Para entender a Petro entonces, hay que saberlo ubicar en su saga, valiéndonos de una transposición que podríamos llamar “darwinismo político”
Por extraño o paradójico que suene, el M19 no proviene de la izquierda, como se cree comúnmente, sino del ala opuesta. De la derecha más extrema, que actuaba por estos lares a mediados de los años cincuenta. Tal es su origen remoto, y tales los genes que lo marcaron. Fue un período tormentoso, signado por la violencia que asoló a Colombia, básicamente en su parte rural y aldeana, a raíz del 9 de abril del 48. A Laureano Gómez lo había derribado un cuartelazo perpetrado por Rojas Pinilla bajo los auspicios de Ospina Pérez. El pleito de esos años en la cumbre, protagonizado por estos tres personajes, que ocuparon el solio de Bolívar, se circunscribió entonces a la cúpula goda. Cuatro años después, antes de que pudiera perpetuarse en el mando mediante una Constituyente diseñada para el efecto, el general Rojas hubo de cederle las riendas a una coalición, el Frente Nacional, integrada por las élites de los dos partidos tradicionales que depusieron sus odios y rencillas ancestrales para gobernar juntos la friolera de 16 años.
El precio de la paz así pactada fue la congelación de la democracia a favor de la hegemonía frentenacionalista, que suspendió el libre juego electoral en función de la llamada “alternación” en la presidencia. Y Rojas, quien había sido relegado en 1957 tras ser usado y manoseado, supo recoger entonces al sector más recalcitrante y primitivo del conservatismo , hostil al arreglo citado, así como a algunos reductos del antiguo gaitanismo, bien nostálgicos y muy dados a la calentura y la demagogia. A la oclocracia, mejor, que en la antigua Grecia se conocía como el cultivo y explotación de la “pobrecía”, para canalizarla políticamente en provecho propio.
Alrededor de Rojas se agrupó pues el segmento más hirsuto y primitivo del conservatismo, que no quería entenderse con su rival histórico. ¿De qué tipo de personajes hablamos? Pues, de Bayona Carrascal, por ejemplo, Samuel Moreno Díaz, el yernazo, y todos aquellos que, venidos de la caverna más obscura, habían detentado el poder en la última década. Se trataba, a no dudarlo, de la derecha más resuelta y radical del continente.
Dado que a esa fuerza emergente, que llenaba las plazas, le fueron robadas las elecciones de 1970 (hecho que hoy ya casi nadie niega), en reacción al fraude (que más que fraude fue un vulgar raponazo con el que quedó clausurada por largo tiempo cualquier opción de oposición que el Establecimiento estimara medianamente peligrosa o no confiable), en reacción a dicho fraude surgió el M19 como respuesta armada. De donde se colige que el M19 nació de la Anapo. O sea que fue alumbrado en la misma gruta, por harto que lo nieguen sus precursores o padres. Tratándose de una insurgencia subversiva e ilegal, que desafiaba al sistema entero, pudo congregarse ahí mucha gente oriunda de esa izquierda tropical, emocional, que nunca nos falta, incluida la que se pretende marxista sin poder digerir eso ni situarlo en el contexto que corresponde. Mejor dicho, la que aquí muy tiernamente solemos llamar “mamerta”, y en la que anidó Bateman, el adalid de la nueva facción en comento.
Para entender a Petro entonces, hay que saberlo ubicar en su saga, valiéndonos de una transposición que podríamos llamar “darwinismo político” o algo que se le parecido, sin incurrir desde luego en descalificaciones gratuitas o atrabiliarias. Pero reparando en la ambigüedad, la ambivalencia que caracteriza al personaje a lo largo de su periplo político. En ese populismo que hoy se expande amenazante entre nosotros, en el que no hay ideología ni prospecto que valga sino apenas revancha, la única manera de identificar sus rasgos y entrever el futuro que nos esperaría en caso dado, es conociendo quiénes son sus portavoces . Sus virtudes , atributos, apetitos y veleidades. Pero rastreado ya el origen del fenómeno que hoy nos ocupa , continuaremos luego con el tema.