Por qué no permitirnos un acercamiento más humano a una promesa que Dios nos ha hecho en la Resurrección de Jesús, para afrontar una pandemia que nos desbordó a todos
Lo que nos está pasando tan grave y doloroso no puede ser solo objeto de programas de entretenimiento, serenatas virtuales, gimnasia en casa, juegos de mesa, vacaciones de meses con provisiones para un año, con despido de trabajadores incluido, porque en la finca tenemos quien nos sirva, tampoco haciendo todo para lo que antes no tuvimos tiempo, dormir más, comer mejor a domicilio, leer y organizar la biblioteca, escribir, ver películas, oír la música que nos ha encantado siempre, lo que se sintetiza en cuidarnos a nosotros mismos. Una dama ante el riesgo de morir y no tener más tiempo para la belleza y el juego decía parodiando a Saramago, que sus cenizas las esparcieran en el centro comercial que sus amigas conocían como el punto y los momentos más felices de su vida. Parece ser que sus amigas no pudieron darle gusto por culpa del implacable virus que arrasó con ellas. Otros estratos siguen festejando con reuniones sociales o familiares, haciendo entierros con champeta porque hace parte de su cultura; y es primero la cultura que cualquier virus se le atraviese. El resto que son la mayoría sufriendo porque cuando salgan de la cuarentena no encontrarán empleo, estarán más endeudados y sin plata para la comida y las matriculas. ¡Que decir de los que estaban en empleos informales!
Por qué no permitirnos un acercamiento más humano a una promesa que Dios nos ha hecho en la Resurrección de Jesús, para afrontar una pandemia que nos desbordó a todos y nos sigue dejando perplejos, promesa que Pablo nos relata con responsabilidad y experiencia de ser hijo de Dios: “Hermanos. Ustedes ya no están esclavizados a un virus (instinto), sino bajo la acción del Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita en ustedes por el bautismo (para luchar contra el mal), si alguno no lo tiene, es que todavía no es cristiano. Pero si en ustedes está el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos, el mismo que resucitó a Cristo, dará vida incluso a nuestro cuerpo” (personal y social) marcado por los signos de la muerte, desempleo, pobreza, perdida en todos los campos de lo adquirido anteriormente luchando. La misma muerte llamada pandemia se encontrará con el Resucitado que sigue teniendo la victoria sobre nuestra muerte. “Así pues, hermanos, ya no somos esclavos del virus y su pandemia (instinto), para vivir sometidos a él; porque de lo contrario tendrán que morir. Pero si, animados por el Espíritu renunciamos al mal y sus signos, tendrán vida. (segunda lectura. Rm 8,9.11-13).
Para confirmar nuestra esperanza el texto de Zacarías se refiere a la figura de Alejandro Magno conquistador de Tiro (Zc9,4) quien no podría ser el modelo que prefigurara el Mesías, o un opresor como ocurrió con Salomón en la segunda etapa de su vida quien traicionó su nombre de paz. En el caso nuestro el mesías es la economía, el capital y el dinero; con los riesgos de que el rescate se convierta en ganancia. Para Zacarías, lo mismo que para nosotros, la presencia del Señor en medio de su pueblo y su voluntad liberadora se hará en términos totalmente nuevos. “¡Alégrate, ciudad de Sion, grita de júbilo Jerusalén, mira a tu rey que viene a ti defendido por Dios y victorioso! (primera lectura) El Mesías esperado será manso y humilde de corazón, cabeza de un pueblo de pobres. Es un estilo diferente a Alejandro Magno y Salomón porque encarnará a David el rey que unificó las tribus de Israel.
Particularmente hoy para nosotros y puntualmente en todo el universo, el sufrimiento por el coronavirus y su pandemia está comprometiendo el sentido de toda la existencia humana. Según cada uno de nosotros este enraizado se puede dar sentido al sufrimiento que cuando es mundial, rompe las barreras de todo orden y tiempo irrespetando todas las instancias económico - políticas. El sufrimiento que hoy tenemos es transversal a nuestra vida personal, familiar y social Es tan grande el poder de este mal que arremete de tal forma al sentido de la vida que nos oscurece el bien; así el mal solo exista sino en relación al bien. Para que la opción sea correcta y en paz, Jesús nos invita a que todos seamos pobres: “Vengan a mi todos los que están rendidos agobiados, que yo os aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo (carga débil) (La nuestra está siendo muy pesada), y aprendan de mí que soy manso humilde de corazón” Esto significa que podemos acercanos a la cruz para decirle: Jesús toma mi carga, la de los míos y la de los demás. “Y así encontrarán alivio (paz). porque mi yugo es llevadero y mi carga liviana” (evangelio).
El evangelio nos invita a darle gracias a Dios por los pobres; porque desde ellos podemos entender estas cosas del evangelio ¡Quien más sabe de sufrimientos que un pobre! “Las revelaste a los pequeños porque así tuviste a bien disponerlo”. Es posible ser pobre aprendiendo de los valores de los pobres. En lo que falta por venir, que es aún mas grave, hagamos ineludible esta relación con los pobres. Jung decía que muchos de los pacientes que se acercaban a él estaban llenos de orgullo, es decir, ausencia de actitud de pobre; y sólo se curaban cuando adquirían una actitud de respeto con respecto a realidades mayores que ellos. Esto es un planteamiento de humildad. Más del 75% del cuerpo humano está hecho de agua, pero más del 75% del espíritu esa lleno de orgullo.
Lecturas del domingo 14º del tiempo ordinario - ciclo a, 5 de julio de 2020
Primera Lectura. Lectura de la profecía de Zacarías (9,9-10)
Salmo. Sal 144,1-2.8-9.10-11.13cd-14
Segunda lectura. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,9.11-13)
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor