Parece que algunas instituciones de orden público y privado, se han convertido en calles del oeste, pues todos los días recibe uno noticias de despidos, sin duda un golpe vulgar, torvo y canalla en plena pandemia, no obstante que el ministro del Trabajo, Ángel Custodio Cabrera Báez, pontifica a diario que no se pueden despedir trabajadores en esta situación de covid-19.
Uno pensaría que este titular no debería usarse en esta época. Que no es coherente. Un oxímoron. Lo cierto es que esta situación de pandemia no nos está humanizando, como aseguraban algunos pensadores en el mundo. Al contrario; parece que nos está deshumanizando a situaciones extremas e intolerables: estamos aún en la etapa de confinamiento obligado, y sin embargo, día a día, vemos el doloroso clamor de algunos colegas, denunciando feminicidios, desapariciones y asesinatos en Medellín, sin que autoridad alguna se sienta aludida, no obstante que en trapos rojos, aparece enarbolada la “defensa de la vida”, como programa de gobierno.
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Parece que algunas instituciones de orden público y privado, se han convertido en calles del oeste, pues todos los días recibe uno noticias de despidos, sin duda un golpe vulgar, torvo y canalla en plena pandemia, no obstante que el ministro de Trabajo, Ángel Custodio Cabrera Báez, pontifica a diario que no se pueden despedir trabajadores en esta situación de covid-19.
¿Y qué decir de aquellos que, aprovechando las millones de personas en situación de miseria y las atribuciones del momento, fingiendo actitudes de misericordia, recurren a la sobrefacturación de una libra de lentejas, para enriquecer los bolsillos del traje de marca que recubre su pobre humanidad? En este tren encontramos, de manera profusa, sin guardar dos metros de distancia, a los variopintos gobernantes de terrible catadura moral, seguidos con mansedumbre extrema por decenas de incondicionales a la servidumbre y al delito. Como escribe mi admirado escritor Moisés Naím, en una de sus columnas, refiriéndose a las fake news, a la corrupción y a los tiranos: el problema no es que abunden los “charlatanes de feria”; el problema es que hay muchos que les creen.
Adicional, algo aberrante, algo absurdo, abyecto, la suprema vergüenza de un país, es la noticia diaria: médicos, enfermeras, personal de salud, golpeados en las calles, excluidos de medios de transporte, irrespetados por individuos sin Dios ni ley, que dicen “evitar el contagio”. Duele volver a señalar los abusos, las condiciones laborales degradantes a que es sometido el personal de la salud (denunciado por este columnista de tiempo atrás), y la permisividad (tan evidente en algunas ocasiones, a tal punto que raya con la complicidad) de autoridades y de jueces en miles de casos donde la única posibilidad del ciudadano es la tutela. Como escribe mi amigo columnista y abogado José León Jaramillo, hijo de nuestro insigne don Agustín Jaramillo Londoño, refiriéndose a una ministrica: “La ministra parece aún no entender el viejo aforismo con el cual fueron formados muchos abogados, según el cual, la ley no tiene corazón y el magistrado que le presta el suyo, prevarica”.
Otro elemento, lamentable para un Estado de Derecho, es la situación de amedrentamiento al ciudadano (más común de lo que se cree), por parte de diversas autoridades, al extremo de llevarlo a la aceptación del soborno, como es el caso que describe el querido columnista Eufrasio Guzmán Mesa, intitulado: Pecar por la paga o pagar por pecar (El Mundo, 28 de mayo de 2020). Para finalizar, se observa una peligrosa burla de los artículos y decretos de gobernadores y alcaldes, al ver calles, semáforos, avenidas y barrios, atestados de gente sin ningún elemento de protección, y nulo respeto por el pico y cédula, propiciando así la propagación de la pandemia.
Por supuesto, como decía Vargas Llosa en una de sus conferencias (hablando de algunos gobernantes baldados por la corrupción y la ineptitud), no se puede caer en el nihilismo y la parálisis. No podemos quedarnos callados; tenemos que emprender acciones que desenmascaren individuos dañinos a la sociedad; individuos que vienen medrando en alcaldías y gobernaciones y se dan el lujo de repetir, a expensas de un pueblo ignaro y empobrecido, que sucumbe a cantos de sirena e inversiones multimillonarias de recursos públicos, que pregonan la defensa de la vida y el buen gobierno. “Denunciar: este debería ser el papel del periodismo y de los intelectuales de un país”, advertía Mario Vargas Llosa.
Como sugiere el escritor peruano, invito a los intelectuales, periodistas y escritores, a denunciar con rigor y oportunidad, para que en verdad seamos defensores y constructores de la democracia que soñamos.
Puntada final: a todos aquellos que me ofrecieron su voz de aliento con motivo del fallecimiento de mi madre, el pasado 13 de mayo, un abrazo y Dios les pague.