Volvamos a la palabra con actitud de asombro, hagamos que en ella y a través de ella, lo más humano que tenemos pueda seguir dándonos vida.
Ser conscientes de la palabra es un arduo ejercicio espiritual. Ella nos forma y nos deshace, allí radica su fuerza creadora. Se teje en el silencio y reclama su puesto en el interior del ser humano, por eso es espiritual, porque no puede ser auténtica sino brota desde la intimidad. Quien vive de la palabra, entiende que lo más divino se da en el lenguaje.
Lea también: Abrazar la finitud
https://www.elmundo.com/noticia/Abrazar-la-finitud/380650
Toda persona tiene necesidad de palabra, allí emergemos todos. Por eso, cuando contamos, nos contamos; al decir, nos decimos y exponemos. La palabra deja de ser forma y se convierte en rostro, toma carne, nos ubica en el mundo. A medida que vamos entrando en su terreno, nos damos cuenta que el bello oficio de escribir y hablar es reempalabrar la realidad. La palabra nos ha sido dada, es herencia, es don. Solo seremos humanos cuando seamos capaces de darnos en su finura.
Hoy tenemos mucha saturación de voces, desde todos los ángulos se lanzan infinidad de comentarios que atiborran al ser humano de este tiempo. La palabra cuidada y bien dicha, partera de humanidad, ha caído en garras de habladores inicuos, timadores del lenguaje y la persona. Antaño, en la palabra se daba la persona, y tras el estrechón de las manos, lo expresado configuraba la vida y la obra de quien la pronunciaba. Aquí se percibía la belleza de un auténtico hablar, no era simplemente juntar letras para verbalizarlas, era dar en cada sílaba la vida.
Tras el anuncio de cierre del periódico EL MUNDO, la palabra expresa tristeza, pues no es un ente abstracto, sino una realidad dinámica, encarnada en las manos de tantas mujeres y hombres que se han dado en la escritura. Quien vive de las letras está expuesto a que arda su corazón cada vez que quieran salir. Se vuelve incontenible su grito interior y no queda más remedio que plasmar lo que susurran.
Le puede interesar: Educación y finitud
https://www.elmundo.com/noticia/Educacion-y-finitud/380745
A todos ustedes queridos lectores, gracias por darle vida a estas letras, gracias por ampliar su contenido provocador y llevarlas más lejos. Quien escribe lanza una semilla, y en esa semilla lo impensable puede germinar. Por eso en toda palabra hay despedida, después de escribirla ya no es letra, es un trozo donado de quien la ha parido entregándose. Volvamos a la palabra con actitud de asombro, hagamos que en ella y a través de ella, lo más humano que tenemos pueda seguir dándonos vida.
Los abrazo a todos con mis letras.