La Comisión de la Verdad realizó encuentro para el reconocimiento de los impactos del conflicto armado colombiano en niños, niñas y adolescentes (NNA).
“La Institución Educativa Iberia está ubicada en la periferia, en las afueras de la ciudad, en una zona donde hay presencia continua de grupos armados, por ser un corredor estratégico para el narcotráfico.
Escuchar hablar de reparación, paz, justicia, es difícil -entenderlo- cuando vivimos en un municipio en el que el conflicto se ha intensificado desde 2016. Entonces decimos, dónde quedó la tan anhelada paz. Nunca nos llegó, no podemos hablar de reparación y menos de no repetición porque todos los días estamos enfrentados a la guerra.
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Desde el año 2012 hasta hoy, la Institución ha puesto 21 estudiantes a la larga lista de menores de edad muertos en el conflicto. El último de ellos el 19 de julio de este año. Un muchacho de 16 años, lleno de vida. Y frente a esa realidad, nos dicen los chicos, yo no sigo más en esta Institución. Las mamás nos dicen, yo no mando más a mi hijo al colegio. En 2012 éramos una Institución con 3.516 estudiantes, hoy tenemos dos mil ciento y algo. Unos van, otros vienen.
En el sector donde está la Institución recibimos estudiantes en situación de desplazamiento, de vulnerabilidad, de riesgo. Cuando un chico se acerca y dice, profe, yo no puedo volver más al colegio. ¿Por qué? Porque me dijeron que si me vuelven a ver a por acá me matan. Porque como yo vivo en el barrio tal, me dicen que yo vengo acá es de sapo, que llevo información. O una niña que no puede tener amigos de otros barrios porque entonces ellos también van de sapos.
Incluso, este año la Institución ha sacado a más de 30 estudiantes por amenazas, por conservar sus vidas. Más de 100 estudiantes se han tenido que salir desde que empezó este fenómeno de grupos alrededor de la Institución. También se han tenido que ir más de 20 docentes, incluyendo la última rectora.
Y así también se escucha a los chicos que dicen, profe, yo no me quiero ir, yo me quiero quedar, yo me quiero graduar con mis compañeros. ¿Cómo voy a ir a otro colegio a graduarme donde no conozco a nadie?
Entonces se escuchan otras voces…la solución es sacar ese colegió de ahí, allí hay mucho riesgo. Pero cómo vamos a mover el colegio, si también tendríamos que mover a los chicos, y las barreras invisibles están allí, siempre.
Con el asesinato de Javier Adolfo, el 19 de julio, padres de familia, estudiantes y docentes dijimos no más. El Estado colombiano a nivel municipal nunca le ha puesto cuidado a la situación de Iberia, que no aguanta más. No queremos seguir poniendo muertos todos los años. El año anterior fueron tres.
Allá no tenemos paz, allá no tenemos garantía de no repetición, porque los que generan la muerte, la destrucción, el desplazamiento, están allí, todos los días. Y no sabemos quién es quién. Desafortunadamente la descomposición social también ha llevado a que algunos de nuestros chicos terminen en estos grupos, pero queremos ofrecer a la IE Iberia como un espacio protector, que se proyecte como una inversión, para que no tengan como opción la guerra.
Necesitamos la real garantía de que el conflicto se terminó, de que haya verdad, justicia, reparación y sobre todo no repetición, porque la no repetición es lo único que garantiza la vida de nuestros chicos.
Sólo por nuestra fe, por nuestra fortaleza y las ganas de seguir adelante, ahí estamos. Y, con la voluntad de Dios, ahí estaremos, porque mientras los chicos estén ahí, docentes y directivos estaremos ahí, en resistencia pacífica, pidiéndole al Estado la no repetición.
Estoy aquí por las voces de esos niños, niñas y adolescentes que ya no están y por los que no pueden estar aquí, porque ellos necesitan ser escuchados y visibilizados, porque esperan que el país conozca su verdad”.
El valiente relato es de la profesora Nancy Arboleda, docente de la Institución Educativa Iberia, de Tumaco, Nariño, municipio al que, como muchos otros lugares del territorio nacional, la ensañada violencia la aleja hoy de ser esa “Perla del Pacífico” colombiano que otrora el país conoció.
Y fue uno de los siete estremecedores testimonios con que la Comisión de la Verdad cerró en Medellín el Tercer Encuentro por la Verdad, en el que se hizo un reconocimiento de los impactos del conflicto armado colombiano en niños, niñas y adolescentes (NNA), que por generaciones han sido víctimas de toda clase de violencias, como desplazamiento, amenaza, homicidio, desaparición forzada, actos terroristas (atentados, combates, hostigamientos), delitos contra la libertad y la integridad sexual, abandono o despojo forzado de tierras, secuestros, pérdida de bienes muebles o inmuebles, minas antipersona (munición sin explotar o artefacto explosivo), tortura y reclutamiento, que vuelve a ser hoy un fenómeno de gran preocupación por el incremento de casos de menores de edad vinculados por grupos armados al tenebroso mundo de las economías ilegales.
Menores de edad que, ante la indolencia del país, sufrieron en carne propia, directa o indirectamente, la crueldad de una guerra sin sentido, muchos de ellos hoy adultos, hombres y mujeres que arrastran el peso de las secuelas, físicas, psicológicas, materiales, relacionales y espirituales, por lo que es importante que se reflexione y se sigan conociendo las causas históricas, estructurales y contextuales que han permitido que ellos hayan sido involucrados al conflicto, pues sólo conociendo la verdad se podrá sanar, reconociendo y aprobando la fortaleza y la persistencia de quienes resisten, superan y enfrentan esta realidad, pero especialmente de quienes luchan para evitar la repetición de estos hechos victimizantes y su estela de dolor. “Nunca más niños y niñas en la guerra”, es la meta.
Dura realidad
Las cifras que ha dejado el conflicto armado reflejan una dura realidad para los niños, niñas y adolescentes. De acuerdo con el Registro Único de Víctimas, de las 8.874.110 personas víctimas en Colombia, 2.312.707 son NNA, es decir, aproximadamente el 30% del total de los registros.
Estas cifras del Registro Único de Víctimas y del Centro Nacional de Memoria Histórica muestran, muy por encima del resto, a Antioquia como el departamento con más hechos victimizantes hacia NNA, seguido de Meta y los departamentos de la zona suroccidental del país.