Queda el Congreso con la inmensa responsabilidad de dar uso sereno a su poder, evitando someter a Perú a innecesarias tormentas políticas desatadas para satisfacer ambiciones particulares.
La primera presentación de Martín Vizcarra ante el fragmentado congreso peruano deja en claro su intención de gobernar hasta el año 2021, culminando el período de cinco años para el que fue elegido primer vicepresidente de Pedro Pablo Kuczynski. Fue positiva la recepción del Congreso a su discurso claro y constructivo, así como a la definición de prioridades en la lucha contra la corrupción, fenómeno asociado al encarcelamiento de Alberto Fujimori y al procesamiento de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, así como a la caída de su antecesor, PPK. El presidente ofreció poner la educación como pilar de su gobierno; se comprometió con mantener el rumbo económico, generando credibilidad y estabilidad, y anunció la renovación del gabinete para emprender el camino de un pacto social que pase la página de la división. Las primeras reacciones a su intervención hacen pensar que abrió un nuevo espacio de gobernabilidad.
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Al hoy presidente Vizcarra lo aprestigian su gestión como gobernador del departamento de Moquegua, dignidad a la que llegó encabezando un grupo de ciudadanos independientes. En su mandato puso al departamento como líder en la cobertura y calidad en educación y salud, pilares de la equidad. Allí también consiguió importantes concertaciones que permitieron el desarrollo de proyectos de minería sostenible. Aunque se declara independiente de la política, tiene logros importantes en ese terreno, al conseguir salir incólume de acusaciones de corrupción en contratos de obras que le lanzó la poderosa Keiko Fujimori, cabeza de la primera fuerza parlamentaria del país y la más firme aspirante a ganar las próximas elecciones presidenciales, toda vez que en 2016 fue la segunda candidata más votada, con una diferencia de apenas 0,24% frente a PPK.
Como temían muchos analistas, entre quienes nos contamos, Pedro Pablo Kuczynski no logró consolidar un gobierno que fue articulado sobre bases muy endebles, por la precariedad de su alianza electoral con varios partidos, entre ellos la hoy dividida coalición izquierdista Frente amplio por la vida y la libertad, que fue cosida con altas dosis de anti-fujimorismo y muchas salvedades en materia económica y social. Al mínimo compromiso de sus socios, por varios meses la segunda fuerza parlamentaria del país sumó la debilidad de su representación parlamentaria, que al momento de su posesión era la tercera en tamaño, aunque hoy es segunda, y que nunca acrecentó con aliados de otras colectividades. Estas dificultades hicieron crisis desde diciembre, cuando el presidente pareció sobrevivir a las acusaciones por recibir sobornos de Odebrecht, que también pesan sobre Keiko Fujimori, pero no logró contener las fuertes críticas por conceder indulto al anciano expresidente Fujimori. El sablazo definitivo a su gobierno provino de Keiko F, responsable de divulgar los Kenjivideos, que demuestran las negociaciones del entonces presidente con congresistas que lograron frenar su destitución, mismos que hoy están ad portas de soportar un proceso penal.
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El control político ejercido por el Congreso al presidente PPK, así como las investigaciones judiciales a sus predecesores implicados en sobornos por Odebrecht, hace ver una institucionalidad que ha logrado romper con el presidencialismo absoluto que domina la política en varios países latinoamericanos, entre ellos Colombia, convirtiendo en inanes a los otros poderes públicos. Habiendo demostrado su independencia, como lo hizo en 2010 al destituir al presidente Fujimori, queda el Congreso con la inmensa responsabilidad de dar uso sereno a su poder, evitando someter a Perú a innecesarias tormentas políticas desatadas para satisfacer ambiciones particulares, no para contener la corrupción o el abuso del poder presidencial.
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Aparente ganadora de un proceso que le implicó una ruptura con su hermano menor, Keiko Fujimori puede demostrar(se) que es la estadista que puede asumir la conducción del país, lo que le demanda inteligencia para evitar que su partido siga perdiendo parlamentarios, pues en el año y medio transcurrido desde la elección se le han ido catorce, así como para interpretar el estado actual de la clase empresarial y la opinión pública, que tienen mala opinión del Congreso y esperanza de que el presidente Vizcarra forme gabinete, realice una exitosa Cumbre de las Américas, genere estabilidad y le orezca al Perú parte, o mucho, del progreso y bienestar que logró en Moquegua, el departamento donde demostró sus capacidades políticas.
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