Paradojas de la política

Autor: Jorge Alberto Velásquez Betancur
18 octubre de 2019 - 12:00 AM

Guerra Serna recorrió todos los rincones de Antioquia, para forjar unas mayorías difíciles de emular y que le dieron el mayor poder que un jefe político regional pudiera alcanzar.

Medellín

Jorge Alberto Velásquez Betancur

A finales de los años 70 y principios de los 80 se repetía como un estribillo que Bernardo Guerra Serna había sacado al partido liberal del Club Unión para llevarlo a la plaza pública y untarlo de pueblo. Era la forma de decir que un hombre surgido de las entrañas populares, un representante de las ideas liberales que había sembrado Jorge Eliécer Gaitán, tomaba las riendas del liberalismo en Antioquia, que hasta entonces estuvieron en manos de la llamada “oligarquía” paisa. En efecto, Guerra Serna sucedió en la dirección del Directorio Liberal de Antioquia a Luis Guillermo Echeverri Abad, padre del político Héctor Echeverri Correa (esposo de Gloria Lara, asesinada en cautiverio por las FARC) y de Fabio Echeverri Correa, quien fuera presidente de Simesa y luego de la ANDI, culpable de la renuncia de Álvaro Uribe a la alcaldía de Medellín en 1982 y luego su asesor en la Presidencia de la República.

Paradojas del destino o malabares del tiempo, que tan extrañas figuras dibuja a su paso: en el Club Unión de Medellín se presentó, el viernes 11 de octubre, el libro “Bernardo Guerra Serna, el Socio”, escrito por el periodista Guillermo Zuluaga Ceballos, bajo el sello editorial Planeta.

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Fue un viernes liberal “sui generis”. Un viernes liberal en el Club Unión, sin banderas rojas y casi sin liberales, salvo sus fieles escuderos de toda la vida, y con la notoria presencia de los dirigentes políticos conservadores que en su tiempo tanta guerra le dieron a Bernardo Guerra. Fue un viernes liberal sin vivas al partido, pero con muchos aplausos a Bernardo Guerra Serna, a su trayectoria como político difícil de emular en la consecución de votos y acumulación de poder regional; a su lealtad a las ideas que considera todavía válidas y necesarias.

Bernardo Guerra Serna es un hombre de su tiempo, un dirigente que vivió con intensidad el fragor de la lucha partidista que dividía al país entre liberales y conservadores, a pesar de ser herederos del Frente Nacional. Su época la aprovechó de la mejor manera y construyó un liderazgo sostenido por el afecto popular, como no lo había logrado nadie en Antioquia hasta entonces. Su fórmula estaba encarnada en una palabra mágica, llena de magnetismo: Socio/socia. Con ella en los labios, Guerra Serna recorrió todos los rincones de Antioquia, para forjar unas mayorías difíciles de emular y que le dieron el mayor poder que un jefe político regional pudiera alcanzar: 8 de 12 senadores asignados a la circunscripción electoral de Antioquia tenían carnet del Directorio Liberal de Antioquia. El famoso bolígrafo de Guerra, muy criticado entonces, pero copiado por todos sus críticos, llenó de títulos y honores a varias generaciones de políticos y a casi media docena de jefes que luego abrieron “rancho aparte” tras convertirse en sus mayores contradictores. Otra vez, las paradojas que hablan de lo inexplicable de la política.  

Guerra Serna salió de Peque para formarse como abogado para luchar contra el centralismo y combatir la violencia que lo empujó a salir de su pueblo. Fue diputado, senador, alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia. Llegó hasta la Presidencia del Congreso, que le alcanzó para dar posesión a otro antioqueño, pero de la orilla opuesta: Belisario Betancur, el 7 de agosto de 1982. Pero con la Constitución de 1991 cambiaron los vientos para los partidos tradicionales y el Partido Liberal, sin dirigentes nacionales capaces de emular a sus antecesores, se hundió en sus nostalgias y naufragó en el mar de los recuerdos de sus días de gloria. Los jefes regionales, menospreciados por el centralismo, no fueron ajenos a este declive.

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Era el libro y el homenaje a Bernardo Guerra Serna, pero todos los presentes tuvieron palabras de elogio y agradecimiento a Doña Lucía Hoyos, siempre a su lado, firme y serena, dueña de su propio nombre forjado en la política del saber estar y en las causas solidarias. Fue la creadora de “Amor por Medellín”, una obra que todavía vive y que trae muy buenos recuerdos a los antioqueños de varias generaciones. La política también tiene caras amables y momentos de gratitud.

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