Me alejo de esas teorías del complot y creo que hay un aprendizaje humano que es lento y es el que ha introducido el derecho internacional humanitario y ha regulado hasta la forma de hacer la guerra
Para algunos investigadores es completamente infundado tener algo así como un optimismo antropológico y social imaginando que las situaciones creadas por el coronavirus pueden llegar a transformar de forma profunda la cultura y la sociedad humana; estaríamos ante la necesidad de un cambio de la cultura y la sociedad imposibles de dar hoy. Este punto de vista se lo ha estigmatizado como extremadamente optimista y quienes lo defendemos estamos casi seguros de que el virus nos transformará y podría venir un mundo post pandémico que si bien no necesariamente sería más luminoso y justo si nos va a poner frente a la tarea de cambiar las prioridades en materia de política y por supuesto también sería urgente revisar la doctrina económica.
El hecho fundamental es que el neoliberalismo, como doctrina económica y como guía política de decisiones, se ha mantenido en una serie de guerras imperiales cuyo objeto fundamental es apoderarse del petróleo y de otra cantidad de materiales que ha demandado el delirante desarrollo de un modelo de producción terriblemente destructivo de recursos. Se ha venido produciendo por casi un siglo para el consumo y no para el uso razonable, por ejemplo, los vehículos automotores se hacían con un criterio de durabilidad que se extendió hasta mediados del siglo veinte, pero la industria automovilística entró en un furor y se llegó a producir vehículos para que no durarán más de una década. Pero no solamente vehículos sino toda clase de electrodomésticos e incluso instalaciones complejas como cocinas domésticas o industriales que vienen siendo reemplazadas de manera integral con unos lapsos de tiempo realmente muy cortos; eso implica el derroche de combustible y de materiales de toda índole.
Yo me pregunto si ahora nos vamos a ver enfrentados a la urgencia de repensar todo y ésta sola obligación ya es un cambio fundamental en la manera de mirar la industria humana. Soy consciente de que el optimismo puede ser fácilmente refutado, pero actualmente tenemos sistemas de producción y una cultura que ponen por encima de toda la destrucción permanente de recursos renovables como la madera y no renovables como el petróleo; se han ocasionado así daños irreversibles que han terminado por conducir a las clases pobres y medias a un horizonte ciego.
Los pesimistas piensan que nos olvidaremos de toda esta situación creada por el coronavirus y que la ciencia de nuevo dejará de importarle a todo el mundo y se profundizará aún más la ya intolerable desigualdad; ellos piensan que el sistema económico llegará al límite de una suerte de maldad psicopática que se convertirá en un genocidio programado; yo me alejo de esas teorías del complot y creo que hay un aprendizaje humano que es lento y es el que ha introducido el derecho internacional humanitario y ha regulado hasta la forma de hacer la guerra. Ya no se ve tan fácil la invasión a una nación como la venezolana para entrarle a saco a sus recursos, por parte de una nación que se convirtió en un imperio destructivo y que ha llevado a la imposición de un modelo de desarrollo que nos tiene al frente de algo así como un suicidio colectivo.
Si no fuéramos capaces de aprender estaríamos en uno de los capítulos finales de la humanidad. Pero hay claros motivos para pensar que el callejón sin salida al cual nos han llevado no solamente los modelos económicos neoliberales sino también las religiones monoteístas puedan enfrentarse a nuevas formas de habitar la Tierra y que hagamos un alto en el camino para repensarlo todo.