“¿Qué es un hombre rebelde? Es aquel que dice no”. Dice no a los inteligentes al servicio del despotismo de la mentira, a la sumisión intelectual ante el mesianismo del totalitarismo, dice no a caer en el diálogo tramposo recordándole a los criminales que existen los imposibles morales para ello
Acudo de nuevo al dicho español: “Si quieres ser feliz como me dices/ No analices muchacho no analices” Y enterrando la cabeza en la tierra como el avestruz negarse a hacer frente a las situaciones sociales que se viven. Esta comodidad se vuelve egoísmo cómplice pues al eludir la visión crítica de los hechos se elude la necesaria respuesta moral ante el crimen, la inequidad y la desigualdad que siempre están cambiando de protagonistas pues desigualdad e inequidad no solo se refieren a la que crea el capitalismo sino a las que han creado las Farc y el Eln inmensamente poderosos económicamente sin que jamás hayan cumplido la promesa de dignificar a quienes supuestamente “iban a liberar” Ya lo había advertido Camus: “En la época de las ideologías tenemos que habérnosla con el asesinato ” porque el papel de la ideología consiste en justificar a través de los llamados por Lenin “idiotas útiles”, el asesinato como un “derecho” del “revolucionario”, algo muy distinto a la verdadera justicia. ¿Por qué, si no, ese manto de silencio fariseo sobre cada nuevo crimen del Eln? ¿Qué puede ser más espeluznante que el atentado que mató a los 22 jóvenes policías en la Escuela Militar y más espeluznante aún el silencio cómplice de nuestra pijería intelectual? Al recordar El hombre rebelde de Camus que leímos un grupo de amigos en 1957 y cuya claridad nos golpeó en momentos en que nada se sabía de la mentira sangrienta del comunismo en la URSS, vuelvo a la pregunta que nos hace este texto imprescindible. “¿Qué es un hombre rebelde? Es aquel que dice no”. Dice no a los inteligentes al servicio del despotismo de la mentira, a la sumisión intelectual ante el mesianismo del totalitarismo, dice no a caer en el diálogo tramposo recordándole a los criminales que existen los imposibles morales para ello. ¿No es esto el terrorismo como aniquilación de todo resto de cordura, de humanidad? Contra la tarea crítica de la razón un taco de dinamita. ¿Cuántas madres, niños, familias enteras mataron en Oriente los Frentes Pedro León Arboleda y Carlos Alirio Buitrago para cobrar jugosos rescates? ¿Cómo puedo yo otorgar la categoría de interlocutor a un asesino despiadado como Pablito para establecer un diálogo con alguien que encubre sus crímenes bajo una supuesta ideología cuando es en realidad un siniestro hampón? Si aceptamos esta farsa estaremos asistiendo al derrumbe de nuestros principios y valores que es lo que busca precisamente el terrorismo. Lean ustedes el pavoroso informe de Human Rights Watch sobre las tropelías del Eln en Arauca y con el alma conmovida descubran en este minucioso, casi cruel informe sobre un territorio sometido a los desmanes de forajidos folclóricos que violan niños y niñas, adolescentes, asesinan jueces y ciudadanos, lo que supone el regreso al “corazón de las tinieblas” y lo que constituye un adelanto de ese paraíso socialista con que engañan aún a algunos despistados. En ese territorio apocalíptico, el Eln asesinó al Obispo Jaramillo sin que la Iglesia protestara; allí son propietarios de minas de oro, de una gran mina de coltán, contrabandean con el petróleo y en esta lisérgica borrachera de barbarie que solo Joseph Conrad podría describir, la frontera de la civilización se ha esfumado para que se entronice a cambio un territorio de maldad cumplida la sentencia de Dostoievski :“Si Dios ha muerto todo está permitido” Cada “comandante” se ha enloquecido al igual que el Kurtz de “Apocalypsis Now” y emborrachándose en su hamaca ejemplifican a cada momento, Padre Francisco de Roux no olvide, el regreso a la brutalidad del primate.
El paro armado dictado desde la Habana y Caracas ha supuesto un acto de terrorismo internacional en el intento de desestabilización de la región y nos recuerda lo que supone igualmente un atentado brutal en su intento de destruir la confianza humana, destruir el valor de la cultura, llevarnos a aceptar calladamente el desafuero de los delincuentes ante el cual sólo los espíritus libres serán capaces enérgicamente de decir no, no, no.