la Ilustración y la investigación como valor no están en el sitio que se requiere; desde la colonia hasta los Acuerdos de Paz son temas oscuros.
Una de las cosas fundamentales que proporciona al ser humano la ciencia es confianza en resultados y procedimientos. Desde el célebre caso de Arquímedes, para descubrir la composición real de oro de la corona del rey de Siracusa, hasta su defensa de la ciudad contra los ataques de los enemigos, por medio de máquinas de ingenio práctico y ciencia, el sabio y sus productos son patrimonio de la humanidad.
En el mundo contemporáneo ese poder de los conocimientos ha crecido de manera exponencial y los problemas de alimentación y salud, por ejemplo, pueden ser resueltos de manera no imaginada antes. Lamentablemente ha sido la guerra el terreno por excelencia para probar la efectividad de la ciencia pero si observamos todos lo demás campos de la vida los ejemplos son desbordantes: nuestra alimentación depende de alimentos que se derivan de investigaciones pertinentes y los procedimientos de salud han extendido las expectativas de vida de manera extraordinaria. Por ello es profundamente lamentable y muy grave que en Colombia se recorten los recursos para la investigación de manera absurda. El problema es muy viejo pues la Ilustración y la investigación como valor no están en el sitio que se requiere; desde la colonia hasta los Acuerdos de Paz son temas oscuros. Como investigador, por ejemplo, recorrí las páginas del texto de los Acuerdos y hay solo unas líneas para el papel de la ciencia en el desarrollo agrícola.
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De todas las formas de la dependencia la más grave es la del conocimiento y por ello es retrógrado que se tengan que importar semillas del plátano, el trigo, el maíz y la papa que son resultados de procesos investigativos de indudable confiabilidad. En el caso de nuestra patria la desconfianza y el desprecio por el desarrollo del conocimiento de alta calidad son un ingrediente importante del atraso y del conflicto. Podemos decir que construir confianza es uno de los métodos más definitivos para fortalecer la cohesión social. Y si no hay confianza en el papel de la investigación de calidad estamos condenados al fracaso.
Excelentes investigadores colombianos en el exterior despliegan sus habilidades y acrecientan el saber y la riqueza en muchos lugares del planeta. E internamente nos desgastamos en crudas discusiones y hasta pueriles polémicas sobre la tenencia de la tierra cuando con investigación de alta calidad y tecnología apropiada, al alcance de los agricultores, se puede potenciar la productividad de cualquier área de cultivo por pequeña que sea. Nunca como ahora la ciencia, la tecnología y la innovación son el camino para la productividad y la generación de riqueza en todo el planeta, y en Colombia nos desgastamos en discusiones interminables sin atender este asunto urgente.
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Hay que hacer un gran frente común entre todas las universidades y los centros de investigación para que el tema sea agenda prioritaria en el debate presidencial. Es imprescindible que Colombia adopte una política de Ciencia, Tecnología e Innovación como Política de Estado y que se busque la creación de una Ministerio de ese ramo. Pero no, vamos como el cangrejo, Colciencias tiende a desaparecer, son casi ridículos los recursos para formación doctoral e investigación y un ciclista tiene más ascendencia sobre la Presidencia de la nación que los brillantes científicos que tiene el país. Los debates para dirigir el país y las elecciones de rectores de las universidades deben reconocer este tema crucial. Los medios de comunicación deben unirse a este clamor urgente. Un solo detalle: sin investigación social de pertinencia histórica y política los sectores sociales, de uno y otro lado, van a seguir repitiendo las mismas consignas del siglo XIX y se nos va a ir de las manos la oportunidad de construir una nación incluyente y equitativa.