Cuando los silleteros inicien su Desfile numero 60, esta tarde a partir de las 2:00 p.m., entre ellos estarán los pioneros; personas como Manuel Londoño y Encarnación Atehortúa, una pareja de silleteros que este año no harán el recorrido con una silleta a cuestas sino representando la simbología de esta manifestación cultural y el orgullo de haber sido parte del primer grupo que desfiló con sus flores por las calles de Medellín en 1957. 

Manuel y Encarnación son testimonio vivo del primer Desfile por el Parque de Bolívar y desde su condición de pioneros han sido parte activa de la evolución que ha vivido este certamen, el cual con los años ha ido aumentando la distancia recorrida, el numero de silleteros desfilando y la cantidad de espectadores que se aglomeran para presenciar a los silleteros creadores desde palcos o a través de transmisiones televisivas y cada vez menos desde quicios de puertas y sobre arboles como se hiciera en antaño. 

Leopoldina Álzate de Grajales no desfiló como silletera en el recorrido del 57, pero acompañó a sus padres quienes formaron parte del grupo de 40 silleteros que desfilaron en la primera versión. La silletera precisó: “Anteriormente se hacía una silleta a la forma que uno quisiera, era algo muy tradicional y campesino, como cuando uno bajaba los productos a venderlos como los tenía en la finca. Se bajaban a la Plaza de Cisneros o a los barrios de Medellín. Por eso yo participo siempre con la silleta tradicional como una especie de homenaje y la cargo con Pascuitas, Pensamientos, Nardos, Claveles, Azulinas, Astromelias, Estrellas de Belén y Rosas tradicionales”.

Según doña Leopoldina, el Desfile ha visto muchos cambios pero ahí ha surgido el silletero como la figura que guarda la tradición y el compromiso con los ancestros, “nosotros somos los encargados de conservar la tradición porque eso depende de la calidad de silleta que llevemos nosotros. Presentamos silletas con flores tradicionales de nuestras fincas y mientras le pongamos todo lo que se cultive en nuestra tierra vamos a tener silletas tradicionales que siguen conservando la historia de esas primeras que se veían hace más de 60 años”.

El planteamiento de la silletera se da en referencia al carácter representativo que tiene el Desfile de silleteros, actividad que en su recorrido evoca la forma como el floricultor, antes de los tiempos de la arriería, surcaba caminos desde Santa Elena para poder llegar y negociar sus productos en el centro de Medellín y abastecerse antes de emprender el regreso a casa.  

Por su parte, Iván de Jesús Londoño participó en el Desfile desde su quinta versión y manifestó: “Yo soy silletero desde que tengo uso de razón, porque yo me iba con mi papá a vender las flores por Campo Valdés hasta la iglesia El Calvario, y mi papá era con la silleta en la espalda y yo repartiendo las flores ahí atrás de él; ya después, cuando yo tenía catorce años un vecino me dijo que si me gustaría participar en un Desfile de silleteros y desde ahí empecé hasta que me cansé y le pasé el contrato a mi hijo, quien ya lleva 20 años siendo silletero”.

El contrato al que hace referencia el papá de los Londoño es un documento administrativo que se implementó durante los primeros años de la década del sesenta, a través de la oficina de fomento y turismo de Medellín, para asignar participaciones silleteras a familias con tradición floricultora en el corregimiento de Santa Elena, y así garantizar que este documento sea heredado de generación en generación para preservar la práctica silletera. 

Es innegable que el Desfile ha vivido cambios frente a lo relatado por sus pioneros, de a poco la Silleta Tradicional, remembranza más fiel de la forma como los habitantes de Santa Elena transportaban sus flores para comercializarlas en la zona céntrica de Medellín, ha dado paso a nuevas formas modulares, ornamentadas también con flores bajo denominaciones como Silleta Monumental, Emblemática y Comercial; a este grupo de silletas se sumará esta tarde la Silleta Artística, en un recorrido en el que los protagonistas serán los pioneros como una forma de recordar que la tradición que se celebra vive en ellos, quienes difunden con esmero el legado de sus ancestros para garantizar que la silletera sea una tradición que perviva.