Para quienes nos preocupamos por el progreso moral, en los casos mencionados, son visibles unas deformaciones que estamos impulsando desde la alta dirección
“¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?”
Sor Juana Inés de la Cruz
Yo me pregunto si hay algo en común en estas dos situaciones.
Un jubilado del magisterio, en medio de esta cuarentena forzada o confinamiento obligatorio, sale en la madrugada a recoger a su hijo y a su nuera que le ayudan con las labores hogareñas. Luego de recogerlos se dirige de nuevo a su hogar, pero son interceptados por la fuerza pública, la policía para más señas, que les increpan y regañan por estar violando las normas y les recuerdan de paso que las multas son cercanas al millón de pesos; extienden el dispositivo de “seguridad” haciendo explícito el poder que en ese momento tienen, luego se acercan otros dos agentes motorizados y el jubilado se siente ya intimidado. Es claro que le están pidiendo el “impuesto flash”, personalizado. Pero él maestro se niega, no sólo por lo bajo de sus ingresos, sabe que con dos billetes supera la situación, pero su indignación crece, sus valores están en juego y llama al abogado amigo para que lo apoye conforme a la ley; en un intercambio infructuoso termina poniéndose en contacto con el superior de los agentes quién nada puede hacer y deja en manos de sus subalternos el estropicio y el asalto a la buena fe; los agentes se apoyan en un derecho de facto que la misma ley les da y después de dos horas de forcejeo en plena madrugada los dejan ir. Cómo quién suelta presa que ya estaba cercana a ser cobrada. La moraleja del anterior caso la saca cada cual.
En una situación compleja profesores universitarios se han desvelado por obtener títulos y certificaciones, producir artículos que al parecer muy pocos leen, pero el caso es que terminan al cabo de los años obteniendo sueldos e ingresos que se equiparan a los de un congresista. Razones habrá para equiparar la alta responsabilidad política de los “padres” de la patria con el genuino reconocimiento a ciudadanos que se han dedicado a desarrollar los conocimientos en una atmósfera altamente contaminada por estatutos y leyes que los defienden. Pareciera ser justo asignar altísimos salarios a los directores de grandes corporaciones que reciben obscenos ingresos por ejecutar sus planes de acción y llevar las empresas a su máximo desarrollo.
En todas estas situaciones ¿es evidente una deformación? La nefasta política que concluyó en los falsos positivos entraña una deformación análoga: darles estímulos desmesurados a uniformados para que muestren resultados en el cumplimiento de las normas. Alguien puede decir que estas deformaciones son inherentes al sistema capitalista de producción, acentuadas por el neoliberalismo reinante, pero también en el modelo socialista las relaciones entre los ciudadanos han terminado por desvirtuarse y el poder político es el camino para la concentración de recursos materiales y la obtención de lujos y prebendas que la mayoría apenas imagina. Los estudiosos de la naturaleza humana podrían decir que hay allí una expresión de la voluble condición qué tenemos, para quienes nos preocupamos por el progreso moral, en los casos mencionados, son visibles unas deformaciones que estamos impulsando desde la alta dirección y eso está afectando gravemente la consolidación de valores elementales.