y que resuenan con el alma humana. Dedicarse a la contemplación de esta obra y experimentar con el espacio compuesto por luz y vibraciones, significa estar de acuerdo con John Keats de que ¨las melodías escuchadas son dulces, pero aquéllas no escuchadas son aún más dulces¨.
La exposición estará abierta desde el 5 de diciembre de 2018 hasta el 17 de febrero del 2019.