Decir que la poca participación política de los colombianos es mera ignorancia significa reducir el problema y hablar abstractamente de él, cosa que me parece completamente irresponsable.
Valeria Moncada Álvarez.
El asunto de la participación política en Colombia es un tema que nos aqueja constantemente, y del cual hemos tenido varias consecuencias negativas en lo que respecta a la toma de decisiones desde los poderes tanto político como económico. Por ello, la poca participación ciudadana siempre se ha mirado desde la perspectiva inmediatista de la pereza, de la manipulación mediática y de la falta de criterio, sin tomar en cuenta que el problema de fondo está en el constructo de cada individuo como sujeto.
La construcción de la personalidad de un individuo está permeada por todos los factores que le proporciona su entorno, entre ellos las dinámicas familiares y la forma de relacionamiento social son las que tienen mayor poder de determinación. Teniendo en cuenta el funcionamiento de la sociedad contemporánea de la que todos somos partícipes, los individuos estamos moviéndonos todo el tiempo dentro de las lógicas de la dependencia emocional y racional, de las formas de vida basadas esencialmente en el sentido común, en el excesivo reduccionismo de los ideales y en la efervescencia de los medios de comunicación; estamos inmersos en tantos factores de distracción y de propaganda que las necesidades que se nos crean a partir del consumo repercuten también en nuestra autonomía a la hora de decidir.
La contemporaneidad, también ha traído consigo el fetiche de las identidades copiadas, sólo pensamos, actuamos y vivimos en relación a como lo hacen los demás, ya sea por hacerlo de la misma manera o llevando una supuesta contrariedad que nos hace creer muy independientes.
Todos estos factores de determinación individual y social son de gran incidencia en nuestra personalidad política y en la formación de nuestro criterio. El colectivo se deja permear por la astuta forma de hablar del político y del individuo con poder; de una u otra forma, aquellas personas a quienes vemos como superiores proyectan sobre nosotros sus deseos y sus pensamientos, haciéndonos creer autónomos, como si esa empatía fuera solamente una consonancia de ideales. Pero así se nos presente como el líder más benevolente, éste, en perfecta compañía con su discurso, nos hace creer cosas que a la luz de la razón podrían parecer completamente descabelladas.
Parece muy fácil atribuirle esa creencia a ojos cerrados a la ignorancia, pero si bien todos somos ignorantes frente a asuntos distintos, decir que la poca participación política de los colombianos es mera ignorancia significa reducir el problema y hablar abstractamente de él, cosa que me parece completamente irresponsable. Se debe tener en cuenta que el ideal de desarrollo en la sociedad actual se centra básicamente en la obtención de lo material, en la reproducción del capital y en el trabajo como salvación de vida, y ciertamente tenemos en el poder personas muy inteligentes que saben jugar con eso, por ello es mejor visto quien propone e invierte en vías, puentes y demás construcciones arquitectónicas que justifican el despilfarro de los recursos en cemento, que quien propone alternativas de progreso a partir del desarrollo ambiental o la mejora a las formas de educación.
Para concientizar a las personas sobre el valor de informarse antes de votar o de opinar, primero hay que excavar en lo más profundo del sentido común y sacudirlo desde sus cimientos, tomar el cambio desde los ciudadanos en formación a partir del respeto, la tolerancia y el pensamiento crítico. Hemos ya librado pequeñas luchas que son la potencia para un gran cambio, pero todavía nos falta ayudarle a algunos compañeros a salir del “lleve y traiga” con el que nos han querido manipular; el nuevo país se construye con pequeñas revoluciones que podremos lograr afirmándonos en el mundo como sujetos políticos conscientes.
*La Urna Abierta