Nuestro paso por la FAC

Autor: Abelardo Ospina López
20 julio de 2017 - 12:00 AM

Invitados estamos a contribuir como fuerzas civiles, a cimentar el sosiego que parcialmente disfrutamos, y el resto de paisanos, incorporarse a la comunidad que los espera.

Ideas y hechos surgidos desde el Gobierno Nacional, fueron los cristalizados años atrás, entre otros, en la Fuerza Aérea Colombiana que, patrióticamente colabora con otras fuerzas, al mantenimiento del orden, la paz (esa “sensación de quienes no están en guerra o tranquilidad pública de los Estados, en contraposición a la turbulencia”, cual la define parcialmente el Diccionario de la Lengua Española), y defensa de la Soberanía Nacional.

Se me ha ocurrido escribir esta nota porque fui, orgullosamente, soldado del Ejército y me correspondió, luego de meses de entrenamiento, prestar un “servicio especial” como secretario de la Torre de Control de la Base Aérea de Madrid (Cundinamarca).

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Es deducible que allí recibíamos mensajes de aviones de otros países y desde luego, las operaciones de vuelos nacionales para aeropuertos del país y del exterior. Era una labor grata porque (¿para qué negarlo?) desde niño tuve vocación de piloto, de cualquier tipo o marca de avión. Pero pasaron años y se fueron despertando aficiones del suceder patrio. De ahí que decidí diligenciar “vueltas” para inscribirme y luego matricularme en la Facultad de Derecho de La Universidad de Medellín.

Como no he sido el único en sufrir peripecias (especialmente de laya económica) para la matrícula, hubo necesidad de acudir a personas naturales en busca de apoyo financiero y así, “darme el lujo” de confiarle a amigos y amigas: “nos estamos preparando para, si tenemos suerte, algún día ser abogados de buen acato (probos, transparentes), personas inscritas que nos dediquemos a defender en juicio derechos o intereses de litigantes y dar dictamen sobre cuestiones que se les consultan”.

Mas nos desviamos del objetivo original de la columna: que es el de reiterar que amamos la paz, un orden público invitante a trabajar, llegar oportunamente a los establecimientos de educación y ser respetuosos con nuestros congéneres.

Campiranos de origen, que también humanos de cordial comportamiento, invitados estamos a contribuir como fuerzas civiles, a cimentar el sosiego que parcialmente disfrutamos, y el resto de paisanos, incorporarse a la comunidad que los espera, y hacer de Colombia un paraíso de tranquilidad y de progreso, en los flancos del suceder nacional.

¡Que así sea!

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