Netanyahu no se inclina en estos días a abandonar el poder que ejerce desde hace más de trece años.
No pocos observadores del panorama político israelí coinciden en que Netanyahu parece preferir en las presentes circunstancias un tercer torneo electoral.
Claramente, el eventual entendimiento con Gantz que le otorgaría un secundario y subordinado papel - al menos en la primera mitad del ejercicio gubernamental- lastima su ego y desbarata además la alianza que ha forjado en los últimos meses con las agrupaciones de la derecha política y rabínica. Para éstas y para amplios grupos en el Likud que sin inhibiciones ni reservas le apoyan, un acuerdo con Azul y Blanco rebajaría la estatura del líder y traería cambios desfavorables en materia económica y social; afectaría además el carácter de las relaciones exteriores del país, especialmente con Donald Trump y con algunas figuras latinoamericanas. En suma, un inaceptable escenario para Bibi y para la derecha político-religiosa que le respalda.
De aquí la ingrata y costosa perspectiva de una tercera vuelta en la que Bibi parece visualizar un cualitativo viraje en su favor. Estimo que él y sus asesores cercanos imaginan- si esta posibilidad en efecto toma cuerpo- dos escenarios que más allá de sus riesgos y costos podrían favorecerles.
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El primero alude a los presuntos delitos que Netanyahu habría cometido y que en estos días son evaluados por las correspondientes instancias. Abiertamente, el actual y fiel ministro de justicia y los abogados se empecinan en probar su inocencia deslegitimando en este infeliz empeño la autoridad del poder jurídico. Si aciertan en este esfuerzo, o al menos reducen sustancialmente el calibre de los cargos, las preferencias de los electores en el próximo torneo electoral habrán de favorecer a Bibi.
Inclinación que se dilatará si se presenta un segundo escenario que Netanyahu y el alto mando militar lo han anunciado repetidamente. Se trata de una abrumadora agresión militar que tendría lugar en el norte del país y en Gaza.
Dramático giro que probablemente obligaría a postergar por tiempo indefinido la realización de un tercer torneo electoral aparejando ya sea la continuidad activa de la presente coalición, ya sea la emergencia de un gobierno en el cual Gantz y su partido tendrían un papel secundario.
En suma: Netanyahu no se inclina en estos días a abandonar el poder que ejerce desde hace más de trece años. Parece suponer con algún fundamento que un blando dictamen jurídico y la probable agresión por parte de factores hostiles a Israel obrarán en su favor. Sin esta perspectiva su conducta en estos días carece de lógica alguna.