El mensaje de la naturaleza es claro: es una invitación a pensar en que no podíamos seguir viviendo de esa manera, sin tiempo para sí mismos, la familia y la salud; esclavos del dinero y la ostentación.
En estas semanas de encierro forzado, leo y escucho a muchas personas que quieren volver a la normalidad cuanto antes.
Si volvemos a la normalidad, habremos perdido este tiempo y las reflexiones habrán sido en vano.
¿Para qué queremos volver a la normalidad?
Fue la normalidad la que nos trajo hasta aquí. Venimos de una normalidad tóxica: desigualdad social, desempleo a gran escala, discriminación, falta de oportunidades, injusticias a granel y poca conciencia entre las clases dominantes sobre su responsabilidad en la mitigación del calentamiento global. ¿Queremos volver a eso?
Volver a la normalidad es tener más de lo mismo: corrupción política que hace metástasis en el sistema sanguíneo del Estado, narcotráfico permeando instancias de poder y a la sociedad, desgreño administrativo, sistema de salud colapsado, centralismo agobiante, asesinato de líderes sociales, accionar incontrolado de los grupos al margen de la ley; crisis moral, educativa y de la justicia, crisis de confianza en las instituciones, pasividad ciudadana.
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Si volvemos sobre los titulares de los días previos qué encontramos: parálisis de las universidades públicas, marchas de protesta de los estudiantes y de las centrales obreras por la amenaza de una reforma pensional, la falta de recursos para la educación y los bajos salarios; el crecimiento de la informalidad laboral, asesinatos casi a diario en Medellín, desaparición frecuente de personas, contaminación ambiental hasta el punto de ser peligrosa para la salud. ¿En realidad, añoramos esta realidad como para volver a ella?
El mensaje de la naturaleza es claro: es una invitación a pensar en que no podíamos seguir viviendo de esa manera, sin tiempo para sí mismos, la familia y la salud; esclavos del dinero y la ostentación.
Tenemos que hacer una nueva sociedad y una nueva forma de vivir donde pongamos en práctica todo lo que pensamos, oímos y leímos durante los días de encierro. Necesitamos construir capital ético para vivir de una manera diferente: sin superficialidad, sin vanagloria, sin soberbia, con más humildad, con más sentido de humanidad. Hay que volver hacia estilos de vida más sencilla, con más respeto hacia la vida humana y la naturaleza, con menos competitividad suicida y con un consumo más responsable.
Recuperar el papel del Estado como organizador de la vida social. y a tener claras las prioridades. A entender que los Derechos no son un negocio y que su garantía le corresponde al Estado.
Esta crisis universal nos enseña a valorar más profesiones como la medicina, la enfermería, la psicología, la ingeniería. Necesitamos más profesionales formados en estas disciplinas, más y mejores hospitales públicos, con más equipos y mejor dotación para su personal.
Debemos aprender a valorar a los campesinos, a los maestros, a los policías y bomberos, a los tenderos y transportadores, y a todos quienes se sacrifican para que el resto de la sociedad pueda sobrevivir.
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Tenemos que aprender a ser más previsivos y a vivir menos en el día a día. Los países que mejor afrontaron la crisis y salieron más rápido, fueron estados asiáticos como Corea del Sur y Singapur, que aprendieron de las crisis sanitarias anteriores y estaban preparados, tanto con metodologías de trabajo como con personal calificado y equipos disponibles. Los otros países, no solo desoyeron las voces que desde enero y febrero se elevaron para advertir sobre el crecimiento de los contagios, sino que esperaron que la enfermedad llegara para empezar a tomar medidas: hacer el inventario de unidades de cuidados intensivos disponibles, a encargar equipos y mascarillas y a improvisar voluntarios para la atención de los pacientes. Para eterna memoria queda una inteligente frase: “No se pueden cerrar las ciudades y menos donde no ha llegado el virus”: ministra del Interior (Todos los medios registraron este titular el 17 de marzo de 2020), que con seguridad hará parte de los manuales de lo que no debe hacerse en casos de riesgo.
La cuarentena nos ha enseñado a comprar directamente a los productores de alimentos, a promover los pequeños negocios del barrio, los emprendimientos conocidos para que ninguna tuviera que retroceder. ¿Por qué no adoptamos esta práctica como permanente?
la derrota del virus pasa por recuperar los buenos hábitos de aseo y de relacionamiento social, es también el momento de profundizar en los valores sociales y en la cultura ciudadana, puerta de ingreso a una sociedad distinta, ojalá mejor, más humana y firme en la esperanza.
Posdata: se supone que las recomendaciones que deja esta crisis, se están teniendo en cuenta en los planes de desarrollo que preparan municipios y departamentos.