Pensar, convivir y comunicar

Autor: Ricardo Ernesto Torres Castro
23 septiembre de 2019 - 12:02 AM

Un modelo educativo, de la institución que sea se debe preocuparse por enseñar a sus estudiantes a pensar, comunicar y convivir.

Medellín

Ricardo Ernesto Torres Castro

La semana pasada les escribía sobre la dificultad que vemos hoy en los modelos educativos “tradicionales” que forman a una generación que no existe. Sin duda es una preocupación latente y, no prestar atención a ella conducirá a la gran debacle del sistema educativo, su deserción y su pérdida de credibilidad institucional. Una de las principales causas que están llevando a plantear este problema, es la deficiente argumentación, reflexión y lectura crítica sobre la cuestión. Uno se pregunta, qué hace un grupo de docentes cuando se organizan esas largas jornadas académicas en los colegios o, cuando una universidad invierte importantes sumas de dinero para que sus docentes se encuentren en comités curriculares. ¿De qué hablan? ¿Para qué se reúnen? ¿Se trata solo de hacer tareas operativas? ¿se trata de solo planear actividades? Considero que el no aprovechamiento de esos momentos de encuentro genera parte de la crisis, ¿Por qué? Porque se trata de pensar, de disentir, de debatir, de poner sobre la mesa las consideraciones, las oportunidades, los sujetos de nuestra acción misional. Se trata de conversar más, porque estoy convencido del poder que tienen las conversaciones en una organización, de trata del encuentro, se trata de vernos unos a otros, cara a cara y tomarnos en serio la labor de la docencia. Hace poco escuchaba a un docente de una prestigiosa institución de educación superior decir que no era valorado por su universidad simplemente porque ella no le proveía los recursos suficientes para hacer bien su trabajo. Al día siguiente estaba invitado a un colegio de una comuna muy pobre de la ciudad de Medellín, a una jornada pedagógica con los docentes de un colegio público y éstos, realmente necesitados de recursos vibraban con entusiasmo tomándose en serio eso de ser docentes, gastando tiempo para pensar en cómo iban a enseñar a sus estudiantes a ser mejores ciudadanos, cuestionándose por los contenidos que impartían en el aula, conscientes de las limitaciones pero no resignados a ellas, siendo recursivos y llegando a acuerdos sobre qué enseñar, cómo comunicar y de qué manera construir un modelo de convivencia.

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Un modelo educativo, de la institución que sea se debe preocuparse por enseñar a sus estudiantes a pensar, comunicar y convivir. A eso debemos ir todos a una institución de educación, desde los niños hasta quienes se encuentran hoy haciendo doctorados. No nos podemos cansar de aprender a pensar, comunicar y convivir, solo porque no se trata de algo limitado, sino que esas tres categorías evolucionan permanentemente. La crisis de la generación productiva hoy es precisamente la de la ausencia de esas habilidades que llamamos blandas y sobre las cuales las empresas tienen que invertir mucho para dotar al talento humano de ellas. Del mismo modo, estas tres competencias nos ayudan a desarrollar una facultad central y a la que espero dedicarle una columna, la memoria. Si todos cultivamos el desarrollo de la memoria, finalmente estamos garantizando lo fundamental. Por ello, todas las asignaturas de todos los grados y todas las áreas deben desarrollarla. Es la única forma como dejamos de pensar en calidad como sinónimo de procedimientos y formatos, sino como la articulación efectiva del trabajo docente en la vida de los estudiantes.

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No somos fruto del azar, como lo afirmaba el darwinismo, si lo fuéramos seríamos fácilmente remplazables, podríamos pensar en no considerarnos indispensables, como muchos lo afirman y sí que lo somos, eso le da sentido también a la vida, lleva a pensar que en definitiva el valor humano no tiene mucho valor. A eso nos ha conducido el sistema educativo obsoleto, considerar que eres único pero remplazable, y por lo mismo eres utilizable porque eres un recurso más y por lo mismo fácilmente destruible y por lo tanto poco importante. ¿Qué hay en el ser humano que no sea reducible simplemente a lo material? Pues su capacidad de pensar, convivir y comunicar, para que estas tres capacidades fortalezcan la facultad de la memoria que hay que tener muy presente, ya que esta ha sido vista como enemiga, como un desprecio al estudiante, que era una pérdida de tiempo, que era maltrato y por lo tanto un atentado a la inteligencia. Sin embargo, la memoria es el motor de la capacidad de contraste de modelos de la realidad y por lo tanto formar sin memoria reduce la capacidad crítica y la hace tremendamente superficial. Así que, si formamos a nuestros estudiantes con capacidad crítica, pero sin memoria, lo que estamos haciendo es personas amargadas, ácidas, capaces de la violencia, de la anarquía, de la imposibilidad de conversar, de ver al otro cara a cara, incapaces de construir conocimiento y de ponerlo al servicio de los demás. La sociedad requiere de tejido social, capacidad de construir en conjunto, docentes de esos que cuando se reúnen realmente se toman estos problemas en serio.

 

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