Parques del Río a toda prueba
El invierno que termina, tal vez de los más torrenciales de los últimos años, fue sin duda una prueba de fuego para Parques del Río y el deprimido para la movilidad en esa zona de la Ciudad; prueba que, al ser superada, dejó sin piso los aterradores vaticinios de desastre con que fue saludada esta obra de la administración de Aníbal Gaviria Correa.
El invierno que termina, tal vez de los más torrenciales de los últimos años, fue sin duda una prueba de fuego para Parques del Río y el deprimido para la movilidad en esa zona de la Ciudad; prueba que, al ser superada, dejó sin piso los aterradores vaticinios de desastre con que fue saludada esta obra de la administración de Aníbal Gaviria Correa.
Como un elemental abogado sin conocimiento de ingeniería, osé contradecir desde estas columnas las admoniciones que desde el periódico El Colombiano lanzaban la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos (SAI) y el ingeniero Johel Moreno S. en contra de la obra. El 30 de abril del año pasado se preguntaba el ingeniero Moreno: “¿Y hacia dónde desviarían, mientras se excavan las “grandes brechas para enterrar las vías”, más de 130 mil vehículos que a diario moviliza la economía metropolitana? ¿Y cómo se lograría el vertimiento de todas las quebradas y alcantarillados que están hoy casi al mismo nivel del río?”
Hoy le respondemos que con muy poco traumatismo para la ciudad de Medellín se lograron excavar las brechas para construir el deprimido y se le dio una transitoria solución a la movilidad por la vía que se construyó. Las quebradas y los alcantarillados del sector fueron hábilmente reubicados y contra toda advertencia la ingeniería logró sortear esos y los demás retos que la construcción demandaba.
Ha quedado demostrado hoy, como lo dijimos desde esa ocasión, que la oposición de una parte del gremio de los ingenieros a Parques del Río, no pasaba de ser una posición eminentemente política o politiquera y no técnica. Los hechos son tozudos y a la vista de todos los medellinenses.
Volviendo a la columna citada desde donde se atacó con ahínco la obra, también se lee: “Pero más preocupante aún, es el riesgo al que por inundaciones estarán expuestos los denominados ‘soterrados’. El canal del río hoy no tiene la capacidad hidráulica para sortear las crecientes máximas, estimadas en más de 800 metros cúbicos por segundo; pues ya hay antecedentes del comportamiento en deprimidos como el de San Juan para acceder a la denominada autopista o en el de la Terminal del Norte recientemente”. Los fuertes aguaceros de los últimos días en Medellín les han dado un mentís a los críticos de la obra. Ni el soterrado se inundó, ni los gases y la contaminación lo convirtieron en un fenómeno de contaminación. La ingeniería se encargó de demostrarles a algunos ingenieros cuán equivocados estaban y cuánta razón teníamos otros abogados atrevidos al defender con altivez nuestra ingeniería y su capacidad para ejecutar estas obras. Admitimos que nos escudamos en nuestra ignorancia técnica, pero también en la plena conciencia de la evolución de la ingeniería y en la capacidad de nuestros ingenieros.
No me quedó espacio para analizar las admoniciones de la SAI a Medellín el 20 de noviembre de 2013 en contra de la obra. Si tan ilustres personajes comparan sus prevenciones con la realidad de la construcción, verán sus pronósticos errados por evidente sesgo político.
Quien también debe deducir conclusiones sobre este invierno y los resultados positivos para la movilidad de la ciudad de la obra en comento, es la actual Administración, que no debería dilatar más la construcción del sector del corredor oriental del río que está financiada. Mientras más tiempo demore en agilizar trabajos, más altos serán los sobrecostos que ya no se le podrán imputar a la administración anterior. A media máquina no se construye una obra de esa envergadura.