No olvidemos que mientras los paramilitares están en la cárcel, los guerrilleros se pavonean en toda clase de entidades públicas, ONG, medios de comunicación, instituciones educativas y demás. ¿Quién revictimiza a quién?
Para quienes pensaron que el género humano —y, concretamente, los colombianos— se convertiría en algo mejor tras la pandemia, vale la pena ver un par de muestras que parecen indicar que eso no va a ocurrir. En general, seguiremos siendo la misma mezcla de bondad y maldad; de egoísmo y altruismo; de decoro y deshonestidad; de mezquindad y generosidad…
Es que basta ver la ruindad, el envilecimiento y la abyección que a menudo afloran en la política colombiana. Por si quedaban dudas del odio con el que la Corte Suprema de Justicia condenó a Andrés Felipe Arias en el año 2014, ese alto tribunal ha pelado el cobre de la manera más vulgar al criticar la decisión de la Corte Constitucional de concederle al exministro una tutela en la que reclamaba su derecho a la doble instancia, garantía procesal exigida y respaldada por todas las entidades que trabajan por los derechos humanos en el mundo.
Queda claro entonces que Arias no ha ganado nada, por cuanto será la misma Corte Suprema la que revise su caso y allí no hay manera de pedir neutralidad para uno de los alfiles más conspicuos del uribismo. En esa revisión hay que dar por descontado que la condena de Arias será ratificada, y hay que ser demasiado optimista —o demasiado ingenuo— para creer que exista siquiera la posibilidad de que la pena de 17 años y 4 meses de prisión que le impusieron de manera exagerada e injusta le sea reducida. No, aquí las gabelas son para los narcoterroristas de las Farc, como ‘Jesús Santrich’, no para notables del uribismo a los que les están cobrando lo que simbolizan y no sus actuaciones, que han sido idénticas a las de sus pares en otras administraciones.
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La Corte Suprema de Justicia, provocando un choque de trenes, ya prejuzgó y dio a entender que el exministro no tendrá el menor asomo de clemencia en la revisión de su caso. Algunos legos hasta nos preguntamos si no será posible que, más bien, le aumenten la pena en lugar de rebajársela. Recordemos que estamos en Colombia y aquí los jueces hacen lo que les da la gana, cualquier cosa puede pasar.
Y como si eso no fuera suficiente, la muestra de hipocresía y relativismo moral que se ha visto a raíz del nombramiento de Jorge Tovar Vélez como coordinador de víctimas en el Ministerio del Interior, es una prueba fehaciente de la penetración ideológica de la izquierda en todos los ámbitos de la vida nacional pues si bien es cierto que este joven funcionario, por ser el hijo de un jefe de paramilitar como 'Jorge 40', parece estar en el lugar equivocado, la verdad es que no se le juzga con el mismo rasero que cuando se trata de delincuentes de izquierda.
Es más, hay que ser claros en que aquí no existe el ‘delito de sangre’, y el hijo de ‘Jorge 40’ no ha tenido ni tiene nada que ver con los crímenes de su padre, ni tiene inhabilidad alguna para ocupar cargos públicos. Muy al contrario, en Colombia hay un largo historial no solo de hijos de delincuentes de izquierda elevados a los altares de la burocracia y la contratación pública, sino de los delincuentes mismos, aprovechando los generosos indultos y amnistías que les han sido concedidos una y otra vez como premio por verter a raudales la sangre de ciudadanos inermes e inocentes.
Es que hasta pretenden ignorar, algunos canallas hipócritas, que el paramilitar ‘Jorge 40’ fue sometido a reclusión por la jurisdicción de Justicia y Paz mientras se adelantaba su proceso y luego extraditado a los Estados Unidos en el año 2008 por reincidir en el delito de narcotráfico, donde fue condenado a 16 años y está confinado en una celda de verdad bajo un estricto régimen carcelario, lo que muestra el grado de justicia al que el gobierno de Álvaro Uribe contribuyó para que se les aplicara a tan aborrecibles criminales, en tanto que sus pares gozan de total impunidad. Entonces, ¿quién revictimiza a quién?
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No olvidemos que mientras los paramilitares están en la cárcel, los guerrilleros se pavonean como Pedro por su casa en toda clase de entidades públicas, organismos no gubernamentales, medios de comunicación, instituciones educativas y demás. Y se creen con derecho a pontificar sobre lo divino y lo humano como si se tratara de sabios cuyos consejos deben oírse con atención y acogerse con todo rigor. Impunidad y burla a las víctimas es lo que ha dejado la paz de Juan Manuel Santos.
Recordemos que mientras Uribe extraditó a toda la cúpula paramilitar, considerada por muchos como sus ‘amigos’; Santos, que se autodenomina el mayor ‘enemigo’ de las Farc, instaló a sus cabecillas en el Congreso, les dispuso una justicia especial para que los protegiera y se las arregló para que siguieran lucrándose del negocio del narcotráfico y se mantuvieran alzadas en armas bajo el seudónimo de ‘disidencias’, en tanto que las Fuerzas Armadas se marchitan ahogándose en divisiones internas y escándalos absurdos como el de unos tales perfilamientos elaborados con información recopilada de internet.
Todo está dicho cuando una Corte Suprema de Justicia facilita la huida de un criminal como ‘Jesús Santrich’ y se ensaña con un hombre honorable al que los carniceros le han puesto el inri de 'Uribito' para no olvidar el origen de su odio.