El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) presentó esta semana su quinto informe sobre el estado de la calidad del aire en el país, que de manera detallada muestra el comportamiento y la distribución espacial y temporal de los contaminantes atmosféricos durante 2017 y el análisis sobre sus variaciones con relación a 2016. La principal conclusión, además de previsible, es perfectamente lógica: Medellín y Bogotá son las ciudades más contaminadas del país. Y aunque, a juzgar por las declaraciones de nuestras autoridades locales, este resultado generó cierta inconformidad, vale resaltar los avances que el mismo permite apreciar en cuanto a la vigilancia que se realiza en el país, manifestada en un incremento del 25% en el número de estaciones de monitoreo y en los 17 municipios y tres departamentos incorporados al análisis, lo que indica que el país cuenta hoy con mejores indicadores y, por ende, con información más confiable sobre este sensible asunto.

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Según lo expresaron a los medios de comunicación la secretaría de Medio Ambiente de Medellín, la dirección del Siata y los voceros del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, que cumple el papel de autoridad ambiental para la subregión, su inconformismo no fue con los datos en sí, los cuales reconocen como acertados, sino con la interpretación realizada en el comunicado que el Ideam entregó a los medios de comunicación para presentar su informe, el cual, a su vez, les fue remitido a las autoridades sin ninguna “comunicación oficial”, a decir del secretario Sergio Orozco. Es cierto que una comparación entre ciudades no tiene ningún sentido, puesto que las condiciones de medición, el número de estaciones y las condiciones geográficas, entre otros aspectos, no son homogéneas, pero tampoco tiene sentido salir al corte de tales afirmaciones que, precisamente por eso, resultan irrelevantes.

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Entendemos la reacción oficial por cuanto la capital antioqueña y su área metropolitana han sido estigmatizadas debido a las contingencias ambientales de los últimos años, en los períodos críticos de marzo-abril y septiembre-octubre, que han puesto a la ciudad y a la región en el primer plano de la información nacional. El temor a que ello afecte el creciente flujo de visitantes que viene recibiendo Medellín, más aún con la proximidad de ColombiaModa y de la Feria de las Flores, explican el afán de aclarar lo expresado en el informe del Ideam. Y aunque es sano aclarar lo que se deba aclarar, así como reconocer lo que está bien, el foco de la Administración en este asunto debería ponerse en aprovechar los datos entregados y empezar a trabajar con ellos.

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El informe indica, entre otros datos, que las estaciones Museo de Antioquia y San Antonio estuvieron en 2017 entre las cinco con mayor problemática por material particulado menor a 10 micras y que las de Sabaneta, Museo de Antioquia y Facultad de minas estuvieron entre las cinco con mayor problemática por material particulado menor a 2,5 micras. También ratifica datos ya conocidos, como que las fuentes móviles aportan el 80% del material contaminante y que entre los materiales lanzados al aire, los de mayor incidencia son las partículas finas de menos de 2.5 micras de diámetro, que suponen el mayor peligro para la salud debido a que, al inhalarlas, pueden afectar las zonas periféricas de los bronquiolos, y el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre, que se convierten por combustión a altas temperaturas en óxidos de nitrógeno.

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Si bien, como lo deja claro el Ideam, estas cifras constituyen la fotografía de 2017, a la Administración Municipal le deben servir para no bajar la guardia en la medición y en el rigor con el que se realiza, para exigirle más acciones al Gobierno Nacional para enfrentar la situación mediante la cofinanciación de proyectos de transporte masivo, como el corredor de la Carrera 80; para reclamar a Ecopetrol que el suministro de la gasolina y el diésel con menos partículas por millón de azufre no se limite exclusivamente a los meses de contingencia sino que sea una acción permanente, y para concientizar a la ciudadanía sobre la necesidad de aceptar las medidas que sean necesarias, por impopulares que parezcan, para mitigar la emisión de contaminantes desde el ámbito doméstico, específicamente frente al uso de vehículos particulares, tales como mayores horarios de pico y placa, carriles exclusivos para transporte público, días sin carro, restricción a la movilidad de camiones y volquetas y el control a la emisión de gases y al cumplimiento de las normas por parte de los Centros de Diagnóstico Automotriz.

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Este informe, así como los datos que arrojan las estaciones de monitoreo, permiten identificar, entender y enfrentar un problema que, como hemos señalado en otras ocasiones en estas columnas, es el más común entre los ciudadanos, pues el aire que respiramos es el mismo para todos, mientras otras problemáticas como la movilidad, el acceso a los servicios públicos o la seguridad, están más o menos sectorizadas. También es claro que ya no es un problema que se limita a cuatro meses del año. Razones de sobra para que se ratifique como una delas prioridades de los gobiernos nacional, regional y local. Las soluciones de mitigación, especialmente desde el sector transporte, son ampliamente conocidas. Falta solamente la voluntad política para que sean implementadas.