Ofensiva sin contraataque

Autor: José Alvear Sanín
18 septiembre de 2019 - 12:00 AM

Si la democracia colombiana no recupera la iniciativa, afrontando la batalla diaria que exige la preservación del orden público y el mantenimiento de un orden jurídico civilizado, su futuro no puede ser más sombrío.

Medellín

En definitiva, todos los rivales de Lenin habrán tenido la debilidad de no haber estado lo suficientemente atentos a sus propósitos y sus escritos. De haberlos leído, hubieran podido percibir mejor, o prever, lo que sería un hecho importante de la Revolución de Octubre: el papel de los “profesionales” en la manipulación de las instituciones, a la que se dedicarán briosamente, siguiendo a su maestro.

-Helène Carrere d´Encausse. Lénine. París: Fayard; 1998. p. 322

Lo anterior parece escrito para la Alemania de los años veinte o para la actual Colombia. Así como Mein Kampf pasó desapercibida y Hitler pudo llegar al poder, de la misma manera está sucediendo en Colombia, donde nadie —especialmente en el gobierno y los partidos políticos— quiere leer los pronunciamientos de las Farc, del partido comunista aparente, de Anncol ni de Petro, que claramente indican hacia dónde van, dirigidos “profesionalmente” mediante la manipulación e infiltración de las instituciones.

¡Realmente, no queremos saber lo que piensa el enemigo, o preferimos pensar que se ha vuelto amigo!

Contrariamente a los relatos románticos de revoluciones y movimientos populares espontáneos, detrás de todos ellos se encuentran quienes los preparan: En el caso de la Revolución Francesa, la masonería, también presente en la emancipación de la América española; en cuanto a la Revolución Rusa, que venía preparándose desarticuladamente desde 40 años antes, por lo menos, solo se materializa cuando entra en escena el partido profesional revolucionario, creado por Lenin. Este partido, después de 1917, no siempre unido, a veces dividido, dirigirá el avance revolucionario, ya en México, ya en España, en China, Cuba, y ahora, bien experimentado, en Colombia.

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En nuestro país, un incansable partido comunista de obediencia cubana, tanto en su ala legal y aparente como en la clandestina, viene preparando la toma de un poder que siempre le fue lejano, hasta cuando uno de sus agentes encubiertos alcanzó la presidencia y dejó amarrado a su sucesor con el tal “acuerdo final”, para obligarlo a ejecutar apenas un gobierno de transición…

Quien no comprenda esto, no podrá entender ni lo que ha pasado, ni lo que está sucediendo, ni lo que viene.

Más de una vez he recordado a mis lectores la respuesta de Ernst Kaltelbrunner al tribunal de Nuremberg. Cuando se le preguntó cómo había sido posible que un gran país como Alemania hubiese caído en manos de una reducida banda de criminales, respondió que mientras el gobierno del Reich tenía que atender tantos problemas difíciles, como el desempleo masivo, las reparaciones de guerra, la inflación galopante, el desorden público por el enfrentamiento violento de nazis y comunistas, la salud pública, etc., ellos solo se ocupaban de alcanzar el poder.

Similar situación se vive en Colombia. Frente a un gobierno agobiado por desmesurada problemática, maniatado por el AF y la parafernalia casuística, y enfrentado a un poder judicial usurpador, el partido comunista clandestino avanza sin resistencia adecuada.

Su eficaz instrumento consiste en un estado mayor secreto, que coordina todas las actividades necesarias para el logro de su único propósito. Se trata de un grupo minúsculo y profesional, de tiempo completo y dedicación exclusiva, frío, experimentado e inteligente, que sigue meticulosamente un plan detallado y bien articulado, con horizonte lejano, concatenada programación cronológica y continua evaluación de resultados frente a metas.

Este grupo coordina todas las actividades subversivas, desde la redacción de leyes perjudiciales y el tenor de sentencias, hasta paros, movimientos estudiantiles y mingas, de tal manera que un gobierno siempre agobiado vaya perdiendo el control del país.

A él obedecen tanto el partido comunista colombiano (legal), el pseudopartido Farc y dirigentes determinantes —es decir, compañeros de ruta e idiotas útiles— en los demás partidos, en la Iglesia y los sindicatos. Domina las universidades y las altas cortes. Controla los medios masivos, reescribe la historia, dirige tanto las falsamente desmovilizadas Farc como las pseudodisidencias, coordinando su accionar con el Eln, lo que le permite participar activamente en la narcoindustria, y goza de los favores de la caja mundial de resonancia, etc.

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Mientras su actividad se expande, las fuerzas del orden se reducen en igual proporción, porque han perdido su capacidad de reacción y la correspondiente voluntad política.

Si la democracia colombiana no recupera la iniciativa, afrontando la batalla diaria que exige la preservación del orden público y el mantenimiento de un orden jurídico civilizado, su futuro no puede ser más sombrío, porque los juegos desarticulados de la política clientelista y manzanilla son la receta menos adecuada para defender la libertad ciudadana y asegurar el progreso económico y social.

***

Si el nuncio apostólico es el representante diplomático de un Estado extranjero, el gobierno colombiano no debe tolerar su intromisión en la política interna; pero si es el representante de un poder espiritual, la Iglesia no debe admitir su parcialidad en favor de movimientos subversivos, marxista-leninistas, absolutamente contrarios a la auténtica doctrina católica.

***

La señora Mogherini, comisaria de exteriores de la UE, cuando entrega en el palacio de Nariño una limosnita de 5 millones de euros para la Comisión del Embuste, ofende la dignidad de Colombia, tomando partido en un país que no conoce y patrocinando la tergiversación política de nuestra historia.

***

Timochenko se hace el bobo cuando censura la “deserción” de Márquez y Santrich, porque no cree que Maduro, comprometido —según él— con la paz de Colombia, pueda estar apoyando a sus dos cercanos “excamaradas”.

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2019-09-18 08:46:04
Excelente! Y no nos podemos dormir, nunca.

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