El espíritu del antiguo Pablo ha sido reemplazado por el espíritu del Resucitado (llamado Espíritu Santo porque ya no vuelve a morir). Homilía de Pentecostés
Hay dos caminos complementarios para acercarnos a la fiesta de Pentecostés, fiesta de la comunidad, el Espíritu Santo y el bautismo:
Pablo tiene su experiencia narrada por él mismo en la Carta a los gálatas hacia el año 57: “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles” (Ga 1,11-17). Se trata de la experiencia de un laico quien más íntimamente conoció al Espíritu Santo, como el Cristo de la pascua. El Espíritu Santo lo reconoció a él, como hijo de Dios, por el bautismo. La transformación experimentada por Pablo implicó el cambio de un corazón desgastado por otro nuevo; algo así como lo que ocurre con los trasplantes en la cirugía moderna. Pero aquí se trata de algo más profundo, real pero no físico; el espíritu del antiguo Pablo ha sido reemplazado por el espíritu del Resucitado (llamado Espíritu Santo porque ya no vuelve a morir). El vivir auténtico de Pablo es la Vida Nueva, vivir para Dios, cuyo término es la resurrección futura, por tener la semilla de la vida eterna. La convicción que Pablo tenía que Dios había resucitado a Jesús se fundamentaba en su propia experiencia. “Porque yo les trasmití en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras y que fue sepultado, resucitando al tercer día según las escrituras… y después de todos se me apareció también a mí, como si se tratara de un hijo nacido fuera del tiempo”. Es Pablo mismo quien nos da razón de lo ocurrido a él para darnos la Buena Nueva, como el kerigma y pentecostés, también nos ocurrirá a nosotros por el bautismo o la renovación del mismo. En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo quedando vinculados a su muerte; para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. El bautismo nos recuerda a pentecostés porque, pentecostés ocurrió en el bautismo. La nueva vida como la interpretó la cultura occidental y la desarraigó la cristiandad no era para originar una “espiritualidad privada o de masas” que con el correr del tiempo llegarían a ser el mayor obstáculo para lo que Pablo llamó “Vivir en Cristo, en el Espíritu”, comunidades incluyentes que acogieran a los más débiles, los pobres y éstos se conviertan en el signo permanente de la muerte y resurrección de Jesús. ¡Somos débiles por turnos! Pentecostés no tiene presencia histórica si no es por el bautismo, la comunidad y los incluidos por su debilidad. Así pues lo que aparece en nosotros es la entrega y esta entrega es signo de que el Espíritu de Dios está en el otro. Ir hacia a donde vive Dios, se llama conversión. “Al bautizarnos nos hemos unido a ese mismo cuerpo y a todos se nos ha dado a beber de ese único Espíritu” (Segunda lectura).
Camino complementario, después de Pablo, es lo ocurrido a la comunidad de los discípulos encerrados por miedo a los judíos. Ahí no ha habido revelación sino miedo a la muerte con lo ocurrido a la comunidad de los apóstoles, (año 67). “Estaban reunidos los discípulos, comunidad, llenos del Espíritu Santo por el bautismo, hablaban con lenguaje inspirado en la acción del Espíritu acerca de las grandezas de Dios con una admiración para todos los que estaban en Jerusalén. El punto central es el lenguaje del Espíritu quien había vencido todo límite de muerte”. No es impensable que las imágenes que Lucas utiliza en el capítulo segundo de los Hechos (Año 67) para narrar el cumplimiento de la promesa del Espíritu hecha por Jesús a sus discípulos, haya tenido como origen la Primera carta de Pablo a los corintios: “por el mismo Espíritu Dios concede a uno el don de la fe, a otro el hablar de parte de Dios, al otro el hablar un lenguaje misterioso y otro el don de interpretar ese lenguaje. Todo esto lo hace el mismo y único Espíritu, que reparte a cada uno sus dones como Él quiere (1 Cor 12,10-11). El fundamento de la comunidad solidaria es el Espíritu de Dios, Espíritu Santo, que nos transforma interiormente de egoístas a compasivos y humanos; su signo interior con sus repercusiones es la paz”.
Lecturas del domingo de Pentecostés
Domingo, 31 de mayo de 2020
Primera lectura. Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11)
Salmo: Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34
Segunda lectura. Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13)
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor