La obra por la que se le recordará “eternamente” en la literatura mundial de habla española –y quizá en otras lenguas- es Boletín y elegía de las mitas, colosal poema que en 286 versos
Viernes 26 de julio de 2017, Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito. Aprovechando que andaba en esa ciudad por esos días y que un poeta quiteño amigo me había invitado a un homenaje conmemorativo del natalicio del bardo ecuatoriano más reconocido -César Dávila Andrade (1917) nativo de la conservadora Cuenca- realista casi como Pasto en el proceso independentista de España.
El personaje principal del evento era el poeta, claro está, y el homenaje se centraba en el lanzamiento del texto César Dávila Andrade, distante presencia del olvido (Casa de la Cultura Ecuatoriana), que recoge 11 ensayos sobre la obra del poeta, de escritores ecuatorianos y de otros países, una cronología de su vida, un breve epistolario y una selección de sus poemas.
El trabajo literario de Dávila Andrade abarca los géneros poético, narrativo y ensayístico. La obra por la que se le recordará “eternamente” en la literatura mundial de habla española –y quizá en otras lenguas- es Boletín y elegía de las mitas, colosal poema que en 286 versos, distribuidos en más de treinta estrofas, se convierte en una cuenta de cobro, un memorial de agravios (conocí ese poema porque, en los finales de mi adolescencia, mi amigo Luis Alberto Gómez me regaló una copia mecanografiada en la forma de un cuadernillo, con ilustraciones pintadas con colores escolares algunas y otras en sombra b/n, a lápiz).
Allí el poeta se toma la vocería del indígena contra el conquistador y colonizador español primero y, en ellos, con los siglos de avasallamiento continuo no sólo de los gobiernos “blancos” o mestizos post independentistas, de todas las sociedades excluyentes ecuatorianas (y latinoamericanas, unas más y otras menos). Quienes deseen, en internet se encuentra el poema, escrito y aun declamado. Es justo también decir que algunas de estas versiones del poema y de las declamaciones falsean un poco el texto básico, que lo publicó en su original completo la Biblioteca Sucre, de Venezuela (1993), César Dávila Andrade; Poesía, Narrativa, Ensayo.
En los finales de su vida, su inspiración torció en lo que ha dado en llamarse, por críticos y lectores comunes, su poesía hermética, mucho menos conocida. Del porqué de esta actitud suya se han columbrado diferentes posturas argumentativas, muchas relacionadas con el trágico final de su vida, el suicidio en medio de un guayabo alcohólico (“chuchaqui”, voz quichua, en el lenguaje ecuatoriano). Hay muchos que han preferido evadir el tener que cimentar explicativas razones. Uno de los ensayos del texto hoy reseñado, quizá uno de los más interesantes y llamativos, precisamente intenta tomar ese toro por los cuernos, y a fe que logra impactar al lector. Su título La palabra perdida de César Dávila Andrade o sobre cómo leer su propuesta hermética, del poeta y académico César Eduardo Carrión. Su propuesta metodológica propone, “para valorar la lírica hermética daviliana, urge describir un proceso histórico, compuesto de al menos tres estadios: génesis, recepción y proyección” (pg. 107).
Después de muchos argumentos, Carrión propone unas pistas concluyentes sobre el panteísmo daviliano, que lo relaciona con su poesía hermética (que posiblemente lo impulsaron al suicidio en medio de un evento de depresión –hecho al cual era dado, al parecer) combinada con la resaca alcohólica: “…el panteísmo de Dávila Andrade sugiere una idea amorosa de la muerte, cuya función no es otra que la devolución del individuo a su estado original de identificación plena con el universo” (pg. 121). Y esta otra, quizá definitiva: “La búsqueda del Absoluto, la muerte como retorno a la Nada, y el destino (mortal) del ser humano, que se impone a pesar de su voluntad de trascendencia, componen el núcleo temático del corpus hermético daviliano” (pg.122).
Resta no más, recomendar ampliamente su lectura.
Nota.- Respetuosamente, señor alcalde Federico, el “regalo” en la Unidad deportiva Atanasio Girardot, que motivó mi anterior artículo, “¡Arreglen los baños y abran las puertas en la UD Atanasio Girardot!”, sigue ahí señor. ¿Usted no puede hacer nada?